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Aprendices de brujo

7 de enero de 2022 22:06 h

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Acabo de regresar de la Sierra de las Nieves, en donde he pasado los primeros días de 2022, y nada más llegar me he topado con el escándalo orquestado en torno a las palabras de Alberto Garzón en su entrevista en The Guardian. Tengo que confesar que me ha sorprendido y eso que, después de más de 30 años siguiendo la actualidad política del país y la forma en que se refleja en los diversos medios de comunicación, no es fácil sorprenderse de la distancia que puede existir entre una determinada noticia y la forma en que es transmitida a la opinión pública.

Como es natural, lo primero que hice tras oír primero y leer después la información sobre las palabras de Alberto Garzón, fue acudir a la fuente original y leerlas. Entre lo que el ministro dijo y lo que se está diciendo que dijo hay una distancia tan abismal que resulta imposible entender cómo es posible que el escándalo haya tomado cuerpo. 

El contenido de la entrevista carece de interés. En ninguna dirección. Y como las palabras están publicadas unas detrás de las otras, es fácil comprobarlo. El ministro refleja a través de ellas una posición que ha sido mantenida desde hace muchos años por prácticamente todo el mundo que se ha ocupado del tema. No hay novedad alguna digna de mención en la citada entrevista.  

Y, sin embargo, lo que se está transmitiendo es todo lo contrario. La información sobre las palabras de Alberto Garzón ha desplazado, por ejemplo, a la información sobre el potencial incremento de la energía nuclear como fórmula para hacer frente a las consecuencias pavorosas del cambio climático, que ha puesto en circulación Ursula von der Leyen. Parecería que la economía española está a punto de sufrir un quebranto irreparable como consecuencia de la entrevista del ministro en The Guardian y no se estuviera jugando nada en la acogida que tenga en la Unión Europea la propuesta de la presidenta alemana de la Comisión Europea.

Si los comentarios sobre la entrevista procedieran exclusivamente de los portavoces de PP y Vox, el escándalo no se habría producido. Sería otra más de las falsedades con las que un día sí y otro también llevan intentando descalificar al Gobierno presidido por Pedro Sánchez antes de que fuera un Gobierno de coalición y mucho más desde que lo es. 

Quienes han convertido la entrevista en The Guardian en un escándalo han sido los presidentes de las comunidades autónomas de Aragón y Castilla-La Mancha, que han ejercido de altavoces de la denuncia falsa de los partidos de la derecha española y han hecho suyas la exigencia de dimisión o, en su defecto, de destitución del ministro Garzón.

Tras haber leído las palabras tan tajantes de los dos presidentes socialistas, uno no puede dejar de preguntarse si ambos han leído la entrevista o simplemente han escuchado la interpretación que de la misma han hecho los portavoces de la derecha española. O si habiéndola leído personalmente, han decidido que les interesa coincidir en este punto con la derecha como forma de debilitar al socio del Gobierno de coalición. 

Tengo la impresión de que es esto último lo que ha ocurrido. A Javier Lambán no se le han escapado las palabras que ha pronunciado y en las que no solo condena de manera tajante al ministro Garzón, sino que afirma expresamente que no puede continuar de ministro “ni un día más”, con lo que sitúa la pelota no en el tejado del ministro, sino en el del presidente del Gobierno.

Jugar a aprendiz de brujo nunca es bueno en ningún terreno, pero menos en el de la política y más todavía en una coyuntura como la de esta segunda mitad de la legislatura, en la que quedan por resolver temas de una enorme importancia. Sin ir más lejos la convalidación del Real Decreto-ley sobre la reforma laboral. 

¿Piensan los presidentes socialistas de Aragón y Castilla-La Mancha que sus palabras favorecen la negociación que tiene que producirse en este mes de enero con los aliados para conseguir la mayoría necesaria para la convalidación? ¿De verdad creen Javier Lambán y Emiliano García-Page que su coincidencia con PP y Vox en la crítica a un ministro del socio del Gobierno de coalición es una garantía de la fiabilidad de dicho Gobierno y de su presidente para las formaciones políticas que lo vienen acompañando desde la moción de censura de 2018 hasta hoy? Si así es como tratan a un socio del Gobierno, ¿qué no serán capaces de hacernos a quienes no somos ni socios? 

Y además, con base en una mentira inocultable. Las palabras del ministro Garzón en The Guardian son las que son y no cabe interpretación alguna en términos objetivos y razonables que las aproxime a lo que los portavoces del PP y Vox están haciendo. ¿Cómo es posible que dos presidentes socialistas de dos comunidades autónomas hayan actuado de la forma en que lo han hecho, convirtiéndose en altavoces de la falsedad? ¿No se les cae la cara de vergüenza de haber dicho lo que han dicho, convirtiéndose en acólitos de la derecha española?

Acabo de regresar de la Sierra de las Nieves, en donde he pasado los primeros días de 2022, y nada más llegar me he topado con el escándalo orquestado en torno a las palabras de Alberto Garzón en su entrevista en The Guardian. Tengo que confesar que me ha sorprendido y eso que, después de más de 30 años siguiendo la actualidad política del país y la forma en que se refleja en los diversos medios de comunicación, no es fácil sorprenderse de la distancia que puede existir entre una determinada noticia y la forma en que es transmitida a la opinión pública.

Como es natural, lo primero que hice tras oír primero y leer después la información sobre las palabras de Alberto Garzón, fue acudir a la fuente original y leerlas. Entre lo que el ministro dijo y lo que se está diciendo que dijo hay una distancia tan abismal que resulta imposible entender cómo es posible que el escándalo haya tomado cuerpo.