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Bildu: un éxito de la democracia

14 de diciembre de 2023 21:49 h

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No sé si los lectores jóvenes recordarán los Pactos de Madrid y de Ajuria Enea que suscribieron todos los partidos políticos con la finalidad de erigir un cordón sanitario frente a Batasuna, que esterilizara políticamente al brazo político de ETA. Los escaños de Batasuna no contarían para la formación de Gobierno en ninguno de los tres niveles en que se articula la dirección política del país: estatal, autonómico o municipal. Fueron instrumentos de mucha importancia en la lucha contra ETA. 

Ambos pactos descansaban en la premisa de que el cordón sanitario no tenía como objetivo impedir que el nacionalismo abertzale pudiera hacer política, sino impedir que lo hiciera al mismo tiempo que ETA mantenía su actividad terrorista. La desaparición de la actividad terrorista de ETA conllevaría, en consecuencia, la apertura del espacio para la acción política, como una opción más, del nacionalismo abertzale. El éxito de los Pactos no era acabar con el nacionalismo abertzale, sino la aceptación por este último del sistema político contra el que había estado haciendo uso de la lucha armada. 

La renuncia a la actividad terrorista, primero, y la disolución de ETA, después, sentaron las bases para la constitución de Bildu como un partido político más, que tendría que pasar el filtro del Registro de Partidos del Ministerio de Interior. La autoridad encargada del Registro de Partidos era la que decidía si Bildu podía participar en el sistema político español en condiciones de igualdad con todos los demás partidos. 

La constitución de Bildu y su reconocimiento por el Estado mediante la aceptación de su inclusión en el Registro de Partidos supuso la normalización de la representación política de la izquierda abertzale. Todo ello, como ha enfatizado recientemente José Luís Rodríguez Zapatero, se hizo sin cesión de ningún tipo a ETA. Fue un éxito de la democracia sin sombra de ningún tipo. Con Zapatero como presidente y con Rubalcaba como ministro de Interior. 

De ahí que no se entienda que se persiga mantener el cordón sanitario frente a Bildu, como lo están intentando hacer las derechas españolas. Bildu no es heredera de ETA, sino heredera del reconocimiento por parte de ETA de su derrota frente a la democracia española. Los conflictos únicamente se acaban cuando la parte que pierde reconoce la derrota. De ese reconocimiento nace Bildu, que debería ser celebrado por los demás partidos como lo que es: un éxito de la democracia española.

La ejecutoria de Bildu, además, desde su reconocimiento mediante la inscripción en el Registro de Partidos ha sido una ejecutoria impecable. En mi opinión, en su totalidad. Incluso cuando en algunas listas de las elecciones municipales se han incluido candidatos condenados en sentencia firme por delitos con derramamiento de sangre. Dicha inclusión no supone una afrenta a la sociedad española en general y a las víctimas del terrorismo en particular, sino todo lo contrario. ¿Qué mayor prueba del reconocimiento de la derrota que participar en el acto litúrgico más importante de la democracia a la que se ha estado combatiendo con las armas en las manos? ¿En dónde está la afrenta?

Está claro que no se supo explicar bien con antelación lo que la inclusión de esos condenados suponía y por qué se los incluía. Pero se reaccionó bien, reconociendo que no se había evaluado bien el dolor que se podía ocasionar a las víctimas y que se estaba dispuesto a rectificar. Bildu ha tenido mucho más respeto por las víctimas que el PP, que las ha estado manipulando permanentemente, como sabemos por las repetidas quejas de alguien tan por encima de toda sospecha en este terreno como Consuelo Ordóñez.

La moción de censura que ha convertido a un militante de Bildu en alcalde de Pamplona es una operación democrática impecable. Vamos a tener la ocasión de comprobarlo mediante la sencilla operación de comparar a lo largo de los cuatro años de mandato qué es lo que hace el gobierno municipal pamplonica con lo que están haciendo todos los gobiernos municipales de coalición del PP y Vox en todos los sitios donde gobiernan. De momento basta ver la cara que se le puso al presidente del Partido Popular europeo en el Parlamento, Manfred Weber, cuando el presidente del Gobierno español le informó en qué consistía la ejecutoria municipal de la coalición entre el PP y Vox.

No sé si los lectores jóvenes recordarán los Pactos de Madrid y de Ajuria Enea que suscribieron todos los partidos políticos con la finalidad de erigir un cordón sanitario frente a Batasuna, que esterilizara políticamente al brazo político de ETA. Los escaños de Batasuna no contarían para la formación de Gobierno en ninguno de los tres niveles en que se articula la dirección política del país: estatal, autonómico o municipal. Fueron instrumentos de mucha importancia en la lucha contra ETA. 

Ambos pactos descansaban en la premisa de que el cordón sanitario no tenía como objetivo impedir que el nacionalismo abertzale pudiera hacer política, sino impedir que lo hiciera al mismo tiempo que ETA mantenía su actividad terrorista. La desaparición de la actividad terrorista de ETA conllevaría, en consecuencia, la apertura del espacio para la acción política, como una opción más, del nacionalismo abertzale. El éxito de los Pactos no era acabar con el nacionalismo abertzale, sino la aceptación por este último del sistema político contra el que había estado haciendo uso de la lucha armada.