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Las cosas son lo que son

19 de abril de 2021 22:20 h

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 El nacionalismo catalán calificó de “plebiscitarias” las elecciones autonómicas de 2015. Fue en cierta medida la manera de responder a la frustración que supuso el no reconocimiento por parte del Gobierno presidido por Mariano Rajoy de la convocatoria del referéndum del 9 de noviembre de 2014. Se pretendió con ello dar una suerte de valor referendario al resultado de unas elecciones parlamentarias.

No fue muy consecuente el nacionalismo al interpretar el resultado electoral, ya que, como reconoció la misma noche electoral Antonio Baños, cabeza de la candidatura de la CUP, el plebiscito lo había perdido el nacionalismo, aunque las elecciones parlamentarias las hubiera ganado. Fueron más los ciudadanos que votaron a las candidaturas no independentistas, aunque, como consecuencia de la ley electoral, fueran las candidaturas independentistas las que obtuvieran mayor número de escaños.

Antonio Baños desapareció o lo hicieron desaparecer del mapa y el nacionalismo inició la legislatura como si el resultado electoral hubiera sido el que no había sido. Se consideró legitimado para convocar un nuevo referéndum. El resultado fue la convocatoria del referéndum del 1 de octubre de 2017, con las consecuencias de todos conocidas.

Las elecciones autonómicas son unas elecciones parlamentarias en el ámbito territorial propio de la comunidad autónoma de que se trate y nada más que eso. Si se las quiere convertir en algo distinto, el resultado suele ser un disparate.

Viene a cuento esta introducción del intento de convertir las elecciones del 4 de mayo para la Asamblea de Madrid en una suerte de elecciones “nacionales”. Se trata de una interpretación disparatada de la convocatoria. De manera distinta a como fue la del nacionalismo catalán en 2015, pero no menos disparatada.

Las elecciones de Madrid son importantes, muy importantes incluso, porque Madrid es Madrid. Pero, desde la perspectiva de la importancia de unas elecciones en Madrid para la investidura del Gobierno de la Nación, toque cuando toque dicha investidura, carecen de relevancia alguna.

En mi interpretación del sistema electoral español, Madrid es la circunscripción electoral menos relevante para la investidura del presidente del Gobierno. Es la circunscripción que más escaños aporta, pero es al mismo tiempo la circunscripción en la que el voto de cada ciudadano tiene menos peso.

Las circunscripciones más relevantes son, por un lado, las que tienen menos de seis escaños y por otro, las circunscripciones catalanas y vascas.

Las que tienen menos de seis escaños, porque un número reducido o incluso muy reducido de votos permite obtener un escaño. En esas circunscripciones es donde el PP y el PSOE han cimentado su hegemonía. Son circunscripciones en las que el sistema es formalmente proporcional, pero materialmente mayoritario. En la de Madrid, por el contrario, el sistema es completamente proporcional. La prima que tienen los dos grandes partidos en las circunscripciones pequeñas, desaparece por completo en Madrid. Con superar la barrera electoral del 3% se obtiene representación parlamentaria. Para Ciudadanos, por ejemplo, sería más fácil entrar en el Congreso de los Diputados que en la Asamblea de Madrid, en la que la barrera electoral es el 5%.

Las elecciones generales no se ganan en Madrid, sino en las algo más de 30 circunscripciones pequeñas.

O en las circunscripciones catalanas y vascas, en las que los partidos nacionalistas acumulan alrededor de 35 escaños, que suelen ser determinantes para arbitrar el resultado entre los dos grandes partidos de gobierno de ámbito estatal. Catalunya y País Vasco son mucho más determinantes que Madrid desde la perspectiva de la formación del Gobierno del Estado. Superar el veto de los nacionalismos catalán y vasco es muy difícil. Después del deterioro, más que quiebra del bipartidismo, casi imposible.

De la misma manera que fue un espejismo considerar plebiscitarias las elecciones catalanas de 2015, también lo es considerar nacionales las elecciones de Madrid del próximo 4 de mayo. Son importantes porque Madrid es importante, pero no porque de su resultado pueda deducirse ninguna indicación respecto a la continuidad de la legislatura y la futura formación de un Gobierno.

La continuidad de la legislatura y la permanencia de Pedro Sánchez en la presidencia del Gobierno va a estar mucho más condicionada por la forma en que se despeje la investidura del President de la Generalitat que por los resultados del 4 de mayo. 

Los resultados del 4 de mayo pueden incidir en el liderazgo del PP, ya que nadie adjudicará la victoria del PP, caso de producirse, a Pablo Casado, sino a Isabel Díaz Ayuso. Y también en hacer más visible el carácter imprescindible de Vox para la formación de un gobierno de derecha. Ninguna de esas dos circunstancias apuntan en la dirección del discurso de Pablo Casado en la moción de censura presentada por Santiago Abascal.

Esto será así en todo caso, independientemente del resultado electoral, aunque es obvio que no será indiferente. Madrid es importante, pero España es mucho más que Madrid.

 El nacionalismo catalán calificó de “plebiscitarias” las elecciones autonómicas de 2015. Fue en cierta medida la manera de responder a la frustración que supuso el no reconocimiento por parte del Gobierno presidido por Mariano Rajoy de la convocatoria del referéndum del 9 de noviembre de 2014. Se pretendió con ello dar una suerte de valor referendario al resultado de unas elecciones parlamentarias.

No fue muy consecuente el nacionalismo al interpretar el resultado electoral, ya que, como reconoció la misma noche electoral Antonio Baños, cabeza de la candidatura de la CUP, el plebiscito lo había perdido el nacionalismo, aunque las elecciones parlamentarias las hubiera ganado. Fueron más los ciudadanos que votaron a las candidaturas no independentistas, aunque, como consecuencia de la ley electoral, fueran las candidaturas independentistas las que obtuvieran mayor número de escaños.