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Fin a la fatalidad del triunfo de la extrema derecha
A pesar de que Emmanuel Macron no gestionó bien la decisión de disolver la Asamblea Nacional tras el resultado de las elecciones europeas, la decisión era correcta. Había que frenar esa impresión del irresistible ascenso de la extrema derecha. No se podía permitir que dicha impresión siguiera creciendo, porque, de lo contrario, se le podría estar entregando a la extrema derecha la victoria en las elecciones presidenciales de 2027. Eso hubiera sido una catástrofe difícilmente reversible. La fórmula electoral de sistema mayoritario a doble vuelta en 577 circunscripciones electorales había demostrado hasta la fecha que era un buen instrumento para que el impulso de la extrema derecha quedara reducido a sus justos términos. Era mejor enfrentarse con la extrema derecha en unas elecciones legislativas múltiples de manera inmediata, que esperar a hacerlo en las elecciones presidenciales. La extrema derecha ha crecido, pero está muy lejos de ser mayoritaria en Francia, como, por lo demás, tampoco lo es en Europa, como en las recién celebradas elecciones europeas se ha puesto de manifiesto.
A Emmanuel Macron le sobró ventajismo en la explicación de su decisión como una bomba lanzada a las piernas de la izquierda, que la haría trastabillarse y no poder competir con el partido presidencial. Ha ocurrido todo lo contrario. La precipitación con que se han convocado las elecciones, con la finalidad de que no pudiera constituirse un frente popular, ha conducido a todo lo contrario. Al no tener tiempo para discutir, han tenido que formar el Frente Popular y dejar la discusión para después. Tal vez con más tiempo hubiera sido más difícil.
Pero la apuesta de Macron era la correcta. Frenar a la extrema derecha, al fascismo del siglo XXI, era lo más urgente. Todo lo demás era secundario. Y en eso Emmanuel Macron ha sido coherente hasta el límite que podía serlo: convenciendo a los candidatos de su propio partido a retirarse de la competición si quedaban en tercer lugar en la primera vuelta y transmitiendo a sus votantes de manera inequívoca que no se podía votar, en ningún caso, al candidato de extrema derecha, aunque la alternativa fuera votar a un candidato comunista. Macron ha recordado a los miembros de su partido que él había sido presidente gracias a los votos de la izquierda, como también lo fue Chirac en su momento. La izquierda, ha recordado Macron, nunca ha tenido dudas en integrarse en un “frente republicano” contra la extrema derecha, cuyo programa es una enmienda a la totalidad a todo lo que ha supuesto la V República desde sus orígenes de manera ininterrumpida.
Macron fue ventajista inicialmente, pero ha sabido rectificar y comportarse de una manera inequívocamente democrática. No ha caído, mejor dicho, no ha tenido siquiera la tentación de hacer lo que ha hecho Alberto Núñez Feijóo, que no ha tenido el más mínimo problema para aliarse con Vox y que lo hará con Alvise si llega el caso. Macron nos ha hecho recordar la firmeza antifascista de Angela Merkel. Nos ha recordado cuales son los valores con base en los cuales se ha ido construyendo la democracia en Europa. Los valores que han posibilitado que la Unión Europea pudiera constituirse tras la caída del Muro de Berlín.
La extrema derecha está intentado destruir esos valores desde dentro. Eso es lo que representa la opción que está intentando liderar Victor Orban a la que se ha apuntado VOX. Lo que han dicho los ciudadanos franceses este domingo apostando por un Frente Repúblicano es que no hay compromiso posible con esa opción.
¿Entenderá el PP el mensaje o continuará con sus alianzas con Vox, cuyo programa es una enmienda a la totalidad a la Constitución de 1978 y a los valores democráticos con los que se ha construido la Unión Europea?
No cabe perder de vista, por último, el impacto que estas elecciones francesas, inmediatamente después del triunfo arrollador laborista en el Reino Unido, en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos el próximo 7 de noviembre. El éxito del referéndum sobre el Brexit impulsó la candidatura de Donald Trump en 2016. ¿Ocurrirá lo contrario en este 2024?
A pesar de que Emmanuel Macron no gestionó bien la decisión de disolver la Asamblea Nacional tras el resultado de las elecciones europeas, la decisión era correcta. Había que frenar esa impresión del irresistible ascenso de la extrema derecha. No se podía permitir que dicha impresión siguiera creciendo, porque, de lo contrario, se le podría estar entregando a la extrema derecha la victoria en las elecciones presidenciales de 2027. Eso hubiera sido una catástrofe difícilmente reversible. La fórmula electoral de sistema mayoritario a doble vuelta en 577 circunscripciones electorales había demostrado hasta la fecha que era un buen instrumento para que el impulso de la extrema derecha quedara reducido a sus justos términos. Era mejor enfrentarse con la extrema derecha en unas elecciones legislativas múltiples de manera inmediata, que esperar a hacerlo en las elecciones presidenciales. La extrema derecha ha crecido, pero está muy lejos de ser mayoritaria en Francia, como, por lo demás, tampoco lo es en Europa, como en las recién celebradas elecciones europeas se ha puesto de manifiesto.
A Emmanuel Macron le sobró ventajismo en la explicación de su decisión como una bomba lanzada a las piernas de la izquierda, que la haría trastabillarse y no poder competir con el partido presidencial. Ha ocurrido todo lo contrario. La precipitación con que se han convocado las elecciones, con la finalidad de que no pudiera constituirse un frente popular, ha conducido a todo lo contrario. Al no tener tiempo para discutir, han tenido que formar el Frente Popular y dejar la discusión para después. Tal vez con más tiempo hubiera sido más difícil.