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Juego sucio hasta el final

Fotograma del vídeo en el que el rostro de Ana Pontón (BNG) se funde con el de Arnaldo Otegi.
15 de febrero de 2024 22:30 h

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Leo en este diario una crónica de Luis Pardo sobre la campaña electoral en Galicia, con el título 'El PP lleva al límite su estrategia contra el BNG con un vídeo en el que transforma la cara de Pontón en la de Otegi', y creo que los hechos que se narran merecen un debate público mayor del que han suscitado. 

Antes de nada, quiero dejar claro que tengo un enorme respeto por Arnaldo Otegi y que considero muy positiva su contribución al abandono por parte del nacionalismo abertzale de la lucha armada y a la utilización de medios exclusivamente pacíficos dentro del sistema político español para hacer avanzar sus posiciones. Este era el objetivo de los Pactos de Madrid y de Ajuria Enea de finales de los años ochenta, y la ejecutoria de Arnaldo Otegi fue decisiva para que dicho objetivo se alcanzara. A pesar de ello, ha sido condenado con vulneración de los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución y en el Convenio Europeo de Derechos Humanos, habiendo estado seis años en la cárcel en cumplimiento de esta sentencia anulada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Una vez recuperada la libertad, ha continuado haciendo política por medios exclusivamente pacíficos de manera intachable.

Quiero decir que, personalmente no me sentiría insultado si se me llegara a comparar con Arnaldo Otegi. Simplemente se estaría faltando a la verdad, porque nuestras trayectorias son completamente distintas, pero nada más. Tengo el mismo respeto por Arnaldo Otegi que pienso que él tiene por mí. 

Pero no se me oculta que mi opinión de Arnaldo Otegi no es compartida mayoritariamente por los y las ciudadanos españoles. La identificación de Arnaldo Otegui con el terrorismo etarra sigue estando muy presente y equipararte con él puede tener un impacto electoral no desdeñable, por decirlo de manera suave. Para mí, la equiparación sería indiferente. Para Ana Pontón puede no serlo.

Ana Pontón es una persona dedicada a la actividad política desde hace muchos años. Tiene una ejecutoria dilatada en el propio Parlamento de la Comunidad Autónoma y encabeza en este momento la candidatura del BNG a la presidencia de la Xunta de Galicia. 

Es obvio que, como cualquier otro candidato o candidata, la señora Pontón tiene que aceptar que se la critique no solamente por los candidatos de otras formaciones políticas, sino por los medios de comunicación y los miembros del cuerpo electoral sin excepción. Tanto si forman parte del cuerpo electoral gallego como si forman parte del cuerpo electoral español en su totalidad. También los que no somos ciudadanos gallegos tenemos o podemos tener interés en el resultado de las elecciones y en quién puede ser el presidente de la Xunta y, en consecuencia, podemos expresar nuestra opinión sobre su candidatura.

También es obvio que la libertad de expresión respecto de un ciudadano o ciudadana que compite en una campaña electoral tiene una protección superior a la que pueda tener en otras circunstancias. Un ciudadano o ciudadana normal y corriente no tiene por qué soportar la crítica hacia su persona o sus circunstancias personales o familiares en la forma en que tiene que soportarla el candidato o candidata a la presidencia de una Comunidad Autónoma. 

Pero hay límites que no se pueden traspasar en ningún caso en el ejercicio del derecho a la libertad de expresión, aunque sea en el marco de una campaña electoral y aunque el destinatario de la misma sea quien encabeza la candidatura de una formación política a la presidencia de la Comunidad Autónoma. 

Los derechos constitutivos de la personalidad que figuran en el artículo 18.1 de la Constitución son infranqueables. Y lo son porque son constitutivos de la personalidad, de la individualidad de cada persona. Ese momento de la individualidad es insoslayable. Y la de la señora Pontón no es la del señor Otegi. Esa individualidad de la señora Pontón se desvanece en el vídeo puesto en circulación por el PP, y la señora Pontón del momento inicial del vídeo acaba siendo el señor Otegi en el punto final. La señora Pontón ha ocultado su verdadera personalidad a lo largo de su trayectoria, que no es otra que la del señor Otegi. Este es el mensaje fraudulento que el vídeo transmite subrepticiamente.

El honor de la señora Pontón y el honor del señor Otegi no son intercambiables. Cada uno es portador de un honor conforme a la que ha sido su ejecutoria política. Al hacerlos intercambiables en el vídeo, el PP está vulnerando el derecho al honor de ambos, aunque dada la circunstancia electoral en que se produce y el propio tenor de las imágenes y de las palabras utilizadas en el vídeo, está claro que es contra el honor de la señora Pontón contra el que está dirigido. 

Lo mismo se puede decir del derecho a la propia imagen. Cada uno de ellos tiene la suya y no es constitucionalmente aceptable el intercambio que en el vídeo se produce. 

En el derecho al honor y a la propia imagen de Arnaldo Otegi no puede no estar presente el terrorismo. En los derechos al honor y la propia imagen de Ana Pontón no hay ni el más mínimo rastro de terrorismo. En consecuencia, el intercambio que se produce en el vídeo vulnera ambos derechos, proyectando, además, la presencia del terrorismo tanto en la trayectoria política como en la campaña electoral de la candidata del BNG a la presidencia de la Xunta.

Me imagino que el BNG habrá movilizado ya sus servicios jurídicos para denunciar ante la Junta Electoral la vulneración de los derechos fundamentales que se han producido con la emisión del vídeo. En mi opinión, Ana Pontón debería acudir a la jurisdicción civil por vulneración de derechos fundamentales, a fin de conseguir la reparación debida por tal vulneración.

No es infrecuente que las campañas acaben como empiezan. El vídeo final encaja perfectamente con el juego sucio que ha presidido la del PP. 

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