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Odio y alegría: estrategias electorales interconectadas
La sustitución de Joe Biden por Kamala Harris con candidata del Partido Demócrata a la presidencia de los Estados Unidos ha dado un vuelco a la campaña electoral. En apenas tres semanas, lo que parecía que iba a ser una victoria contundente de Donald Trump ha dejado de parecerlo. En las últimas encuestas tanto a nivel federal como en los estados clave para decidir la mayoría en el Colegio Electoral, la candidata demócrata ha adelantado al candidato republicano, aunque la diferencia no sea determinante. Puede ganar cualquiera de los dos. Lo que sí es importante es que con Joe Biden no había partido, mientras que con Kamala Harris sí lo hay.
El cambio más llamativo que se ha producido ha sido la reducción del porcentaje de los denominados “double haters”, es decir, del número de los “probables votantes” cuyo sentimiento dominante era el odio hacia los dos candidatos: Biden y Trump. En los sondeos de Times/Sienna, uno de los más prestigiosos de todos los Estados Unidos, la sustitución de Biden por Harris se ha traducido en un descenso del 20% al 8%. Lo que parecía que iba a ser un elemento de suma importancia en la elección del Presidente/Presidenta, ha dejado de serlo. O, mejor dicho, puede expresarse de una manera subrepticia.
No hay ningún estudio cualitativo que permita deducir lo que dicha reducción puede suponer para la elección de cada uno de los candidatos, aunque el único sondeo sobre esta reducción de la Monmouth University apunta a que es Kamala Harris la que se beneficia de la misma. Si en junio el 54% de los “double haters” no apoyaban ni a Biden ni a Trump, en este sondeo de agosto Harris cuenta con el apoyo del 53% y Trump, solo con el 11%. Pero la reducción de los “double haters” no se ha traducido en un descenso en la valoración de Donald Trump, que incluso ha subido un punto en la valoración en la media de todas las encuestas. Sí ha supuesto equiparar a ambos partidos en la competición electoral. El partido demócrata ha subido espectacularmente con la sustitución de Joe Biden por Kamala Harris, pero el partido republicano no ha bajado. Pareciera que se ha producido con carácter general una sensación de alivio en el conjunto de la población con la retirada de Joe Biden de la competición.
Cuando finalice la Convención demócrata en Chicago este próximo fin de semana y se haga la proclamación oficial de Kamala Harris como candidata, empezará la carrera electoral stricto sensu y ese será el momento en el que se comprobará cómo se traduce esa reducción del “odio” en la campaña de ambos candidatos.
A pesar de que en el Partido Republicano se está presionando a Donald Trump para que no haga una campaña puramente negativa, en la que predominen mensajes racistas y antifeministas, no parece que dicha presión esté surtiendo ningún efecto. Como ha escrito Sabrina Haake (Salon 11 de agosto): “Las sensaciones importan: Trump apenas puede contener sus celos sobre la alegría de la campaña de Harris”. Su discurso de estos últimos días se está centrando en “su legitimidad” para hacer este tipo de campaña como consecuencia de lo que entiende que es el juego sucio que está practicando la candidata demócrata. Sin un cambio de candidato, por lo demás imposible, no cabe esperar del partido republicano más que un aumento del “odio” como eje central de su campaña.
Completamente distinta es la sensación que se obtiene de lo que ha sido la trayectoria del ticket Harris/Walz, como se ha puesto de manifiesto en todos los mítines que han protagonizado en estas últimas semanas. El tono de la Convención de esta semana nos sacarás de dudas.
Esta tensión entre el “odio” y la “alegría” es lo que convierte a esta campaña en todavía más decisiva. De una victoria de Trump no cabría esperar sino lo peor de lo que puede dar de sí una sociedad polarizada casi al borde de una guerra civil.
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