Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.
La Plaza de España: ¿anécdota o categoría?
No recuerdo muy bien por qué, pero sí recuerdo que al iniciarse el momento de la tertulia en el Hoy por Hoy de la Cadena Ser, dirigido por Iñaki Gabilondo, se suscitó un día un intercambio de opiniones acerca de cómo accedíamos a la sede de la radio desde el lugar donde vivíamos cada uno de los tertulianos. Conté el paseo que para mí suponía partir del barrio del Porvenir, entrar en el Parque de María Luisa por la Plaza de América, seguir la travesía del parque pasando por la Plaza de España, desembocar en la que fue Fábrica de Tabacos y ahora es sede de la Universidad, bordear la muralla del Alcázar por los jardines de Murillo, entrar por la Judería hasta el Patio de Armas del Alcázar, salir y tener en frente el Archivo de Indias a un lado y la Catedral con la Giralda al otro, atravesar la Plaza Nueva y finalizar con la Espadaña de la Magdalena antes de entrar en la calle González Abreu donde está la Ser.
No tan extraordinario, pero también excepcional, era el itinerario alternativo que hacía algunos días, siguiendo el curso del río con los pabellones de México, Brasil, Colombia, Argentina, Uruguay, Perú, Chile, el Palacio de San Telmo, la Torre del Oro, la Iglesia de la Caridad y las Atarazanas, la Maestranza Teatro y Plaza de Toros con la calle Betis enfrente, el Puente de Triana, la calle Reyes Católicos y la Espadaña de la Magdalena antes de entrar en Radio Sevilla.
Me he acordado de esa mañana en el Hoy por Hoy, tras haber conocido la estrambótica propuesta del alcalde de Sevilla de controlar el acceso a la Plaza de España de los turistas mediante el pago de una entrada. Comprendo que el alcalde tiene que estar preocupado por el crecimiento exorbitante del número de turistas que visitan Sevilla y por el incremento notable de gastos que generan para el mantenimiento del patrimonio público de la ciudad. Pero no entiendo la fórmula que ha propuesto para hacer frente al problema.
En primer lugar, porque la Plaza de España es la sede de la Administración periférica del Estado en Andalucía: Delegación del Gobierno, Subdelegación del Gobierno (antiguo Gobierno Civil), Servicio de inmigración y extranjería, Confederación Hidrográfica, Capitanía General. El Ayuntamiento carece de competencia para regular el acceso a dicha Administración del Estado.
En segundo lugar, porque es una respuesta insuficiente, en la medida en que deja desprotegido el resto del patrimonio público, que también tiene que soportar el enorme incremento del número de turistas.
Y en tercer lugar porque dificulta la convivencia ciudadana entre los propios sevillanos de manera injustificable. Tener que acreditar la condición de vecino en el punto de entrada que se establezca cada vez que se tenga que atravesar la zona que ha dejado de ser de tránsito libre supone una molestia cotidiana para un número significativo de sevillanos.
En realidad, el problema debería estar resuelto desde hace ya tiempo. La fórmula de la tasa turística está inventada y no ha planteado problema de ningún tipo allí donde se ha implantado. El anterior Gobierno municipal solicitó insistentemente al Gobierno de la Junta de Andalucía autorización para imponerla, sin conseguirlo. Ha sido la cerrazón de este último ante cualquier medida que suponga el fortalecimiento de lo público lo que ha impedido que se haya hecho en Sevilla lo que se ha ensayado con éxito en múltiples ciudades.
La ocurrencia del actual alcalde respecto de la Plaza de España no es una anécdota. Es un reflejo de la política privatizadora del Gobierno de la Junta de Andalucía.
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