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Una semana después
La sentencia dada a conocer el pasado lunes por el Tribunal Supremo (TS) ha sido analizada jurídicamente desde distintas ópticas a lo largo de esta semana, con pronósticos diversos e incluso contradictorios respecto del pronunciamiento que pueda producirse sobre ella por parte del Tribunal Europeo de Derecho Humanos (TEDH), ante el que sin duda recalará. Juristas a los que tengo mucho respeto, como Diego López Garrido o José María Mena consideran que el recurso que se interponga ante dicho tribunal tiene pocas posibilidades de prosperar, mientras que otros juristas, por los que tengo el mismo respeto, como Luis López Guerra o Bartolomé Clavero, piensan lo contrario. Podría citar muchos más, pero con mencionarlos a ellos me parece suficiente.
Sea el que sea el resultado final, el recorrido temporal será largo. No se si se interpondrá un recurso de nulidad de actuaciones ante el propio TS, ya que, dada la respuesta detenida que en la sentencia se da a las posibles vulneraciones de derechos fundamentales, no creo que sea necesario agotar ese trámite. En mi opinión, se podría acudir directamente en amparo ante el Tribunal Constitucional (TC). Este sí es un recurso obligatorio para agotar la vía judicial interna y poder acudir posteriormente al TEDH.
La tramitación de ambos recursos se entrelazará con la tramitación de la cuestión prejudicial ante el TJUE respecto de la inmunidad de Oriol Junqueras, así como con la tramitación de las órdenes de detención y entrega dictadas por el juez Pablo Llarena respecto de Carles Puigdemont y Toni Comín ante la justicia belga y contra Clara Ponsatí ante la justicia escocesa. En el caso de Puigdemont y Comín entrará en juego también la cuestión de la inmunidad, ya que ambos fueron elegidos diputados al Parlamento Europeo el pasado 26 de mayo. Me imagino que lo primero que hará la defensa de Carles Puigdemont es alegar ante el juez belga que no tome una decisión sobre la orden de detención y entrega hasta que el TJUE haya resuelto la cuestión prejudicial planteada por el TS respecto de la inmunidad de Oriol Junqueras. En el caso de que el TJUE entendiera que Oriol Junqueras es portador de inmunidad como diputado europeo, también lo sería Puigdemont y, en consecuencia, no se podría proceder a su detención y entrega a la justicia española, sino que habría que solicitar el suplicatorio previamente al Parlamento Europeo.
Todo esto va a llevar su tiempo, que, aunque pueda acabar no siendo extraordinario desde una perspectiva judicial, será, en todo caso, una eternidad desde una perspectiva política. Jurídicamente la sentencia es firme y ya no caben más que esos dos recursos no ante el poder judicial, sino ante el TC, que no es poder judicial, y ante el TEDH, que es un órgano supranacional. En la justicia española no hay más recorrido. No cabe más que esperar a las futuras sentencias del TC y el TEDH.
Políticamente, sin embargo, nos vamos a tener que ocupar de los efectos de la sentencia, porque van a condicionarlo todo. En esta semana, habiendo pasado muchas cosas como la marcha de los pensionistas, las últimas decisiones judiciales sobre la exhumación del general Franco o la declaración de Esperanza Aguirre en la operación Púnica, la respuesta de parte de la sociedad catalana a la sentencia lo ha tapado todo. Queda por ver lo que ocurre esta próxima semana, aunque la medida preventiva de cambiar la fecha del partido Barcelona-Real Madrid ya es un indicador de lo que se prevé que pueda ocurrir.
De momento, la sentencia nos ha retrotraído a la situación en que nos encontrábamos tras el resultado de las elecciones andaluzas del 2 de diciembre de 2018 y la convocatoria de las elecciones generales del 28 de abril. Nuevamente Catalunya se convierte en el eje del debate y con posiciones similares a las de entonces: ley de seguridad nacional, artículo 155 y estado de excepción como propuestas de las tres derechas, rechazo de dichas propuestas por el momento por parte del PSOE y de manera absoluta por parte de Unidas Podemos y Más Madrid. Los partidos nacionalistas catalanes y vascos divorciándose del sistema de partidos español.
No parece que en las tres semanas que quedan antes del 10N el panorama vaya a ser muy distinto, a menos que los resultados de las encuestas que se vayan haciendo aconseje a los distintos partidos algún tipo de rectificación. La opinión pública puede cambiar a mucha velocidad, pero la inversión que están haciendo las derechas en la “estrategia punitiva” respecto de Catalunya es tan enorme que no creo que puedan corregir el rumbo en tan poco tiempo. Y esa “estrategia punitiva”, con la ayuda de la tramitación de determinados asuntos por terrorismo, la filtración de noticias desde las “cloacas” del Estado y su propagación por la “Brunete mediática” (Arzalluz), condicionará la agenda electoral de los demás.
Resulta difícil de entender que esto no lo previera Pedro Sánchez. Convocar unas elecciones sabiendo que la sentencia iba a ser dada a conocer en las semanas inmediatamente anteriores al día de la votación resulta difícilmente explicable. Lo previsible es que sea más difícil formar Gobierno tras el 10N de lo que lo era tras el 28A. Y además con un sistema político mucho más deteriorado, en el que el debate político resulta imposible. Cuando se pide la dimisión del ministro del Interior porque hace un alto en un bar para tomarse una hamburguesa antes de volver al Ministerio, ya está dicho todo. La anécdota se convierte en categoría. ¿De qué se puede hablar con gente que se comporta de esta manera?
La digestión del 10N va a ser complicada. Entre otras cosas porque, si se confirman los resultados de los partidos nacionalistas catalanes y vascos, en los que todas las encuestas coinciden y que suponen la repetición de los que obtuvieron el 28A, que han sido los mejores de todas las elecciones generales sin excepción, no se podrá formar gobierno sin contar con ellos, excepto si PSOE y PP deciden constituir una “gran coalición”.
Como recordaba hace unos días Miguel Ángel Aguilar en Vozpópuli, reproduciendo un suelto de los que Julio Cerón publicaba en ABC: “La ley de la gravedad no es nada en comparación con lo que nos espera”.
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