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¿Es suficiente el 50%?
En las últimas elecciones generales, las tres candidaturas representativas del nacionalismo catalán supusieron el 6,73% de los votos válidamente emitidos en el conjunto del Estado para la composición del Congreso de los Diputados. Han sido los mejores resultados que ha obtenido el nacionalismo catalán desde las primeras elecciones constitucionales de 1979.
Ese porcentaje refleja con exactitud el peso del nacionalismo catalán en la sociedad española. Los partidos nacionalistas catalanes ni están sobrerrepresentados, como lo han estado PSOE y PP con mucha intensidad en el pasado y con menos en el presente, pero tampoco están infrarrepresentados, como le ha pasado al PCE/PSUC e IU en todas las elecciones o como le ha ocurrido a todos los partidos desde Ciudadanos para abajo en las últimas elecciones.
El nacionalismo catalán tiene en el Congreso de los Diputados el peso que tiene que tener. Ni más ni menos. Su peso en la constitución formal del Estado se corresponde con su peso en la constitución material de España.
Ese peso es suficiente para que no se pueda constituir gobierno establemente en España sin su concurso. Únicamente en aquellas elecciones en que el PSOE o el PP tienen mayoría absoluta se puede constituir gobierno sin el concurso activo o pasivo del nacionalismo catalán. Dado que las mayorías absolutas se han ido para no volver, parece evidente que hay y que habrá que seguir contando con el nacionalismo catalán para la dirección política del país.
Lo hemos podido comprobar en las cuatro elecciones generales celebradas desde 2015. En las de 2016, el PP pudo formar gobierno sin mayoría parlamentaria por la abstención del PSOE, pero, en cuanto se consiguió levantar el cordón sanitario que el PP había erigido en torno al nacionalismo catalán, se aprobó la moción de censura que sacó a Mariano Rajoy de La Moncloa y puso en su lugar a Pedro Sánchez. La mayoría de la moción de censura se ha visto confirmada en todas las elecciones celebradas con posterioridad. Los resultados de todos los sondeos sin excepción indican que la mayoría de la moción de censura de 2018 sigue siendo la mayoría social y parlamentaria del país.
Sin el nacionalismo catalán no hay posibilidad de formar gobierno establemente en España. Con un porcentaje relativamente reducido de votos respecto del conjunto del cuerpo electoral, se puede dificultar cuando no imposibilitarlo. Para gobernar hace falta una mayoría sólida. Para impedir gobernar hace falta una minoría relativamente pequeña. Esto es algo en lo que el nacionalismo catalán tiene una gran experiencia.
Justamente por eso, no entiendo el mensaje del 50% que se viene transmitiendo en estas últimas semanas, especialmente desde la despedida del president Torra tras su inhabilitación mediante una sentencia ciertamente infame. Pensar que a partir del 50% de los votos válidamente emitidos, ni siquiera del censo electoral, se puede iniciar un proceso de independencia directamente o se puede inducir a que la Comisión Europea obligue al Gobierno español a autorizar la celebración de un referéndum, como ha sugerido Elsa Artadi, es confundir los deseos con la realidad.
La sociedad catalana es políticamente tan heterogénea como la sociedad española. Tal vez un poquito más todavía. El nacionalismo catalán es heterogéneo en su composición, de la misma manera que lo es el nacionalismo español. Si el nacionalismo español fuera homogéneo, el concurso del nacionalismo catalán no sería necesario para formar gobierno.
Jugando a la contra del nacionalismo español, el catalán puede parecer homogéneo. Pero en cuanto tuviera que gobernar en un Estado independiente se vería que no lo es. Intentar gobernar con base en un 50%, dividido en dos 25%, cada uno de los cuales es la suma de dos formaciones políticas distintas, teniendo en frente un 50% de población no nacionalista, también fragmentada pero que puede expresarse unitariamente en negativo y que además cuenta con la vecindad de un Estado español del que ese 50% no nacionalista se siente parte, es una tarea imposible.
La convivencia dentro del mismo estado se ha hecho muy difícil, pero la ruptura de dicho estado por el nacionalismo catalán es prácticamente imposible. Únicamente en el caso de que España se convirtiera en un estado “fallido”, como se convirtió la antigua Yugoslavia, podría abrirse camino un proceso de centrifugación, que permitiera la constitución de varios estados a partir de lo que ahora mismo es el español. Pero, excluido ese supuesto, pensar que con sumar entre todas las candidaturas nacionalistas catalanas más del 50% en unas elecciones autonómicas, sería suficiente para imponer la independencia y gobernar un estado catalán independiente, me parece una ensoñación.
El nacionalismo español ha tardado casi dos siglos en dar una respuesta mínimamente democrática a la dirección política del país. Y ha sido posible dicha respuesta por la existencia de los nacionalismos catalán y vasco, sin cuyo concurso no se habría conseguido. La posición en la que se encuentra el nacionalismo catalán es muy distinta y, en mi opinión, carente de fuerza para protagonizar un proceso de independencia viable.
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