Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.
Ya está bien
Todos hemos podido ver en televisión en directo cómo Santiago Abascal inició su discurso en la reciente moción de censura afirmando que el Gobierno de Pedro Sánchez era el peor de los últimos 80 años, borrando de esta manera la frontera entre el Régimen del General Franco y la Democracia Constitucional. Según él, a los gobiernos de Franco se les puede juzgar con el mismo canon que a los Gobiernos democráticos. Esa es la posición de Vox con la que “su” candidato a la presidencia del Gobierno inició la exposición de “su” programa de Gobierno con la finalidad de obtener la confianza del Congreso de los Diputados para poder aplicarlo. Pues en la exposición de un “programa de gobierno” es en lo que consiste el momento “constructivo” de la moción de censura. Es el momento en que un partido expresa su identidad, que para Vox supone poner en el mismo plano el fascismo y la democracia.
Es posible que, como acaba de sostener recientemente Julián Casanova, no se pueda calificar de genocidio la ejecutoria del general Franco durante la Guerra Civil y durante la posterior dictadura, aunque el propio autor subraya que ello no disminuye en lo más mínimo la naturaleza espantosamente criminal de dicha ejecutoria. Pero se la califique de genocidio o de “holocausto”, como hace Paul Preston, de lo que no cabe duda es de que no ha existido en toda la historia de España ninguna manifestación de ejercicio de la violencia política que se aproxime, ni de lejos, a la que protagonizó el general Franco.
El terrorismo de ETA ha sido espantoso. Sobre esto hay un acuerdo generalizado. Pero a nadie medianamente informado se le ocurriría comparar la violencia terrorista de ETA con la violencia “institucionalizada” del Régimen del General Franco. La distancia entre una y otra es sencillamente inconmensurable.
¿Cuál es la razón, entonces, por la que EH Bildu, una vez que ETA no solamente ha abandonado la actividad terrorista, sino que se ha disuelto, no puede ser aceptado como un partido más que participa en el sistema político con la representación que los ciudadanos le proporcionan con sus votos, en tanto que sí puede hacerlo Vox, que sigue defendiendo la trayectoria del General Franco y que compara sus gobiernos con los gobiernos de la democracia? ¿Cuál es la razón por la que los votos de EH Bildu en el Congreso de los Diputados no pueden ser aceptados para rechazar una enmienda a la totalidad a los Presupuestos Generales del Estado como la presentada entre otros partidos por Vox? ¿Por qué el hecho de que los tres diputados de EH Bildu hayan votado contra las enmiendas a la totalidad de Vox y del PP supone que el presidente del Gobierno ha cruzado una “línea negra” (Pablo Casado), mientras que no lo ha supuesto la coincidencia de PP y Vox no solo en la presentación de tales enmiendas, sino en los gobiernos de múltiples Comunidades Autónomas y municipios?
Desde una perspectiva democrática, la trayectoria de EH Bildu es mucho más limpia que la de Vox. EH Bildu está haciendo lo que desde los Pactos de Madrid y de Ajuria Enea se le pidió al nacionalismo abertzale que hiciera: que abandonara la lucha armada y que defendiera pacíficamente su programa político. Es lo que está haciendo. ¿Hay alguien que pueda acusar a EH Bildu desde su inclusión en el Registro de Partidos del Ministerio de Interior de alguna actividad contraria a la Constitución? ¿Ha hecho EH Bildu en los últimos años algo comparable a la Operación Kitchen? Cuando los partidos democráticos le exigían al nacionalismo abertzale que abandonara la lucha armada y que, si la abandonaba, se podría integrar en el sistema político español como un partido más, ¿se lo exigían de verdad o no? ¿La mancha de ETA es imborrable y la de Franco no?
El riesgo para la democracia española en este momento no es la presencia de EH Bildu en el Congreso de los Diputados, sino la presencia de Vox. Tanto EH Bildu como Vox tienen derecho a formar parte del sistema político español, pero EH Bildu no supone ninguna amenaza para el mismo, en tanto que Vox sí.
Trump, Bolsonaro, Orban, Salvini... La trayectoria de estos personajes es la trayectoria de Santiago Abascal en España. Él mismo lo ha reconocido con sus palabras y con su conducta. Y en esta trayectoria es donde está el riesgo para la supervivencia de la democracia como forma política en este momento. El nacionalismo abertzale no supone el más mínimo riesgo para la democracia española. El “nacionalismo españolista” de Vox sí. No de destrucción de la misma, pero sí de su “desnaturalización”, de su transformación en una democracia “no liberal” o “iliberal”, por utilizar el término popularizado por Víctor Orbán.
Con esta trayectoria hacia la democracia “iliberal”, inequívoca en Vox, es con la que está coqueteando el PP en todos los sitios donde puede hacerlo, es decir, tanto en el Estado como en todas las Comunidades Autónomas menos en Catalunya y País Vasco, donde la presencia de ambos es marginal. De aquí es de donde pueden venir las amenazas para nuestro sistema democrático. Cualquiera que conozca mínimamente la literatura política sobre cómo mueren las democracias, sabe que es así.
Por lo que parece, a los presidentes socialistas de Castilla-La Mancha, Aragón y Extremadura, les cuesta entenderlo, ¿puede creer alguno de ellos en su fuero interno que EH Bildu es una amenaza para la democracia española?
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