Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
Una bandera: más que un símbolo, un reconocimiento
Más que la aplastante votación en la ONU del pasado jueves para levantar la bandera de Palestina en la organización, el momento de las explicaciones de voto fue probablemente el más interesante. 10 países de la Unión Europea votaron a favor. En sus explicaciones fueron desde España, que corrió a señalar que ese voto no significa que Madrid reconozca a Palestina, hasta Francia y Polonia, con París señalando que levantar la bandera de Palestina es un símbolo de esperanza, y Varsovia explicando que para ellos la bandera polaca significó un símbolo de existencia “cuando Polonia no existía”. En otras palabras, una resolución llena de simbolismo.
Los 18 europeos que se abstuvieron siguieron todos las mismas explicaciones: desde Gran Bretaña hasta Alemania y Holanda explicaron que el voto tenía que ver solo con un tema de “procedimiento”, ya que por 70 años solo las banderas de los países miembros plenos se habían elevado en la ONU. A ellos les respondió indirectamente el representante de Islandia: “Si, cambia una tradición, pero no hace ningún daño”. A ello, agregaría que Islandia espera que pronto Palestina sea un miembro de pleno derecho en la organización.
En el caso de Latinoamérica, prácticamente en su totalidad votó a favor de la misiva, salvo las notables excepciones de Paraguay cuyos representantes salieron de la sala, y Colombia junto a Panamá que se abstuvieron. Las justificaciones de voto Latinoamericanas fueron las más directas: mientras el ministro de Exteriores argentino Hector Timerman señalaba que nadie puede condicionar el derecho a Palestina a existir salvo los palestinos mismos, y que el hecho de que Palestina no sea un estado miembro demuestra el porqué la organización necesita una reforma (ya que en el Consejo de Seguridad cualquiera de los 5 miembros permanentes puede vetar la moción), el delegado de Bolivia señalaba que “cuando veamos la bandera de Palestina en la organización, será un recordatorio del Muro, de las colonias, de los muertos, los heridos y los prisioneros de la ocupación israelí”.
La ministra de Exteriores venezolana Delcy Rodriguez se encargó de responder al discurso del saliente embajador israelí Ron Prosor, quien acuso a la ONU de “rendirse” frente a la “impunidad” con la que actúan los palestinos. La ministra Rodríguez dijo “respondiéndole al representante del país que no pudo obtener apoyos para detener la iniciativa: lo que hemos escuchado es la arrogancia de la fuerza militar hablando, la arrogancia de la violencia. Ustedes no tienen ningún derecho a atacarnos porque nosotros no apoyamos vuestros crímenes”.
Es que el discurso del delegado israelí, el último en su calidad de representante de la potencia ocupante en la asamblea, fue un ataque deliberado a la organización por permitir que los palestinos “hagan lo que quieran” con ella. Israel, un país cuya legitimidad legal está dada simplemente por una resolución de la Asamblea General de la ONU (Res. 181 de 1947), se ha encargado desde entonces de violar todas las disposiciones de la carta de la ONU y sus resoluciones que competan al pueblo palestino. Cuando en vista de esa impunidad, ayudada por las fisuras mismas de la estructura de la organización, Palestina intenta fortalecer sus derechos en resoluciones, Israel acusa a la organización de ser “pro-palestina”.
Claramente que levantar la bandera de Palestina en la ONU es un paso simbólico. No es, como implicase la representante norteamericana Samantha Power, un intento de reemplazar las negociaciones, sino de consolidar lo que es un derecho inalienable según la organización, que es el derecho de cada pueblo a ser libre.
Si es que incluso para levantar una bandera, países como Estados Unidos, Canadá y Australia consideran que Palestina debe pedir autorización a Israel, se entiende el porqué el llamado “proceso de paz” ha fracasado. Aquella actitud es otro símbolo, tal como la bandera, de que para muchos el “proceso de paz”, más que un vehículo para terminar con la ocupación israelí fue una forma de garantizar la impunidad israelí en sus diarios crímenes en Palestina.
Es así como la simple votación para hacer que la bandera de Palestina vuele en la organización trajo de vuelta la necesidad de internacionalizar la solución, probablemente un modelo parecido al iraní, para permitir pasar del simbolismo de la bandera palestina flameando en Nueva York a la realidad de la bandera palestina flameando en Jerusalén.
Más que la aplastante votación en la ONU del pasado jueves para levantar la bandera de Palestina en la organización, el momento de las explicaciones de voto fue probablemente el más interesante. 10 países de la Unión Europea votaron a favor. En sus explicaciones fueron desde España, que corrió a señalar que ese voto no significa que Madrid reconozca a Palestina, hasta Francia y Polonia, con París señalando que levantar la bandera de Palestina es un símbolo de esperanza, y Varsovia explicando que para ellos la bandera polaca significó un símbolo de existencia “cuando Polonia no existía”. En otras palabras, una resolución llena de simbolismo.
Los 18 europeos que se abstuvieron siguieron todos las mismas explicaciones: desde Gran Bretaña hasta Alemania y Holanda explicaron que el voto tenía que ver solo con un tema de “procedimiento”, ya que por 70 años solo las banderas de los países miembros plenos se habían elevado en la ONU. A ellos les respondió indirectamente el representante de Islandia: “Si, cambia una tradición, pero no hace ningún daño”. A ello, agregaría que Islandia espera que pronto Palestina sea un miembro de pleno derecho en la organización.