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Derecho y subversión

Los europeos cometen un delito continuado contra aquellos que por muchas y diversas razones desean emigrar a Europa. Un delito contra personas que reclaman el derecho del que hacen uso los europeos desde hace siglos de forma natural.

Poco después de las últimas muertes acaecidas frente a la isla italiana de Lampedusa el pasado otoño, ya era de temer que estas no acapararían la atención de la opinión pública durante mucho tiempo más. Los políticos responsables en Europa lo saben y retardan conscientemente sus actuaciones. Y, desgraciadamente, así volvió a ocurrir: el 27 de enero de este año murieron ahogados doce refugiados de Afganistán y Siria mientras la Guardia Costera griega remolcaba su bote. Tres mujeres y nueve niños. El 6 de febrero fallecieron 15 inmigrantes africanos en el intento de alcanzar Ceuta a nado, un enclave español en suelo marroquí. Los vigilantes fronterizos españoles les dispararon balas de goma. Algunos murieron porque les alcanzaron los tiros, otros se ahogaron. Se conocen algunos de sus nombres: Ibrahim Keita, Armand Debordo Bakayo, Joseph Blaise, Yves Martin Blong, Ousman Kenzo y Oumar Ben Sanda son algunos de ellos.

Desde que comenzaron mis conversaciones con los periódicos DIE ZEIT y eldiario.es acerca de escribir regularmente una columna para el ZEIT ONLINE y Contrapoder, medito sobre la cuestión que impregna diariamente nuestro trabajo como abogados y defensores de los derechos humanos: ¿de cuáles de los muchos ataques a los derechos humanos que se producen en el mundo debemos ocuparnos? En realidad no me gustaría ponderarlos ni tratar unos en detrimento de otros, y desde luego no me gustaría erigirme en juez. Pero naturalmente en la práctica lo hago.

¿Cuento primero una historia de héroes? Por ejemplo, la del ex juez español Baltasar Garzón, que hace poco dio una conferencia en Berlín sobre cómo propició el arresto del dictador chileno Pinochet ¿O informo sobre las masacres, las violaciones y los asesinatos que están teniendo lugar actualmente en Siria, Colombia, India y otros lugares? ¿Sirvo al voyeurismo y charlo sobre mi cliente actual quizás más conocido, Edward Snowden? ¿Debo ocuparme solo de los otros, de Corea del Norte o del Congo, o no debemos más bien poner coto a las lesiones de los derechos humanos que tienen lugar en Alemania o que son originadas por Alemania o por Europa? Sobre todo ello y aun sobre muchas cosas más escribiré en los próximos meses tanto en ZEIT ONLINE como en Contrapoder. Y por cierto de un modo “bastante subversivo”.

¿Por qué “bastante subversivo”? El Derecho y la subversión parecen excluirse mutuamente. Subversión significa destruir o trastornar y en el uso lingüístico actual se refiere a las relaciones de poder. Son justamente tales relaciones de poder las que a menudo son perpetuadas por el Derecho; por ejemplo, cuando el Derecho penal se emplea como instrumento de represión. No obstante, el derecho a la igualdad y a la universalidad, que es inherente a los derechos humanos, esconde también un potencial emancipador que está siendo utilizado de forma creciente por abogados como los judíos Peter Weiss y Michael Ratner, de Nueva York; la feminista mexicana Alejandra Ancheita; la joven india Isha Khandelwal; Charles Abrahams de Ciudad del Cabo; y por organizaciones en todo el mundo. También de sus luchas quiero informar.

La imagen del abogado aún sigue siendo prefijada a menudo por actores como Tom Cruise en la película “Algunos hombres buenos”: el hombre blanco norteamericano que vence la injusticia en solitario mediante su genialidad y su valor en los tribunales. Naturalmente, las cosas no son así de sencillas. También a mis amigos y colegas les falta a menudo la fe en los tribunales, en la fuerza del Estado de derecho que crea condiciones justas para todos. Intentan cambiar las estructuras injustas, las situaciones de abuso de poder en las cuales muchos deben subsistir sin tener acceso al alimento, al agua, a vivienda o a la educación; o son discriminados, violados o torturados a causa de su color de piel o de su género. Cada vez más los oprimidos se sirven por sí mismos del Derecho para denunciar las lesiones de derechos dentro, pero también fuera, de los tribunales. Luchan por llamar la atención sobre las injusticias y hacer valer su derecho al Derecho. A menudo sienten en sus propias carnes quién ejerce el poder. Conocen la paradoja del Derecho, que es instrumento de dominio, por un lado, mientras que, por otro, en ocasiones tiene un poder protector.

Nosotros nos servimos del Derecho, hablamos el lenguaje del Derecho y utilizamos procedimientos jurídicos para poder contribuir en muchos lugares del mundo al cambio de las circunstancias. En fin, para ser subversivos. De ello informaré cada semana en este blog.

Por cierto, algunos abogados griegos y españoles se han encargado del caso de los inmigrantes fallecidos frente a Ceuta y frente a las costas de Turquía y de Grecia. Nosotros los apoyamos en ello, entre otras cosas porque en la política de inmigración europea, que no respeta la dignidad humana, Alemania ejerce una gran influencia. Quizás los procesos judiciales contra particulares no den lugar a cambios estructurales, y no nos eximan de seguir contando cadáveres en un futuro próximo en las fronteras exteriores de Europa. Pero actuar de forma subversiva no significa esperar a la gran jugada, sino intervenir aquí y ahora en todos estos oscuros lugares.

En resumidas cuentas, la forma en que entiendo y uso el Derecho, como un claro instrumento para transformar la realidad que nos ha tocado vivir, resulta seguramente para muchos “bastante subversivo”.

Los europeos cometen un delito continuado contra aquellos que por muchas y diversas razones desean emigrar a Europa. Un delito contra personas que reclaman el derecho del que hacen uso los europeos desde hace siglos de forma natural.

Poco después de las últimas muertes acaecidas frente a la isla italiana de Lampedusa el pasado otoño, ya era de temer que estas no acapararían la atención de la opinión pública durante mucho tiempo más. Los políticos responsables en Europa lo saben y retardan conscientemente sus actuaciones. Y, desgraciadamente, así volvió a ocurrir: el 27 de enero de este año murieron ahogados doce refugiados de Afganistán y Siria mientras la Guardia Costera griega remolcaba su bote. Tres mujeres y nueve niños. El 6 de febrero fallecieron 15 inmigrantes africanos en el intento de alcanzar Ceuta a nado, un enclave español en suelo marroquí. Los vigilantes fronterizos españoles les dispararon balas de goma. Algunos murieron porque les alcanzaron los tiros, otros se ahogaron. Se conocen algunos de sus nombres: Ibrahim Keita, Armand Debordo Bakayo, Joseph Blaise, Yves Martin Blong, Ousman Kenzo y Oumar Ben Sanda son algunos de ellos.