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Derecho y subversión: nosotros que somos tan libres

Nosotros que somos tan libres, cogemos en Madrid el tren hacia Sevilla, desde allí alquilamos un coche hasta Algeciras y cruzamos con el ferry el estrecho de Gibraltar -esa estrecha franja de mar que separa el continente europeo del africano. En el puerto de Ceuta, ciudad autónoma y enclave español en suelo africano, ondean tres banderas: la de la ciudad, la española y la europea. Mi colega español Gonzalo Boyé y yo tomamos un taxi hasta el puesto fronterizo cercano. Apenas nos sentamos en el coche recibimos una sorpresa: el conductor del taxi, Ismael, fue testigo ocular de los acontecimientos acaecidos el 6 de febrero de este año, el día en que 15 inmigrantes perecieron en el intento de cruzar la frontera.

Precisamente esos acontecimientos son el motivo de nuestra visita a Ceuta: intentamos reconstruir exactamente lo que pasó entonces. Ismael nos enseña el lugar donde los inmigrantes desarmados intentaron alcanzar a nado la playa de El Tarajal -territorio español y por tanto de la Unión Europea. Los inmigrantes clamaban: “España, España”, mientras que los vigilantes fronterizos españoles les respondieron con disparos de pelotas de goma y los obligaron a retroceder de nuevo al mar. Fueron quince las personas que se ahogaron.

El conductor del taxi llama “negritos” a los inmigrantes. Él mismo es ciudadano español de origen marroquí y vive en la cercana barriada de El Príncipe, habitada por musulmanes. Un barrio problemático, como se suele decir, en el que los policías solo se atreven a entrar en compañía. Ismael está sinceramente indignado por el trato que los uniformados españoles dieron a los inmigrantes. Nos cuenta que en el agua había embarcaciones españolas y que podrían haberlos salvado. Pero no quiere ir a la policía y aportar allí su testimonio; podría ser peor el remedio que la enfermedad.

La escena matutina junto al paso fronterizo nos sorprende. La playa en la que ocurrió todo no se encuentra en absoluto en un lugar despoblado, sino en la ciudad, bien visible desde el Estrecho. Por la mañana temprano, aproximadamente a la misma hora en que ocurrieron los hechos, media docena de taxis espera a la multitud de mujeres marroquíes que se desplazan a Ceuta con sus coloridos atuendos tradicionales para trabajar como empleadas del hogar o de limpieza a cambio de salarios miserables.

Es decir, que hay testigos oculares de sobra, pero al parecer aún no se les ha tomado declaración a ninguno. Porque ellos harían cuestionar las versiones oficiales cambiantes de las autoridades españolas. Estas primero negaron el empleo de pelotas de goma y después lo justificaron, diciendo que se disparó para señalar a los inmigrantes dónde se encontraba la frontera. Una historia totalmente absurda: en la playa de El Tarajal, un espigón claramente reconocible marca la frontera. Incluso en la oscuridad es imposible dejar de verlo, porque se adentra bastante en el mar.

Una abogada del lugar nos entrega un lápiz USB con una copia del expediente de la investigación. Cuando le preguntamos si el asunto se ha investigado seriamente, se limita a sonreír y a sacudir la cabeza. No habíamos esperado otra cosa después de la reacción demostrada hasta la fecha por las autoridades españolas. Hay 15 muertos y nadie quiere responsabilidades. Tendremos mucho que hacer para llevar adelante la investigación y lograr así que los hechos del 6 de febrero no queden totalmente impunes y que, además, Europa reconozca su responsabilidad hacia los inmigrantes.

Pero por ahora nos limitamos a volver a coger el ferry y regresar de vuelta a Madrid, no sin antes habernos dado el lujo de disfrutar de un suculento almuerzo en Jerez. Nosotros que somos tan libres.

Nosotros que somos tan libres, cogemos en Madrid el tren hacia Sevilla, desde allí alquilamos un coche hasta Algeciras y cruzamos con el ferry el estrecho de Gibraltar -esa estrecha franja de mar que separa el continente europeo del africano. En el puerto de Ceuta, ciudad autónoma y enclave español en suelo africano, ondean tres banderas: la de la ciudad, la española y la europea. Mi colega español Gonzalo Boyé y yo tomamos un taxi hasta el puesto fronterizo cercano. Apenas nos sentamos en el coche recibimos una sorpresa: el conductor del taxi, Ismael, fue testigo ocular de los acontecimientos acaecidos el 6 de febrero de este año, el día en que 15 inmigrantes perecieron en el intento de cruzar la frontera.

Precisamente esos acontecimientos son el motivo de nuestra visita a Ceuta: intentamos reconstruir exactamente lo que pasó entonces. Ismael nos enseña el lugar donde los inmigrantes desarmados intentaron alcanzar a nado la playa de El Tarajal -territorio español y por tanto de la Unión Europea. Los inmigrantes clamaban: “España, España”, mientras que los vigilantes fronterizos españoles les respondieron con disparos de pelotas de goma y los obligaron a retroceder de nuevo al mar. Fueron quince las personas que se ahogaron.