Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
Joseph K. es inocente: por el fin de las violaciones de derechos de las personas intersexuales en el deporte
El 19 de agosto de 2009 una atleta fue noticia. Su récord se tradujo en una marca representada por números, pero también en forma de proceso judicial. En el Campeonato Mundial de Atletismo que se celebraba aquel verano en Berlín, la identidad sexual de Mogkadi Caster Semenya (Sudáfrica, 1991) fue puesta en duda. Como nos diría aquel avisador de fuego que fue Franz Kafka, alguien debió de haber calumniado a Caster S. porque, sin que hubiese hecho nada malo, esa mañana su identidad fue arrestada.
La Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo se encontró ante un dilema: si Caster Semenya era un hombre, su medalla de oro era ilegal; si, en cambio, era intersexual, ¿qué hacer? ¿Retirar la medalla, conservarla, permitirle seguir compitiendo como mujer o prohibírselo? En 1999, el Comité Olímpico Internacional había eliminado los “controles de sexo”, práctica vejatoria, degradante y humillante a la que hacían someterse a deportistas (en los juegos de Pekín, en 2008, se volvieron a utilizar para aquellas personas “sospechosas” de ser hombres compitiendo con mujeres), por lo que la polémica estaba abierta. El laberinto procesal al que sometieron a Caster S., durante once meses, acabó en julio de 2010 con una sentencia absolutoria (aunque, como en “El Proceso” de Kafka, solo aparente: ¿qué sponsor querría ahora financiar su carrera deportiva?): poseía testículos internos, careciendo de útero y ovarios, pero podría seguir compitiendo como mujer. Caster Semenya era intersexual. Otras, en cambio, no tuvieron la misma suerte: a Shanti Soundarajan (India, 1981) le fue retirada la medalla de plata; a la mejor vallista española, María Patiño, le prohibieron incluso entrenar, retirándole su licencia para competir. Recientemente, hace escasas semanas, la FIFA redactó una normativa para obligar a las jugadoras de la Copa Mundial Femenina de Fútbol a someterse a un test que verifique que son mujeres.
¿Por qué esta insistencia casi enfermiza de los altos cargos deportivos por verificar el sexo? Casualmente, o no, estas graves violaciones a los derechos humanos solo son realizadas sobre mujeres y de países llamados en vías de desarrollo (India, Sudáfrica, la España de los 80). ¿Se imaginan que realizaran estas pruebas a Messi, Federer, Usain Bolt o LeBron James? ¿Quién se atrevería a dudar de su masculinidad? Es más, ¿quién se atrevería a dudar de la masculinidad de toda una nación como Estados Unidos? La cuestión que esgrimen es la siguiente: mujeres con características (sexuales) de hombres poseen ventaja. Así, la FIFA o el COI creen que la testosterona mejora el rendimiento deportivo. ¿Y en qué se basan? En una simple creencia. Numerosos estudios (por ejemplo, “Serum Androgen Levels in Elite Female Athletes”, publicado en 2014 en The Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism) demuestran que no existen evidencias científicas que respalden estas políticas deportivas por las que de forma arbitraria se procesa, se excluye, se mutila, a personas intersexuales (en este caso, identificadas como mujeres) por sus niveles de andrógenos, teniendo que recurrir a la esterilización y a la cirugía/mutilación (clitoridectomía parcial) para poder seguir compitiendo.
Mas por una suerte de justicia poética, María José Martínez Patiño (hoy profesora en la Universidad de Vigo) fue llamada por el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) para asesorar en el caso Dutee Chand (India, 1996), sprinter intersexual. El 27 de julio de 2015, un año después, por fin se ha resuelto su proceso. El Tribunal de Arbitraje Deportivo ha suspendido, durante dos años, el reglamento de la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo sobre hiperandrogenismo (niveles altos de testosterona), pues el TAS no puede determinar que esta situación provea a la deportista de ventajas y mejoras en el rendimiento atlético. En ese plazo de dos años, la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo debe probar con suficientes evidencias científicas su tesis (las ventajas que poseen las personas intersexuales o aquellas mujeres con niveles de testosterona superiores a 10 nanómetros por litro), de lo contrario dicho reglamento quedará finalmente anulado.
De esta forma, Dutee Chand puede competir. Pero también puede hacerlo cualquier mujer, independientemente de su identidad sexual o sus niveles hormonales. Se trata, sin duda, de una victoria para las personas intersexuales (tras la ley de Malta de abril de 2015), pero también para las mujeres en el deporte. Caster Semenya, Shanti Soundarajan, María José Patiño, Dutee Chand como tantas otras, como el propio Joseph K., son inocentes. Es hora de re-escribir el final de este proceso. “Como si la vergüenza debiera sobrevivirlo”, la resistencia intersexual ha llegado.
El 19 de agosto de 2009 una atleta fue noticia. Su récord se tradujo en una marca representada por números, pero también en forma de proceso judicial. En el Campeonato Mundial de Atletismo que se celebraba aquel verano en Berlín, la identidad sexual de Mogkadi Caster Semenya (Sudáfrica, 1991) fue puesta en duda. Como nos diría aquel avisador de fuego que fue Franz Kafka, alguien debió de haber calumniado a Caster S. porque, sin que hubiese hecho nada malo, esa mañana su identidad fue arrestada.
La Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo se encontró ante un dilema: si Caster Semenya era un hombre, su medalla de oro era ilegal; si, en cambio, era intersexual, ¿qué hacer? ¿Retirar la medalla, conservarla, permitirle seguir compitiendo como mujer o prohibírselo? En 1999, el Comité Olímpico Internacional había eliminado los “controles de sexo”, práctica vejatoria, degradante y humillante a la que hacían someterse a deportistas (en los juegos de Pekín, en 2008, se volvieron a utilizar para aquellas personas “sospechosas” de ser hombres compitiendo con mujeres), por lo que la polémica estaba abierta. El laberinto procesal al que sometieron a Caster S., durante once meses, acabó en julio de 2010 con una sentencia absolutoria (aunque, como en “El Proceso” de Kafka, solo aparente: ¿qué sponsor querría ahora financiar su carrera deportiva?): poseía testículos internos, careciendo de útero y ovarios, pero podría seguir compitiendo como mujer. Caster Semenya era intersexual. Otras, en cambio, no tuvieron la misma suerte: a Shanti Soundarajan (India, 1981) le fue retirada la medalla de plata; a la mejor vallista española, María Patiño, le prohibieron incluso entrenar, retirándole su licencia para competir. Recientemente, hace escasas semanas, la FIFA redactó una normativa para obligar a las jugadoras de la Copa Mundial Femenina de Fútbol a someterse a un test que verifique que son mujeres.