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La izquierda ante el escenario post-coronavirus

Ya nadie duda que las consecuencias del coronavirus sobre los indicadores económico-sociales serán desastrosas. Ante ello, o las izquierdas del Estado son capaces de dejar atrás su actual posición de articulación del tiempo histórico en torno al futuro para pasar a articularlo en torno al presente, o la realidad que se abre ante nosotros va a ser, realmente, oscura.

Detengámonos, primero, en ver el escenario que se abre. Y, segundo, a qué me refiero con lo de dejar de articular el tiempo histórico en torno al futuro para hacerlo en torno al presente.

1. El escenario post-coronavirus. El virus va a abrir un escenario de crisis en el que habrá que adoptar medidas políticas. Basta haber visto la televisión estas últimas semanas y los lemas patrioteros lanzados por el Gobierno (“unidad”, “no hay territorios”, “disciplina”, etc.) para darse cuenta de que en paralelo a todo lo que eso implica, el coronavirus es también la construcción de un relato de la crisis destinado a crear en el imaginario colectivo el marco subjetivo adecuado para justificar y legitimar unas medidas posteriores que implicarán una vuelta de tuerca más en la recomposición estructural de las relaciones de clase en favor del Capital.

Todo relato o discurso de la crisis ejerce una doble función de creación y reproducción de nuevas realidades sociales con nuevas lógicas de actuar y pensar: por un lado, los ciudadanos lo aceptan y obedecen, puesto que es un relato que proviene de la autoridad legítima (el Estado) y a la vez, es un relato que genera miedo o es temido por su propia violencia. La violencia está oculta en el entramado del discurso de la crisis en tanto que amenaza con lo que puede pasarle al ciudadano (desempleo, pobreza, etc.) si no acepta las medidas propuestas para superarla. Reconocimiento y miedo son siempre causas de obediencia. Y, por otro lado, los ciudadanos los reproducen y convierten en lógica de pensamiento y actuación. Una vez aceptado e interiorizado el discurso de la crisis, nos crea una determinada composición subjetiva de la realidad que reafirmamos o reaseguramos cada vez que hablamos o actuamos de conformidad con ella, convirtiéndola en sentido común. Las conversaciones u otros tipos de interrelación personal no son meros códigos inertes de comunicación sino objetivaciones de sentido que nos crean y reproducen toda una lógica mental de la organización socio-económica y una actuación conforme a ella.

Así pues, el relato de la crisis permite al Poder construir las creencias, sentidos comunes y comportamientos sobre los que justificar y legitimar las medidas antisociales posteriores. Esto es construir un discurso 'Boy Scout' de las reestructuraciones sociales, el sufrimiento es inherentemente valioso porque gracias a él se fortalecen nuestras sociedades.

2. Las izquierdas y la articulación del tiempo histórico: del futuro al presente. Tanto Unidas Podemos (UP) como el resto de la izquierda se encuentran, desde el inicio de la legislatura, atrapadas en una concepción determinista teleológica de la Historia. Llamamos a esta aquella que percibe la Historia como un proceso acumulativo lineal y ascendente que conduce a un destino final de Justicia.

Por un lado, UP acusa a la izquierda anti-régimen de que al sostener que “no es en alianza con el Régimen y sus agentes (PSOE) sino mediante su bloqueo total que se produce una agudización de las contradicciones conducente a su derrumbe”, en realidad, está planteando una concepción determinista lineal y ascendente de la Historia atrapada en el falso mito de la victoria final. Concepción que solo sirve para hacer ideología de atril pero no para conseguir ningún fin real de justicia.

Pero, sin embargo, por otro lado, cada vez que UP aplaude al Rey, se abstiene en la votación de la Ley mordaza digital, veta a la publicación de la hoja de servicios de 'Billy el niño', acepta la no derogación integral de la reforma laboral, la subida de la valla de Ceuta y Melilla, etc., y lo justifica presentándolo como pasos desagradables pero inevitables para conseguir el objetivo final de Justicia, no deja de estar planteando también una concepción determinista lineal y ascendente de la Historia atrapada en el falso mito de la victoria final, aunque no por la vía del bloqueo de todo sino de su aceptación.

La Justicia no es un punto final de llegada de un camino durante el cual sea necesario sacrificar derechos y viejas reivindicaciones. La Justicia social es un concepto transhistórico que no opera como espacio-tiempo concreto futuro final, sino como un ideal regulativo que ha de condicionar cada comportamiento y decisión del presente, sin excepción alguna. La Justicia no debe adoptar la forma de un posible y futuro “Ser”, sino la de un presente “Deber ser”. Como señaló Spinoza: “no nos movemos hacia algo que creemos que es bueno, sino que es y se hace bueno porque nos movemos hacia ello”. En consecuencia, presentar la suma de renuncias y aceptación de vulneración de derechos del presente como un salvoconducto al objetivo final de Justicia es, también, estar atrapado en el falso mito de la victoria final. Cada vez que renuncias a algo no estás más cerca sino más lejos de la Justicia.

En el escenario post-coronavirus, que ambas izquierdas continúen atrapadas en el mito de la victoria final, mientras nos recriminamos unos a otros comportamientos y declaraciones, solo conduce a una inacción pasiva frente a la pauperización social y expansión hegemónica de los ideologemas de la extrema derecha.

UP deberá decidir si cuando el PSOE, cumpliendo las órdenes que llegaran de la UE y los organismos internacionales en el post-coronavirus, empiece a imponer las medidas de reajuste estructural, se mantienen en el discurso del sacrificio necesario en aras del mito de la victoria final. Esta decisión les atañe a ellos. Pero, en cualquier caso y al margen de esto, la izquierda transformadora del Estado deberá ser capaz de:

Dejar de articular su tiempo histórico en torno al futuro, superando el momento actual donde cree que, con UP en el Gobierno, no tiene la correlación de fuerzas suficiente para devenir hegemónica y lo único que puede hacer es entender el presente como simple tiempo transitorio de bloqueo y crítica desde sus atriles, a la espera de que las contradicciones del régimen lo acaben deteriorándolo y abriendo un nuevo momento en el futuro.

Para pasar a articular el tiempo histórico en el presente, entendiendo que el nuevo escenario post-coronavirus crea un nuevo presente donde se deciden los futuros posibles y que es en él donde hay que empezar a actuar. Para ello, es urgente que pasado el periodo de confinamiento domiciliario se cree una Coordinadora Estatal en Defensa de la Vida y la Dignidad, en el marco de la cual los Anticapitalistas, la CUP, el SAT, el sindicalismo combativo y resto de organizaciones sociales acuerden un programa de mínimos compartido y una agenda de movilizaciones en todos los territorios del Estado.

El coronavirus abre la oportunidad al Capital para llevar a cabo la enésima recomposición estructural de las relaciones de clase en su favor, pero abre también la posibilidad de activar un nuevo sujeto colectivo movilizado y el reto de que, a diferencia de lo que ha sido el proceso de institucionalización burocratizada del 15-M en Podemos, no se cometan los mismos errores y sepamos darle un carácter emancipador.

Ya nadie duda que las consecuencias del coronavirus sobre los indicadores económico-sociales serán desastrosas. Ante ello, o las izquierdas del Estado son capaces de dejar atrás su actual posición de articulación del tiempo histórico en torno al futuro para pasar a articularlo en torno al presente, o la realidad que se abre ante nosotros va a ser, realmente, oscura.

Detengámonos, primero, en ver el escenario que se abre. Y, segundo, a qué me refiero con lo de dejar de articular el tiempo histórico en torno al futuro para hacerlo en torno al presente.