Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
Matisyahu-Rototom: un año después
El verano anterior a la actuación de Matisyahu en el festival Rototom, el ejército israelí bombardeó Gaza asesinando a más de 2.200 personas. Más de 500 eran niñas y niños. Matisyahu puso su música y su trabajo al servicio de la Asociación de Amigos del Ejército Israelí.
Matisyahu también apoyó al ejército israelí en el ataque que asesinó a 10 activistas que llevaban ayuda humanitaria a Gaza en la Flotilla de la Libertad en 2010. Tres activistas que participaron en esta misma Flotilla intervinieron en el Foro Social del Rototom. Una de estas personas, el periodista valenciano David Segarra, participó en el Foro Social junto a nuestro grupo en agosto de 2014 mientras las bombas caían sobre Gaza.
Menos de tres semanas antes del concierto de Matisyahu en el Rototom 2015, un colono israelí quemó vivos hasta la muerte a tres personas palestinas de la familia Dawabsha. Un mes después a su actuación en el festival de Benicàssim, Matisyahu se fotografió dándose la mano con un líder de los colonos explicitándole su respaldo.
¿Es ético que alguien que pone su música al servicio de un ejército que masacra a niñas y niños actúe en un festival que tiene como bandera la paz y los Derechos Humanos? Esa fue (y sigue siendo) nuestra pregunta.
La identidad étnica, nacional o religiosa de la persona en cuestión es irrelevante. Hemos participado en iniciativas para que cantantes de múltiples nacionalidades y religiones (como Luz Casal o Carlos Santana) no “limpien” la imagen del Estado de Israel, de manera similar a lo que ocurría en la Sudáfrica del apartheid. Fueron cientos de víctimas judías del Holocausto nazi las que pidieron en agosto de 2014 el “boicot completo a Israel”, es decir, el BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones).
Richard Falk, relator de la ONU para Palestina de origen judío, ha vinculado a Israel con el apartheid y la limpieza étnica. Desde su creación en 1948, el Estado israelí se ha construido sobre las ruinas de Palestina y sobre la expulsión de la mayor parte de su población autóctona no judía, que ahora suman más de 5 millones de personas refugiadas. 68 años de apartheid y limpieza étnica, con episodios de bombardeos masivos que asesinan a cientos de niñas y niños y destruyen hospitales, son posibles gracias a la colaboración militar, económica e institucional de gobiernos y empresas, pero también debido a la complicidad académica y cultural. Israel, así como sus grupos y personalidades afines, utilizan la cultura para “limpiar” los crímenes israelíes. La exministra de Cultura israelí, Limor Livnat, afirmó que “la cultura es la mejor embajadora del Estado [de Israel]”. Israel se presenta como un Estado “democrático” y “moderno”. Matisyahu, como alguien “pacifista” y “apolítico”. Nada más lejos de la realidad. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU ha emitido más condenas oficiales a Israel que al resto de los Estados del mundo juntos. Y un artista “pacifista” y “apolítico” no pone su música al servicio del lobby sionista AIPAC ni al de una asociación que recauda fondos para un ejército que masacra a menores. Tampoco respalda al líder de un movimiento uno de cuyos miembros quemó vivo a un bebé semanas atrás.
En julio del pasado año, antes de realizar ninguna reivindicación pública, explicamos esta problemática al festival Rototom, que no se quiso reunir con nuestro grupo. Reivindicábamos Derechos Humanos, como reza el eslogan del festival. Reivindicábamos coherencia. Nunca solicitamos nada que tuviese que ver con un supuesto “Estado palestino”. Al mantener en cartel a Matisyahu, nuestra campaña se hizo pública. Y empezaron las amenazas. Cientos de perfiles de redes sociales (muchos creados ex profeso) nos llamaron “la nueva Inquisición”, “antisemitas” o “nazis”. Varias fuentes nos señalaron que nos estaban “monitorizando” los teléfonos y ordenadores. Empezaron las notas de prensa de gobiernos como los de Rajoy o Netanyahu, así como opiniones de tertulianos y de algunos líderes políticos con poca información o poca cultura de Derechos Humanos. Esperanza Aguirre, Alfonso Rojo o Hermann Tertsch defendieron a Matisyahu a capa y espada. Un editorial y un artículo del diario El País violó los principios básicos del periodismo al no preguntar a la principal parte implicada y mintió al decir que esta campaña la dirigía Compromís. Como nos comunicó una persona que estaba trabajando en TVE, el canal de televisión público censuró la aparición de uno de nuestros miembros en un reportaje del telediario. El periodista que lo elaboró se negó a firmar el reportaje.
Lo que muchos medios y dirigentes políticos no entendieron es que el caso de Matisyahu fue una causa de solidaridad popular que adoptaron numerosos movimientos sociales, activistas y artistas de dentro y fuera del Rototom. De dentro, desde La Gossa Sorda, Pallasos en Rebeldía, María Carrión (Fisahara), Hassana Aalia (activista saharaui), Yslem Hijo del Desierto (rapero saharaui) y Fernando García Guereta (director) hasta Enginyeries Sense Fronteres, No al TTIP i Plataforma Anti-Fracking Comarques de Castelló i Plataforma per la Sobirania Alimentaria del País Valencià, entre otros muchos. Numerosas personas no entendieron que el festival quedó en un segundo plano y que lo prioritario era una auténtica defensa de los Derechos Humanos a través de un grito popular que reclamaba no colaborar con quien colabora con un ejército criminal. Este clamor de solidaridad popular hizo cancelar el concierto, pero cuatro días después las amenazas del lobby proisraelí hicieron reinvitar al cantante sionista. El sábado de su actuación, helicópteros sobrevolaron el Rototom mientras se registraban las mochilas a la entrada. Dirigentes del PP como Máximo Buch se hacían fotos con Matisyahu en el backstage. Pero fue de justicia poética que Matisyahu actuara con grandes banderas palestinas entre el público.
El caso Matisyahu-Rototom puso de nuevo sobre la mesa que la cultura también es política y evidenció las complicidades con el Estado de apartheid de Israel en el ámbito de la música. Podrá cantar a la “paz” (como Franco celebraba los “25 Años de Paz”), pero Matisyahu, como el resto del sionismo, lleva la muerte escrita en la frente.
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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.