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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

La Nakba y la memoria histórica

Xavier Abu Eid

Mantener la memoria histórica es necesario para poder construir un futuro de paz y coexistencia. Afrontar los crímenes cometidos -particularmente si se trata de crímenes de guerra, de lesa humanidad o genocidio-, pedir perdón y buscar justicia es un primer paso dentro del largo camino hacia la reconciliación. Los palestinos llevan 67 años esperando el reconocimiento de la Nakba, catástrofe ocurrida en Palestina desde diciembre de 1947.

Según el calendario judío, la celebración de la independencia de Israel fue hace unos días. Lo que los palestinos conmemoran cada 15 de mayo como el recuerdo de la expulsión del 70% del pueblo palestino y la destrucción de 418 aldeas, es motivo de celebración en Israel. Son miles las casas literalmente robadas a palestinos en Jerusalén Este, Haifa, Jaffa, Acre, Safad, Beir Sabaa’, Beisan y tantas otras ciudades situadas en lo que hoy es Israel, donde se levantan banderas israelíes para celebrar la expulsión de quienes habitaban en ellas.

Israel no reconoce la catástrofe palestina por una serie de razones que se basan en los mitos fundacionales de este Estado:

1. “Una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”. Este eslogan, con el que se pretendía esconder lo que a todas luces era un proyecto colonial más, fue repetido para convencer al mundo de apoyar la creación de un Estado sionista en Palestina. De ser cierta esta frase, ¿de dónde salieron entonces los refugiados palestinos?

2. “Los refugiados salieron por su cuenta después de que los árabes pidieran abrir espacio para echar a los judíos al mar”. El historiador derechista israelí Benny Morris desmiente esa afirmación en su libro El nacimiento del problema de los refugiados palestinos. Nunca existió tal llamamiento, como ha podido comprobar la BBC investigando los medios de comunicación árabes de la época. Lo que sí existieron fueron las decenas de masacres y ataques terroristas como los de Deir Yassin y Tantoura que aterrorizaron a la población local forzándola a salir para luego prohibirles el retorno. Una de las víctimas de esos ataques fue el vicecónsul español en Jerusalén Manuel Allende Salazar, en el marco de un crimen más -el atentado del Hotel Semíramis en Jerusalén- que permanece hoy impune.

3. “Como en otras guerras, ha habido refugiados y estos no necesariamente regresan”. Ello ocurría antes de la Segunda Guerra Mundial. Desde ese instante el Derecho internacional ha sido muy claro en considerar el desplazamiento forzado de población como un crimen de guerra. Expulsar población no es una práctica aceptada por el Derecho internacional.

Uno de los primeros en denunciar la Nakba fue el mediador de Naciones Unidas Folke Bernardotte. Un conde sueco que, como líder de la Cruz Roja sueca durante la Segunda Guerra Mundial, pudo salvar alrededor de no menos de treinta mil judíos de los crímenes nazis. Bernadotte fue asesinado por un comando liderado por Yitzhak Shamir, posterior primer ministro israelí, por sugerir la inmoralidad que suponía expulsar a los palestinos de sus casas y traer a judíos de otras partes del mundo para vivir en ellas. Su informe sería la base para la resolución 194 de Naciones Unidas de 11 de diciembre de 1948, la cual garantiza el derecho al retorno de los refugiados palestinos. Respetar esa resolución fue una de las dos condiciones aceptadas por Israel para lograr su membresía en Naciones Unidas el 11 de mayo de 1949. La otra era implementar la resolución 181 de partición de Palestina. Ambas siguen siendo violadas 66 años después.

Independientemente de la excusa presentada, la Nakba existió. Aunque se crea el mito de que salieron por su propia voluntad, los refugiados tienen el derecho a retornar. Vale la pena recordar que, mientras les niega ese derecho, Israel cuenta con una ley del “retorno” que permite a cualquier judío “retornar”, a pesar de no poder mostrar ninguna conexión con esa tierra.

El reconocimiento de la Nakba es un requisito para poder lograr una paz justa y duradera entre Israel y Palestina. Si lo sucedido en Palestina en 1948 hubiera sucedido en Bosnia, muchos hablarían sin tapujos de limpieza étnica. El proyecto colonial sionista, que planeó la expulsión de la población palestina desde la década de los años veinte del siglo pasado, se autolegitima sobre la base de la negación de la identidad palestina. Por ende, el reconocimiento de la Nakba, de la existencia de un pueblo palestino antes de 1948 o del hecho de que Palestina no era un desierto con beduinos como la romántica visión orientalista sionista sugiere, se enfrenta a la identidad sionista basada en la negación del otro.

Mientras en Israel celebran su independencia, en Palestina se sigue conmemorando la Nakba. Y no cambiará hasta que se haga justicia y los palestinos puedan recuperar sus derechos inalienables reconocidos por el Derecho internacional. Esto va más allá de una lucha de narrativas. Supone simplemente avanzar en un punto básico que genere las condiciones para que Israel y Palestina puedan convivir en la misma zona. Israel debe terminar su negacionismo y reconocer la Nakba. Lo contrario sería simplemente continuar una catástrofe que dura ya 67 años.

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