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Al otro lado del cordón policial

Los Premios Príncipe de Asturias han dejado muchos mensajes de advertencia hacia las políticas del Gobierno de Mariano Rajoy, sobre la situación crítica que atraviesa España o sobre la unidad de España, pero también han sido el reflejo del malestar de la ciudadanía contra las políticas gubernamentales de recortes, la corrupción, el desempleo, y la bajada de sueldos. Como consecuencia de todo esto, también contra estos galardones, porque “la España real no tiene nada que celebrar”, según exhibía una de las muchas pancartas, que portaban los miles de manifestantes al otro lado del cordón policial del Teatro Campoamor, mientras los invitados a esta fiesta desfilaban por la alfombra azul.

Por primera vez en la historia de estos premios, la Plaza de la Escandelera en Oviedo no acogió sólo al colectivo de republicanos antimonárquicos o a los representantes del 15M. A la convocatoria de protesta, a la que se había sumado Izquierda Unida, se unieron los trabajadores de la factoría de Gijón de Tenneco, al grito de ‘Monroe no se cierra’, profesores y jóvenes con la camiseta verde en defensa de la educación pública, que ni siquiera percibieron la presencia del ministro de Educación Wert, representantes críticos con la ONCE, trabajadores afectados por los recortes de Liberbank, los empleados de la empresa de energía portuguesa y asturiana EDP-HC, así como personal de la Administración pública, de la televisión autonómica y cientos de ciudadanos que se sumaron a esta espontánea concetración.

El millar de personas congregadas para protestar contra la situación que vive España se dejaron oír, aunque alejados de la multitud que recibía con aplausos a los premiados y a los miembros de la Familia real. Un fuerte dispositivo de seguridad impidió su proximidad al acto. El diputado de IU, Gaspar Llamazares, ha sido el primero en criticar el despliegue policial con el fin de evitar que la protesta ciudadana se escuchara en el Campoamor.

El parlamentario nacional de la coalición ha considerado “desacertado e incomprensible alejar a los ciudadanos de tal manera que no se oigan las críticas. No podemos aspirar a tener un país sin ciudadanos. El país tiene ciudadanos, el país está en una situación crítica y, por tanto, tiene que haber crítica dentro y fuera de los Premios Príncipe de Asturias”.

Pero la distancia no les impidió que la protesta llegara a todos. Megáfonos, tambores, gaitas, silbatos y pancartas que flotaban en el ambiente, enganchadas a globos de colores, hicieron que su malestar crucara el férrero cordón policial. Los políticos asturianos que pisaron la alfombra, entre ellos el presidente del Gobierno asturiano Javier Fernández, recibieron sonoras pitadas, otros, como el ministro de Educación, José Ignacio Wert, bordearon la alfombra tan rápido, en un visto y no visto, que ni siquiera fue percibido por la multitud.

A la llegada al Teatro Campoamor, del Príncipe Felipe, la princesa Letizia y la reina Sofía, los concentrados corearon lemas tales como ‘borbones a los tiburones’ o ‘borbones fuera de Asturias’. Ninguno de los que desfilaron por la alfombra se dieron por aludidos, los miembros de la Familia Real saludaron como siempre, sonrientes al público que aplaudia su entrada, y el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, hizo lo propio como si nada de lo que allí estaba pasando fuera con él o con su gobierno.

Dentro del teatro, el reflejo de la protesta de la calle correspondió al Premio de Las Letras, el escritor Antonio Muñoz Molina y al Príncipe Felipe. El escritor habló sobre la impunidad que existe hacia los responsables de la crisis, de como la trampa y el clientelismo están venciendo a la rectitud o de como la demagogia “desprecia el trabajo intelectual y el conocimiento”. El Príncipe Felipe se refirió a la necesidad de escuchar a la sociedad, que exige una reflexión rigurosa, para nunca más “caer en los errores y excesos inadmisibles y construir un futuro basado en el rigor, la seriedad, el esfuerzo y la honradez”.

Como cierre a estos premios, el Príncipe de Asturias ha aprovechado su presencia en el pequeño pueblo ejemplar de Teverga para mostrar su cara más solidaria con el futuro incierto de los mineros, para animar a la sociedad a rebelarse “contra la adversidad y el desánimo” y para advertir a los responsables políticos y a la ciudadanía en general de que “no hay futuro sin ideales y sin sueños, sin una convivencia sosegada y fraterna”.

Los Premios Príncipe de Asturias han dejado muchos mensajes de advertencia hacia las políticas del Gobierno de Mariano Rajoy, sobre la situación crítica que atraviesa España o sobre la unidad de España, pero también han sido el reflejo del malestar de la ciudadanía contra las políticas gubernamentales de recortes, la corrupción, el desempleo, y la bajada de sueldos. Como consecuencia de todo esto, también contra estos galardones, porque “la España real no tiene nada que celebrar”, según exhibía una de las muchas pancartas, que portaban los miles de manifestantes al otro lado del cordón policial del Teatro Campoamor, mientras los invitados a esta fiesta desfilaban por la alfombra azul.

Por primera vez en la historia de estos premios, la Plaza de la Escandelera en Oviedo no acogió sólo al colectivo de republicanos antimonárquicos o a los representantes del 15M. A la convocatoria de protesta, a la que se había sumado Izquierda Unida, se unieron los trabajadores de la factoría de Gijón de Tenneco, al grito de ‘Monroe no se cierra’, profesores y jóvenes con la camiseta verde en defensa de la educación pública, que ni siquiera percibieron la presencia del ministro de Educación Wert, representantes críticos con la ONCE, trabajadores afectados por los recortes de Liberbank, los empleados de la empresa de energía portuguesa y asturiana EDP-HC, así como personal de la Administración pública, de la televisión autonómica y cientos de ciudadanos que se sumaron a esta espontánea concetración.