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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Hacia nuevas formas de sentir la ciudad

El término ciudad inteligente (smart city) se ha popularizado durante los últimos años. Presenta un escenario en el que enormes redes de sensores permiten optimizar las tareas rutinarias de la ciudad y generar un importante ahorro de costes, es decir, favorece una ciudad mucho más eficiente gracias al uso de las nuevas tecnologías.

Dentro de esta amalgama digital omnipresente, ¿cuál es el papel del ciudadano? En la mayoría de los casos se trata de un mero receptor que hace uso de datos de terceros para conseguir moverse de un lugar a otro de forma hipereficiente. Un papel, en nuestra opinión, bastante pasivo y reactivo frente a los estímulos de la tecnología. Su rol es de mero consumidor de una infraestructura preexistente sobre la cual no tiene capacidad de decisión.

Pero ¿es necesaria la implicación del ciudadano? ¿Quiere implicarse el ciudadano? ¿Cuál sería la infraestructura tecnológica y humana que lo permitiría? Para responder a estas y otras preguntas desde la práctica nació en 2011 el proyecto DCDCity, una declaración de intenciones de base para el desarrollo de proyectos de captación participativa de datos en el que la ciudadanía toma parte activa.

Los ciudadanos implicados adoptarán un nuevo rol como prosumidores (productores-consumidores) de manera que puedan hacer uso de estos nuevos datos abiertos para generar nuevas formas de percibir y transformar su contexto. En lugar de pensar a escala ciudad, queremos trabajar a una escala mucho más local y buscar soluciones concretas a problemas específicos. Por ejemplo: ¿podría instalar unas jardineras en una zona concreta y mejorar notablemente la calidad del aire en una acera muy contaminada?

Al poco tiempo de iniciarse nuestro proyecto descubrimos otras iniciativas similares en ciudades como Ámsterdam o Nueva York, orientadas a la creación de una red ciudadana abierta de sensores de calidad del aire. El prototipo sobre el que estaban trabajando recibió el nombre de Air Quality Egg. Se trataba de un dispositivo abierto de captura de datos diseñado por la propia comunidad. Al poco tiempo comenzamos a trabajar con él, a establecer los contaminantes que se iban a medir y los sensores correspondientes. El pasado mes de junio, montamos los primeros medidores en un taller abierto a cualquier persona interesada.

Después de meses de trabajo con estos prototipos, decidimos enfocar nuestros esfuerzos hacia la construcción de una biblioteca de dispositivos de toma de datos basados en tecnologías abiertas. El préstamo será análogo al de las bibliotecas convencionales y permitirá la participación de cualquiera que quiera generar datos sobre su propio entorno. Estos sensores serán mantenidos de forma conjunta por la comunidad y el personal de Medialab-Prado, que servirá como base de operaciones. No sólo ofreceremos los equipos, sino también esquemas, documentación y consejos prácticos sobre la toma de datos.

Somos muy conscientes de que estos primeros prototipos no serán perfectos y, por supuesto, existen limitaciones en los sensores utilizados debido al bajo coste de los mismos. No buscamos sustituir las estaciones oficiales de medición de la calidad del aire ya existentes, sino que intentamos obtener unos datos mucho más granulares y específicos, generados de una forma activa por parte de los usuarios. Desde este punto de vista, nuestras reuniones presenciales periódicas en Medialab-Prado sirven como nexo de unión para expresar nuestras dudas, propuestas de mejora e inquietudes en forma de experimento; son espacios de diálogo y actividad donde se mezcla lo tecnológico, lo social, lo cultural y lo artístico.

El desarrollo de DCDCity se produce desde el convencimiento de que los datos pueden empoderar a las comunidades y catalizar un cambio social. Fomentamos dispositivos basados en Arduino y tecnologías abiertas para permitir a los usuarios entender cómo funcionan y ofrecer un proceso transparente que facilite el aprendizaje. Nos convertimos en agentes mediadores. Los aparatos en sí mismos no son condición suficiente para este cambio si no van acompañados de información, reflexión e interés. Todos los datos generados están siendo compartidos a través de un ejercicio colaborativo y publicados en repositorios públicos y abiertos de forma que a largo plazo este archivo de datos permitirá a los ciudadanos ampliar su comprensión del ámbito urbano, siguiendo una agenda propia en base a las necesidades de sus entornos más cercanos.

DCDCity es un proyecto impulsado por Sara Alvarellos (@trecedejunio) y César García (@elsatch) que se está realizando dentro del grupo de Ciudad y Procomún en Medialab-Prado. Para más información al respecto: http://www.dcdcity.com. Queremos agradecer a todas las personas que hacen que este proyecto sea posible.

El término ciudad inteligente (smart city) se ha popularizado durante los últimos años. Presenta un escenario en el que enormes redes de sensores permiten optimizar las tareas rutinarias de la ciudad y generar un importante ahorro de costes, es decir, favorece una ciudad mucho más eficiente gracias al uso de las nuevas tecnologías.

Dentro de esta amalgama digital omnipresente, ¿cuál es el papel del ciudadano? En la mayoría de los casos se trata de un mero receptor que hace uso de datos de terceros para conseguir moverse de un lugar a otro de forma hipereficiente. Un papel, en nuestra opinión, bastante pasivo y reactivo frente a los estímulos de la tecnología. Su rol es de mero consumidor de una infraestructura preexistente sobre la cual no tiene capacidad de decisión.