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Brunello Cucinelli se esfuerza para exportar el gusto italiano por el mundo
El cashmere es el hilo conductor y denominador común de las colecciones de Brunello Cucinelli, diseñador que se esfuerza y empeña en exportar la calidad, la artesanía y el gusto italiano por todo el mundo.
“El éxito de nuestro producto radica en que somos una firma italiana, que trabaja productos confortables y de alta gama con el gusto italiano”, ha dicho hoy el empresario Brunello Cucinelli en una entrevista con Efe durante su participación en la Feria Pitti Uomo 87 (Florencia), la cita más importante del sector de la moda de hombre, que se celebra hasta el próximo viernes.
Brunello Cucinelli (Castel Rigone, 1953) reconoce que es más complejo realizar ropa para hombre que para mujer. “En la sastrería masculina son pocos los detalles que puedes introducir, es más difícil innovar”, apunta Cucinelli, que llega a la cita vestido en tonos azules y grises.
Después de años vistiendo con prendas de aire deportivo, Cucinelli recupera el sastre, pero le resta importancia y rigor “introduciendo elementos que los refrescan”, cuenta este italiano que fue campesino hasta los quince años, y que hoy vive pegado a sus raíces, a su tierra y lucha por preservar la artesanía y las tradiciones italianas.
Esta firma, ubicada en Umbría (centro de Italia), es un referente en el mercado del lujo que este año propone pantalones más amplio, abrigos en tres largos diferentes y americanas de punto. “Las chaquetas de lana ofrecen una imagen más deportiva, mas ligera e igual de elegante”, cuenta.
Pero quizá las piezas que más llaman la atención para el próximo otoño-invierno 2015-2016 son un abrigo de cashmere cosido a mano y una cazadora de napa, con la parte delantera de mutón arropada con una halo de motorista.
En contraste con la temporada anterior, la gama cromática gris, la escala marrones y beiges pierden protagonismo en pro de una paleta más luminosas en la que el azul mar puntúa al alza.
En esta nueva colección, Cucinelli ha introducido accesorios y calzado deportivo atado con cordones, así como mochilas de piel, ideadas para llevar a la oficina.
También se ha visto que las nuevas propuestas están trabajadas en franjas de colores, “un estilo que coincide con la importancia que tiene vestirse y arreglarse para un momento determinado, para presentarnos ante los demás y para proyectar una buena imagen, aunque sea a través de un selfi”, añade.
Cucinelli no se siente empresario sino guardián. “Si te sientes empresario surgen los miedos, si eres guardián velas por salvaguardar el proyecto por más de mil años, eso es lo maravilloso”,dice este hombre-filósofo que al final de año divide el beneficio de la empresa en cuatro partes: empresa, familia, mejora de la situación de los trabajadores y comunidad local.
La empresa de Cucinelli produce un millón de prendas anuales para 59 países, cuenta con ochenta tiendas propias y el año pasado facturó más de trescientos millones de euros. Estos datos avalan la buena salud de la firma y su crecimiento.
“Un crecimiento que el pasado años fue de un diez por ciento y que debe ser sostenible”, cuenta Cucinelli, que está muy contento con las cinco tiendas que tiene en España.
La historia de Brunello Cucinelli se remonta a 1979 cuando con 25 años abrió un taller para fabricar y teñir con extraordinarios colores cincuenta jerséis de cashmere para mujer, algo inédito para aquella época. En el año 2000, este diseñador autodidacta creó un estilismo completo.
“Ocho años después, la firma encontró su propia identidad”, según explica el empresario, que supo vestir a la mujer con un lujo deportivo y cosmopolita y al hombre con una pantalón y una americana bien cortada y cosida, en tonos neutros, que van desde el beige hasta el negro pasando por los marrones y grises.
Lejos quedaron aquellos coloridos y llamativos jerséis. Ahora, todos los años Cuccinelli viaja a Mongolia para comprar la lana en bruto, que provienen de unos rebaños de cabras que viven en unas condiciones extremas en alta montaña.
El refinamiento de la lana, las hilaturas y los tintes se realizan en Italia, y cuando las bobinas llegan a Solomeo, un pueblo medieval repleto de jardines, casas y plazas donde se encuentra el cuartel general de la empresa y que Cucinelli ha restaurado palmo a palmo con pulcritud, las tejedoras de manera artesanal confeccionan las primeras tramas.
Después, fabrica elegantes, exquisitas, discretas y carísimas prendas de cashmere. “Nuestras prendas son caras y costosas porque la calidad tiene su precio”, explica Cucinelli quien asegura que “todo lo bueno es caro, como el buen jamón español sobre todo el que se ha curado durante cinco años, es calidad, está buenísimo y por tanto es caro”
Cucinelli proyecta talento, una imagen vital y un espíritu optimista que le lleva a afrontar la vida con alegría. Cuando se le pregunta cuál es su filosofía de vida, contesta: “vivir y trabajar por la dignidad del hombre y poner la belleza en el mundo”.
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