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Jennifer Teege publica una “crónica familiar” sobre Amon Göth, su abuelo nazi
Ralph Fiennes interpretó a Amon Göth, el “ejecutor” del campo de concentración de Plaszów en “La lista de Schindler”, en 1993 pero no fue hasta 2008 cuando Jennifer Teege descubrió que aquel oficial nazi era su abuelo, una “crónica familiar” que ahora cuenta en “Mi abuelo me habría pegado un tiro”.
Le habría “pegado un tiro” porque “es negra”, hija de Monika Göth y un hombre nigeriano, y su abuelo era simple y llanamente “un criminal de guerra”, asegura en una entrevista con EFE Teege (Múnich, 1970), que publicó “Mi abuelo me habría pegado un tiro” (Nagrela) en 2013, escrito junto a Nikola Sellmair.
“No es una autobiografía. Es una crónica familiar. Por eso era importante escribirlo con Nikola, porque tenía que tener otro punto de vista”, dice, para “enfatizar” en las diferencias entre ella y su abuelo biológico, no solo en el “obvio” exterior por el color de su piel, sino en el interior.
Fue dada en adopción a los siete años, a partir de lo cual perdió el contacto con su madre biológica, pero todo cambió cuando en 2008 encontró de manera fortuita en una biblioteca el libro “La vida de Monika Göth, hija del comandante del campo de concentración de 'La lista de Schindler'”, sobre la historia de su desaparecida madre.
Monika, que adoptó el apellido Hertwig, era hija de Göth y de la cantante Ruth Kalder. Explicó su vida no solo en su libro sino en los documentales “Inheritante” (2006) y en “Hitler's children” (2011).
La vida de Jennifer Teege “ha cambiado mucho” desde que conoció su ascendencia pero lo ha hecho “a mejor”: “Tenía un pasado familiar tóxico que ensombrecía mi vida”, dice, razón por la cual decidió plasmar su historia en “Mi abuelo me habría pegado un tiro”, traducido a doce idiomas.
“Me di cuenta de que es una historia que tenía que ser contada, porque es bastante universal a pesar de que las circunstancias son muy particulares”, subraya.
Su relato comienza el día en que descubrió ese libro sobre su madre, cómo se lo contó a su marido y a su familia adoptiva -“al principio no se lo podía contar a nadie, porque estaba en shock y entré en depresión por estrés post traumático”, apunta-, y, más adelante, a sus amigos israelíes.
Porque Teege estudió sobre Oriente Medio y África en Tel Aviv, una formación que, unida a la obligatoria en Alemania sobre el Holocausto, le hizo estar familiarizada con la figura de Göth (Viena, 1908 - Cracovia, 1946) antes de descubrir que era su abuelo.
Viajó a Cracovia, la ciudad en la que Göth había sembrado el pánico en el campo de Plaszów, y visitó la casa en la que había residido su abuelo vienés.
Un hombre que, como relata ella en esta “crónica”, en 1944 “ordenó cargar a niños del campo de Plaszów en camiones para transportarlos a las cámaras de gas de Auschwitz e hizo tocar un vals con acompañamiento para acallar los gritos desesperados de los padres”.
El oficial nazi fue detenido en 1945, cuando el ejército estadounidense entró en Múnich, y juzgado más tarde por genocidio, acusado de, entre otras cosas, ser responsable de la muerte de 8.000 personas en el campo de Plaszów, así como del asesinato de otras 2.000 durante la evacuación del gueto de Cracovia.
“De alguna manera me sentía irracionalmente responsable y culpable y en Cracovia me di cuenta de que arrastrar ese sentimiento de culpa, alguien de mi generación, no tiene sentido”, cuenta Teege, quien también narra el reencuentro con su madre biológica, y su regreso tiempo más tarde a Cracovia para dar una charla a jóvenes israelíes.
Ella “como alemana”, dice, “siente la responsabilidad de hablar alto de este pasado para que no se vuelva a repetir”: “Creo en el poder de contar historias, y la si experimentas a través de la vida de otras personas es más fácil sentirte involucrado”, apunta.
Teege cuenta su historia, asegura, no para “cerrar heridas, que ya estaban cerradas”, ni para “resolver” sus problemas familiares, sino para “entender” el pasado a través de su singular relato y que no vuelva a suceder en el presente ni en el futuro: “La generación venidera tiene muchos problemas a los que hacer frente”, concluye.
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