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Réquiem por Olympus, el fabricante de cámaras que alivió el peso sobre los hombros de los fotógrafos

Una cámara Olympus

José Antonio Luna

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La pasada semana el mundo de la fotografía recibió una mala noticia: Olympus, que comenzó en el sector en 1936, abandonaba el mercado de las cámaras. Según el comunicado emitido por la compañía japonesa, la intención es vender la división de imagen a la empresa Japan Industrial Partners, los mismos que ahora se encargan de los portátiles VAIO después de que Sony decidiera vender su departamento de ordenadores.

Sus últimos años están protagonizados por su apuesta por los Micro Cuatro Tercios, un sistema con un pequeño sensor que permitía prescindir de los típicos espejos de las cámaras réflex con la consecuente pérdida de peso y reducción de tamaño. Apostaron por la portabilidad, quizá a sabiendas del descenso de cámaras digitales a raíz del auge de la fotografía en smartphones, pero los años consecutivos de pérdidas financieras ya vaticinaban el trágico final.

La marca fue creada por Takeshi Yamashita en 1919, al principio bajo el nombre de Takachiho Seisakusho (en alusión a una montaña japonesa) y como fabricantes de microscopios. Como detallan en su página web, al final tomaron los conocimientos adquiridos en la fabricación de lentes para tomar otro sendero: el de las cámaras fotográficas. Prácticamente desde entonces se han regido por la premisa la de fabricar dispositivos pequeños y a un precio asequible.

Gran responsable de ello fue Yoshihisa Maitani (1933-2009), uno de los ingenieros más importantes de la historia de la fotografía. Como él mismo contó en una charla de 2005, empezó desde pequeño a experimentar con una Leica IIIf que tenía en su casa y a la que ya veía algunos inconvenientes. “Aunque la Leica era buena para un cierto rango de fotografía, lo cierto es que no era una cámara completa. Cuando empecé a toparme con motivos que no podía capturar comencé a buscar una cámara que pudiera usar. Y cuando no pude encontrarla, decidí que la única solución era construirla yo mismo”, narra el ingeniero.

Maitani llegó a Olympus en 1956, y lo hizo con una cámara que pretendía ser tan transportable como una pluma estilográfica: la Olympus Pen, que reducía el tamaño de un negativo de 35 mm a la mitad. A pesar de que en un principio los directivos se negaron a fabricar “esa cámara de juguete”, finalmente logró pasar la fase de prototipo y convertirse en una de las cámaras compactas por excelencia. “Se vendió tan rápido que la producción no podía satisfacer la demanda, y pronto el personal de ventas exigió saber cuándo podríamos enviar más existencias”, recuerda su creador.

Pero a pesar del éxito con la Pen, Olympus todavía carecía de popularidad en otro mercado: el de las réflex, dominado por Nikon y Canon. Uno de los grandes problemas con las cámaras SLR era el de su peso: superaban el kilo. A ello había que sumar la bolsa con objetivos intercambiables, componentes e incluso otro dispositivo adicional en el caso de algunos profesionales. Al final, todo el pack podía llegar a alcanzar perfectamente los seis o siete kilogramos. Pero eso cambiaría.

La Olympus OM-1, un hito de ingeniería fotográfica

Maitani, ya convertido en jefe de departamento, se propuso reducir el peso del cuerpo de una réflex a los 600 gramos, prácticamente la mitad de una réflex de Nikon por aquel entonces. Pero la carga se redujo incluso más de lo previsto y llegó a los 510 gramos. Fue así como en 1973 nació la Olympus OM-1, la cámara réflex de 35 milímetros más pequeña y ligera del mercado.

Se trataba de un dispositivo diseñado para resistir el largo uso de los años pero que, además, era idónea para realizar fotografía callejera o de deportes. Destacaba por dos rasgos: ser versátil y discreta. Se convirtió así en el fetiche de aquellos reporteros acostumbrados a cargar con sus dispositivos de un lado a otro, ya fuera en el campo de batalla o por las calles de las ciudades.

Uno de ellos fue el fotoperiodista británico Don McCullin, que agradeció personalmente a Maitani el haber creado la OM-1. “Nos dijo que había podido capturar sus increíbles fotografías del campo de batalla en Vietnam y en otras zonas de guerra gracias a que su cámara era liviana. Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando nos dijo que nuestras cámaras OM habían quitado un peso de los hombros de los fotógrafos de todo el mundo”, recuerda el ingeniero de Olympus.

Como señalan en Xataka Foto, una página especializada en fotografía, el éxito de la OM-1 fue tal que la NASA compró varias cámaras para documentar las misiones espaciales de la compañía. Para ello diseñaron un modelo diferente apodado Olympus OM-1 'NASA' que contaba con varias modificaciones para facilitar el trabajo de los astronautas a la hora de tomar fotografías. Por ejemplo, usaron componentes mecánicos de mayor calidad con piezas diseñadas por la agencia espacial, para así evitar que se puedan dañar en el vacío, o la adaptaron para que se pudiera disparar con el espejo levantado. El resultado fue una cámara que se convirtió en un hito en el mundo de la ingeniería fotográfica.

Jane Bown fue otra gran aficionada de la OM-1. La fotógrafa inglesa, conocida por sus retratos en blanco y negro a personalidades como Orson Welles o John Lennon para el periódico The Observer, trabajó con las mismas cámaras de Olympus durante más de 40 años. Según recoge The Guardian, al principio empleaba una Rolleiflex y una Pentax de 35 mm, pero su preferencia cambió cuando a principios de los 70 probó la OM-1 y comprobó lo pequeña, ligera y silenciosa que era.

Los rasgos iban en consonancia con las imágenes resultantes, siempre monocromáticas y con un enfoque minimalista. “Siempre me he sentido más cómoda usando el blanco y negro, aunque empleé el color durante unos tres años a mediados de la década de 1960 cuando se lanzó la revista Observer. El color era muy inflexible entonces y esto siempre incrementaba el nivel de ansiedad”, dijo la fotógrafa según palabras que recoge el tabloide inglés y que son testigo de un legado, el de Olympus, que permanecerá inmortalizado en la historia de la fotografía.

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