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Alice Guy, la pionera del cine que habló antes que nadie de transexualidad y feminismo

La pionera del cine, Alice Guy

Javier Zurro

6 de marzo de 2022 22:09 h

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Los libros sobre historia del cine siempre han tenido claro que George Méliès fue la primera persona que utilizó el cine para narrar una historia. Un pionero inolvidable, que creó imágenes para la posteridad que están grabadas en la retina de todos. El cohete en la luna, los increíbles trucajes que anticiparon los efectos especiales… tantas y tantas cosas que cambiaron el devenir del cine como arte. Sin embargo, como ha ocurrido casi siempre, la sociedad se encargó de anular y ocultar a muchas mujeres que deberían tener una presencia destacada en los libros y que, muchas veces, ni siquiera aparecen.

Alice Guy, por ejemplo, ha aparecido mencionada en muchas publicaciones sobre historia del cine como una simple secretaria de Léon Gaumont, otro de los (hombres) pioneros del séptimo arte. Poco a poco se ha ido recuperando y reivindicando su figura hasta colocarla en el lugar que se merece, el de alguien cuya importancia es tan vital como la de Méliès y que incluso podría competir con él por el título de primer creador de una ficción fílmica. En los últimos años ha habido varios libros y documentales sobre Guy. Ahora, el ensayo Alice Guy, en el centro del vacío hay otra fiesta (Editorial Huso), del escritor Juan Laborda, intenta no solo colocarla esa etiqueta de pionera, sino bucear en el contenido de su trabajo para mostrar lo revolucionaria y moderna que fue al tratar temas como lo trans, el feminismo o incluir a personas racializadas en sus trabajos.

Juan Laborda cree que el caso de Alice Guy es el ejemplo perfecto de que “la historia del cine necesita mucha revisión desde la perspectiva de género”. Recuerda que Roman Gubern en su mítico libro sobre Historia del cine, uno de los más leídos y recomendados en las universidades, habla de Guy como secretaria y no como creadora: “No creo que haya mala intención, sino que trabajaba con los datos del momento, pero ya tenemos mas datos de su obra, por lo que hace falta una revisión feminista”. 

El objetivo de este libro es “recuperar a Alice Guy, su memoria y su obra, porque no solo fue pionera de pleno derecho, sino una innovadora”, explica Juan Laborda. Para el autor no hace falta entrar en el debate sobre si fue antes Méliès o ella, sino que hay que recuperarla por justicia y para lograr que disfruten de sus obras cada vez más gente tras más de 100 años de abandono y un olvido que ocurrió “principalmente por el hecho de ser mujer”. Laborda coloca en el centro de su trabajo la cuestión temática, porque si bien ya había tesis doctorales o biografías, no había tantos trabajos sobre los temas que trató, que eran “muy novedosos, polémicos y valientes”.

“Su vida da para muchas biografías, pero no quise hacer un recorrido histórico, aunque la historia siempre pesa, sino centrarme en sus grandes temas, como son el lesbianismo, el travestismo, las críticas al ejército y a las jerarquías sociales, su defensa de los trabajadores negros, donde ella rueda íntegramente con un reparto negro, la critica social a comportamientos tradicionales… hay una ironía muy fina en su obra”, destaca Labora de sus más de 1.000 películas, la mayoría de las cuales están desaparecidas aunque cree que muchas pueden ir apareciendo. Al colocar a Alice Guy en los libros de historia, al analizar sus trabajos, será más fácil poner su firma a películas que están desaparecidas o que han sido atribuidas a hombres, ya que algunas de sus obras se pensó que eran de su marido o incluso de Gaumont. Poner en valor lo que Laborda califica como “un relato femenino que coloca a la mujer en el centro con una retórica que cuestiona los roles de hombre y mujer y que habla a finales del siglo XIX de temas complejos como la transexualidad o el lesbianismo”.

Como muestra de lo adelantada a su tiempo que era Alice Guy sirve el cortometraje Las consecuencias del feminismo, rodado en 1906 y en el que ya hablaba de los roles machistas que perpetuaba la sociedad. También desarrollaba una distopía mucho antes de que Hollywood las pusiera de moda. “Plantea una situación en la que las mujeres han dominado la vida en la tierra y los hombres son afeminados. Mientras que ellas toman la iniciativa y visten corbata, ellos hacen las tareas del hogar. Es una imagen deformada que es una crítica a la sociedad machista”, explica Juan Laborda. Un torbellino feminista que dio la vuelta a las normas establecidas y que incluso colocó a un elenco negro al frente de Un tonto y su dinero en 1912. Lo hizo mucho antes de que El cantor de jazz demostrara que el racismo seguía incrustado en la sociedad al pintar la cara de un actor blanco para dar vida a un afroamericano.

Si el machismo de la sociedad no hubiera hecho su efecto, seguramente hoy todo el mundo reconocería las imágenes del cine de Alice Guy igual que lo hacen con el de Méliès. Sus trabajos tienen fotogramas destinados a pasar al imaginario colectivo, alguno de ellos incluso lo ha hecho aunque pocos lo reconozcan. Solo hay que ver su primer trabajo, El hada de las coles (1896), en el que una mujer recoge a unos recién nacidos como si se tratara de una cosecha. Los bebés están plantados como repollos, una idea que se ha repetido en muchos directores posteriormente y que no parece que sea por azar. “En el cine y en el arte es difícil hablar de casualidades. Hay homenajes o referencias. Ella toma una imagen clásica de la literatura francesa y que ha calado. No solo en Amanece que no es poco, de José Luis Cuerda, sino mucho antes Vittorio De Sica en Milagro en Milán, que es un caso muy llamativo, porque está ese personaje, que es Toto, que aparece en un jardín, entre las lechugas… todo está conectado, y hay una relación clara entre la obra de Alice Guy y el cine actual”, opina Laborda.

Alice Guy empieza a ocupar el espacio que le corresponde, pero hay otras muchas pioneras cuyas obras se encuentran en latas perdidas o han sido atribuidas a directores. Juan Laborda destaca la labor que están haciendo el ámbito anglosajón con nombres como Lois Webber o con Elena Cortesía, actriz y directora de origen argentino “cuyas obras no se conocen”. Nombres que demuestran que todavía queda mucho por hacer y que esa revisión feminista de la historia del cine debe ocurrir cuanto antes.

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