“Crear es amar el fracaso (...) Si no amara el fracaso no escribiría sobre ti”, escribe Angélica Liddell (Figueres, 1966), escritora, directora de escena, dramaturga y actriz: una de las creadoras más disidentes del panorama internacional. Liddell lleva haciendo teatro desde antes de los noventa, en el 93 creó junto a Sindo Puche su compañía Atra Bilis, de 2014 a 2018 estuvo exiliada de la escena española, desde 2016 no habla con la prensa, y hace año y medio las butacas de los Teatros del Canal de Madrid la presenciaron por última vez y aún están trepidando.
Angélica Liddell arrasa en taquilla. Una costilla sobre la mesa: Madre será representada en la Sala Roja de los Teatros del Canal el 17, 18, 19, 20 y 21 de este mes. Las tres últimas fechas se han ampliado hace unos días y las entradas se vendieron en apenas dos horas. No obstante, la otra representación que iba a realizar, Una costilla sobre la mesa: Padre, “se ha tenido que suspender por causas de fuerza mayor; desde luego es mi voluntad y mi deseo que la podamos ver cuanto antes”, cuenta Alberto Conejero, dramaturgo, poeta y director del Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid.
Un costilla sobre las tablas
Si el chamanismo consta de una persona que guía pasajes espirituales e iniciáticos, que incluso logra comunicarse con difuntos y ancestros; lo que hace Angélica Liddell en sus creaciones son actos chamánicos. La chamana brinda su elegía al público (su tribu) y parece nutrirse de la conmoción e incomodidad que genera en este.
Como todo ritual que se precie, se trasciende también gracias a la música y el encargado de este ámbito es el “exflamenco” Niño de Elche, que con su cante transita la ceremonia en la que Liddell, como firma en la sinopsis de Una costilla sobre la mesa: “Vengo de quemar a mis padres, con tres meses de diferencia entre un cuerpo y otro cuerpo”.
“Muy pocas veces he sentido en un teatro lo que he sentido viendo algunas piezas de Angélica Liddell; hay muy pocos creadores que nazcan y mueran así en un escenario, muy pocos que causen pasiones tales, en cualquier dirección. Es además una de nuestras grandes poetas”, expresa Alberto Conejero. Conejero –premio Nacional de Literatura Dramática 2019– es una de las personas responsables de que Liddell esté sobre las tablas de la Sala Roja de los Teatros del Canal: “para mí lo más importante es que el Festival de Otoño pueda celebrarse, de un modo u otro, que contribuya en algo a aliviar la situación crítica del sector y que proporcione a los espectadores espacios de belleza, de reflexión, de humanidad”.
A tumba abierta
“Cualquier tipo de censura es absolutamente superficial, nunca va a entrar a profundizar en el sentido y en la naturaleza de un espectáculo. Es de una superficialidad pasmosa, van solamente a los iconos”, opinaba Angélica Liddell en una de sus últimas entrevistas realizada en 2016 en el marco del Festival Internacional de Teatro de Venecia, donde también se declaraba “antisocial” y reflexionaba sobre su “rechazo” y “repulsión” hacia la vida en comunidad. “Mi gran facilidad es ver lo peor de cada cosa y en esa facilidad entra la sociedad. La sociedad rezuma lo peor del ser humano. Creo que solo el individuo puede dar luz, la comunidad no puede dar luz”.
Quizá sea este uno de los motivos de su silencio mediático. “Angélica sigue sin tener ninguna relación con los medios, escritos o de otro tipo. Tampoco ningún miembro de la compañía”, informa vía mail su manager Sindo Puche. ¿Para qué queremos entrevistar a Angélica si su obra es casi inabarcable? Ella se comunica en el escenario y en el papel, en sus obras y en sus libros. “Angélica va por lugares que pocos creadores transitarían ahora mismo, va por lugares espinosos, incómodos y por eso también su literatura es incómoda. No es nada complaciente, todo lo contrario. Ella no basa su teatro ni su escritura en sus seguidores, lo basa en su instinto y en su fe”, comparte su editor Carlos Rod de la editorial La uÑa RoTa.