Una Annie Ernaux de treinta y pocos años se mueve por su casa, sonríe tímida, se entretiene en gestos lentos. Mira a veces a la cámara que le graba y continúa con las cosas de la cotidianeidad, como si pudiera fingir que no está siendo filmada en unas cintas que cuarenta años más tarde se proyectarán en las pantallas de los cines. Guardada para la eternidad, archivada en el deseo cumplido de los que aman la literatura contemporánea, se escucha la voz en off de Annie Ernaux narrando la historia de su vida.
No sabía en ese entonces que la exquisita costumbre de recolectar recuerdos con la Super 8 le traería una película, y mucho menos que se estrenaría el mismo año de su Premio Nobel de Literatura. Tuvo que haber sido abuela para que una tarde cualquiera sus nietos le pidieran ver los vídeos de juventud que guardó toda la vida. En la proyección casera del salón de su casa, su hijo David Ernaux-Briot lo vio claro: esas imágenes contaban muchas cosas. Juntos dirigen The Super 8 Years, una memoria audiovisual de una hora que recoge secuencias de la vida de la escritora y su familia entre 1972 y 1981, y que saldrá a la luz en España muy pronto El pasado miércoles se proyectó en el Festival Márgenes de Madrid, con coloquio de Sabina Urraca y Aloma Rodríguez y el 16 de diciembre Filmin la estrenará en su plataforma.
Ernaux se retira con la mano el pelo castaño que le llega a la altura de los hombros. Tiene los mismos ojos verdes que todavía se perciben hoy en las entrevistas y viste a menudo con un ostentoso abrigo marrón de piel de cordero, lo que ella llama “una versión chic de la moda hippie” que llevó durante muchos inviernos. Parece que intercambia palabras con el que está detrás de la cámara, su marido Philippe, al que se le ve la cara en contadas ocasiones pero del que habla durante toda la película: una pareja que se degrada lentamente en los cimientos de la rutina. En esa época, Annie es madre de dos hijos pequeños, da clases en un instituto de un pueblo del sureste francés y en las tardes libres escribe a escondidas su primer libro, Los armarios vacíos. La literatura es su secreto.
A través de una especie de crónica de viajes y de una observación abrumadora de su intimidad, Annie empapa su relato de dureza. Lejos de acercar al espectador a un documento familiar accesible, manejable o fácil, The Super 8 Years adquiere la misma retórica que cualquiera de sus libros: llena el discurso de realidad. Pero ni en su literatura muestra la estampa de madre de familia y cuidadora de marido e hijos –algo para lo que cree que “no había sido educada” y en lo que, para su decepción, acabó convirtiéndose, lo cuenta en La mujer helada y lo recuerda en este filme–, ni en su película habla de ninguno de los temas que frecuentan sus libros: ni aborto, ni amantes, ni sexo. Sí aparece su madre, una mujer que a veces vive con ella y a veces se va, la misma que en Una mujer le enfrenta al sentimiento del amor, el odio y la culpabilidad.
Bajo el solemne paisaje de las montañas de Chile, Annie recuerda la promesa que se hizo a los veinte años: “Escribiré para vengar a mi pueblo”, porque sus estudios y su marido le habían hecho ascender a la clase burguesa y traicionar el origen obrero del que procedían sus padres analfabetos. Recorre también algunos pueblos de los Alpes franceses, Marruecos, Albania, Londres, Rusia y España: en Salamanca, vivió la soledad; en los Sanfermines de Pamplona, imágenes costumbristas donde los toros mueren al mismo tiempo que las palabras de Ernaux se vuelven amargas, se rompen y se acercan a la vida.
Después de que este mismo año la obra de Ernaux debutara en el cine con El acontecimiento, dirigida por Audrey Diwan, ganadora del León de Oro y basada en el libro de la escritora francesa que lleva el mismo nombre y que cuenta la historia de su aborto clandestino, The Super 8 Years encaja como la pieza visual perfecta para completar el recorrido literario de Ernaux: en ella se ve algo implícito, escondido, algo que solo la imagen en movimiento de quien siempre narró desde dentro puede revelar.
En el coloquio que sigue a la proyección en el Círculo de Bellas Artes, las escritoras y editoras Aloma Rodríguez y Sabina Urraca –que está a punto de tomar el testigo como editora invitada en Caballo de Troya– hablan de su devoción por Ernaux y de la trascendencia que tiene la película en el recorrido de toda su obra. Si en los libros de Annie Ernaux ya se deja percibir una pena vital definitoria, tras la cámara, la expresión de tristeza de la autora se intensifica hasta hacerla una seña de identidad: “Es darse cuenta de que estaba mucho peor de lo que leíamos en sus libros”, dice Urraca en una conversación con elDiario.es tras el evento. “En la película, Annie está constantemente de vacaciones cuando lo que quiere de verdad es librarse de la vida que está viviendo. Al ver estas imágenes, veo a una chica desvalida”.
El filme es una innovadora forma de entrar dentro de la literatura de Ernaux, que cala especialmente en un público joven interesado cada vez más por la fuerza del relato de la escritora francesa, la crudeza de su narración biográfica y la sensibilidad con la que describe lo anecdótico. El proyecto de Punzadas, nombre bajo el que se esconden Paula Ducay e Inés García, pone uno de sus focos centrales en la obra de la ganadora del Nobel: podcast, newsletters y talleres de lectura que giran en torno a la figura de Annie Ernaux ofrecen un espacio para compartir, pensar y hablar sobre la que ya es una de las escritoras más significativas de la literatura contemporánea.
Las grabaciones acaban después del último viaje a Moscú, cuando la pareja se rompe y la familia se divide. “Los niños se quedaron conmigo y su padre se llevó la cámara, para utilizarla en su nueva vida”, narra Ernaux. Lo hace con una voz que no se quiebra nunca, ni siquiera al hablar de los días pasados, la época lejana y la vida hostil. Quizás era así como lo deseaba. “Se necesitaban palabras para darle sentido a este tiempo de silencio”.