Teddy Bautista vuelve a la SGAE, la entidad de gestión de derechos de autor de la que quizá nunca se marchó. Se presenta a las elecciones para la Junta Directiva que se celebrarán el próximo 26 de octubre con la pretensión de volver a cambiar los estatutos. Bautista tiene aún causas pendientes desde aquel 1 de julio de 2011 en el que fue detenido por el caso SAGA.
Continúa imputado por apropiación indebida y administración desleal y a la espera de un juicio que todavía no tiene fecha. Pero ahora Bautista quiere hablar, dejar de estar en silencio y dar su versión de lo que ocurrió aquellos días.
¿Por qué se presenta ahora?
Es cuando se han convocado las elecciones. Y coincide con que después de siete años de guardar silencio respetuoso estoy legitimado para hablar. La teoría de la espiral del silencio expresa cómo funciona el entorno a tu alrededor y yo lo rompo porque no quiero que la espiral me lleve al vórtice. En la SGAE hay una situación insólita: es objetivo de múltiples ataques que vuelven muy vulnerable a una organización que tiene casi 120 años. Ha pesado mucho que yo soy autor de casi mil títulos y esa condición te hace sentirte responsable.
Pero usted dejó muy tocada la imagen de la entidad… Hay mucha gente que desconfía de la SGAE.
Esa imagen es anterior a los autos del 1 de julio de 2011. Viene de cuando la SGAE lucha, porque es su obligación legítima, por la remuneración por copia privada. Y en ese momento se movilizan unos sectores, algunos agrupados como la Asociación de Internautas y la Asociación de Víctimas del canon, junto a intermediarios necesarios que son los medios, y que también coinciden con un sector empresarial que son usuarios del repertorio de la SGAE. Uno de estos estaba conformado por todas las grandes tecnológicas más las empresas de comunicación, que constituían un lobby muy poderoso con una fuerza de inversión publicitaria superior a los 500 millones anuales. Ante eso, nosotros nos tuvimos que defender como pudimos.
En aquella época se estaba produciendo un cambio de paradigma en los hábitos de consumo de los productos culturales. ¿No entendió la SGAE ese cambio?
Se entendió perfectamente. Fuimos los primeros en empezar a trabajar con código abierto, en trabajar con Big Data y en crear el concepto de los metadatos. Usted me pregunta si nos cogió con el pie cambiado y yo cuestiono la mayor. Éramos parte del cambio, pero nuestro cambio no fue percibido.
En aquel tiempo usted hizo declaraciones como ‘bajarse música es como robar un jersey’.
No dije eso, pero pude haber dicho algo parecido. A mí no me interesaba asociar que bajarse una canción era un acto similar al de llevarse un libro de una librería porque el libro es un objeto físico y la música era digital, está flotando en la nube. Pero ese movimiento de descargarlo era el incentivo que las compañías de comunicación utilizaron para vender la banda ancha. Eso coincidió con una campaña de cultura gratis que fue profusamente asumida por determinados sectores y saludada con mucha alegría por mucha gente. Nosotros lo que decíamos es que si hay que pagar una suscripción, si ahí hay una cadena de valor añadido, ¿dónde está la parte del autor?
Eso me lleva al famoso canon digital, que finalmente fue abolido. ¿Qué piensa de que la recaudación fuera desde el Estado a través de los Presupuestos?
Aquello fue un absoluto disparate. No se le puede hacer pagar a las arcas públicas lo que es un uso individual. No todo el mundo se baja música ni películas. Y nosotros lo denunciamos en la Corte Suprema de Luxemburgo y nos dieron la razón. Lo que ha pasado aquí es lo que los americanos dicen ‘follow the money’. ¿Quién se ha beneficiado después de todo este tiempo de que desapareciera la copia privada? ¿Quién se ha beenficiado de que la SGAE se debilitara como organización? Pues toda esa industria que gira alrededor de los productos culturales que han dejado de pagar en todos estos años unos mil millones de euros.
¿Está hablando de una conspiración, de una caza de brujas?
Yo creo que fue una caza de ciervos. Nosotros trabajábamos con un cierto toque de ingenuidad. Vivíamos en la comunidad de países europeos y en algunos estos derechos son defendidos por el Estado, porque esta es una cuestión de Estado. La cultura no es una cuestión partidista, ni de socialistas, ni del PP.
Una cuestión que se destapó después fue el asunto de la rueda de las televisiones, que está ahora también en proceso judicial. ¿Usted cómo se posiciona?
Habido un momento en el que si querías ver a Enrique Morente, Nacha Pop, Chano Dominguez o Jorge Pardo tenías que irte a esa franja horaria porque el resto de la programación estaba ocupada por tertulias, la Voz u Operación triunfo, donde no vas a ver precisamente la música sublime que se hace en nuestro país. Por tanto es un tema en el que hay que descender a los datos numéricos y después podemos cualificar y cuantificar qué daño produce eso. Pero es un tema judicializado y lo más prudente es esperar a ver qué dice el juez competente porque me puedo tirar al agua.
Hablando de procesos judiciales, usted se enfrenta a siete años por apropiación indebida y seis por administración desleal. ¿Qué espera del juicio?
Yo me siento optimista porque hasta ahora las sentencias me han sido favorables. Tengo que seguir confiando en la Justicia. Y sigo confiando hoy igual que hace siete años, porque ingenuamente pensé que había habido una denuncia formulada por la Asociación de Internautas, la Asociación de Víctimas del canon y un abogado catalán que se llamaba Josep Jover, pero estos tres no están ahora mismo personados en la causa. Y si era algo que tanto les preocupaba no sé por qué no siguen sustanciando su denuncia. Muchas veces le echamos la culpa al sistema judicial, pero el sistema lo que hace es aplicar las leyes que las hace el legislativo, no los jueces. Lo que he visto es la precariedad de medios que tiene el sistema judicial español. Si en los Presupuestos hace diez años les hubieran dado más recursos a la justicia para que se informatizara, trabajen en la arquitectura de blockchain, hace tiempo que nosotros estaríamos juzgados y creo que exculpados porque hemos hecho un trabajo muy serio de peritación. Pero la justicia que necesita ocho o nueve años para liberar a una persona de la carga de la culpa es una justicia incompleta.
¿Qué recuerda del 1 de julio de 2011?
Lo tengo todo muy presente porque lo tengo escrito. Cuando termine esta parte lo primero que voy a hacer es publicar un libro. Aquel día me levanté temprano porque el día anterior hubo elecciones. De madrugada me habían dado el recuento y había ganado una opción que era la que a mí más me gustaba. La mala noticia es que había fallecido Antonio delgado, el gran experto en propiedad intelectual, redactor de la LPI de 1986. Entonces fui a la Sociedad y me extrañó ver aparcadas las furgonetas de las televisiones con las parabólicas y pensé que se quería dar información sobre las elecciones y después me fui al tanatorio. Y cuando llego me dice el secretario general que la policía estaba saltando por las verjas de la Sociedad. Y me volví.
Cuando llegué me estaba esperando la secretaria judicial, el mando de la UCO y me leyeron el acta judicial. Recuerdo que la secretaria menciona en su lectura que hay una denuncia porque hay un desfalco de 400 millones de euros. Y yo pensé: ‘esto es una cámara oculta’. 400 millones era lo que queríamos llegar de recaudación en 2012. Y nosotros repartimos cuatro veces al año por lo que no podemos acumular esos 400 millones que estaban buscando. Llamé a los directores y les dije que abrieran a la UCO todo lo que tuvieran interés en ver y que quedara claro que estábamos colaborando desde el primer minuto. Y el resto del día lo pasé en mi despacho leyendo papeles, y de vez en cuando entraba uno de los mandos que estaba al frente de la operación. Después tuve una sensación de alivio cuando veo que la policía se lleva lo que cree conveniente. Y pienso que ojalá se lleven todo lo que les permita comprobar si las denuncias son ciertas o no.
Pero usted tiene una acusación de apropiación indebida, ¿usted no tenía conocimiento…?
Yo tengo una acusación de apropiación indebida, pero nadie ha podido demostrar un incremento patrimonial de mi estatus, con lo cual queremos que llegue la vista oral cuanto antes para que nuestros abogados expongan el conjunto de datos. Pero hay una máxima en el mundo de la abogacía que es ‘la denuncia es la condena’.
Se siente ya juzgado por la sociedad.
Yo creo que en cierta medida eso da en el centro de la diana. Se había trasladado a la opinión pública, cosa que está pasando también ahora, una imagen tan tremenda, tan mala de la Sociedad que al final la opinión pública la hace suya. Este es un país que crea la opinión de arriba abajo, es todavía desde las editoriales de los medios, desde los programas de debate… Y yo creo que los jueces, fiscales y magistrados, sean de un rango y de otro, son parte de la sociedad civil y se ven afectados por ese estado de opinión.
Pero también hubo otros escándalos como el uso indebido de las tarjetas de la SGAE. La fiscalía acusó a Pedro Farré, exdirector del Gabinete de Presidencia y relaciones corporativas de la Sociedad General de Autores (SGAE) por gastarse casi 40.000 euros en servicios de prostitución con la tarjeta Visa del organismo. Por cierto, ¿se ha leído su libro?
Sí, sí, lo he leído. Yo creo que ahí Pedro deja en ascuas, porque lo más importante no lo dice. Pedro era el que estaba encargado de luchar contra la piratería y vivió muchas circunstancias tremendas. Echo de menos que no cuente esa parte, que creía que era la que iba a contar. Po otro lado está bien…
Ya, pero está el uso indebido de las tarjetas…¿Usted no estaba al tanto?
No, no. Bastante tenía yo con garantizar que yo usaba la mía de la forma más correcta posible. Para eso hay una auditoria, un director general… pero es que si una persona hace un uso inadecuado de la tarjeta es imposible detectarlo…
Pero usted era el máximo responsable de la entidad…
Sí, pero el máximo responsable no precisamente de esos temas y operaciones. Era el responsable de los órganos de gobierno y establecer la estrategia. Hay una confusión. Yo ahora mismo estoy concurriendo a unas elecciones donde se elige a una junta directiva que nombra a un presidente. Pero yo nunca he sido presidente de la SGAE sino del Consejo de Dirección, que es como confundir al presidente del Gobierno con el rey, el jefe del Estado. Yo no podía presidir la Asamblea ni la Junta Directiva. Yo presidía el órgano que llevaba a cabo la trazabilidad de la gestión de la SGAE y tenía que dar cuenta a la Junta Directiva, cada tres meses presentaba un informe sobre cómo iba tal departamento, tal línea… Yo era el CEO. En el libro que saldrá a la luz en su momento, si vivo hasta entonces [toca la mesa] y si no lo sacarán mis hijos, pero sí que entro en esta intrahistoria.
¿Una confesión?
No, yo ya he confesado todo al fiscal, al juez… No me he guardado nada porque no tenía nada que guardarme.
¿Cómo está la situación económica de la SGAE ahora?
En los dos últimos años ha experimentado una mejora sensible en lo que llamamos puesta a punto de la maquinaria. Y eso se traduce en que la facturación y recaudación ha aumentado y eso hace aumentar el reparto. La Sociedad atraviesa un momento muy difícil porque tiene al estamento judicial con causas pendientes, tiene al ejecutivo con apercibimientos a través del Ministerio y por otro lado tiene al legislativo, donde curiosamente los cuatro partidos se ponen de acuerdo para reformar la LPI. Por eso yo en mi mensaje a los socios sintetizo tres objetivos: cambiar los estatutos y adaptarlos a la Directiva Europea de Propiedad Intelectual, segundo, un equipo de dirección profesional e independiente y de una transparencia garantizada en un rango de edad que permita apostar por una década de crecimiento. Y tercero: tenemos que ser conscientes de que estas obras nuestras que se digitalizan ya no son datos sino metadatos. Tenemos que incorporar arquitectura de blockchain.
Habla del apercibimiento de Cultura, que podría llevar a una intervención. ¿Cuáles pueden ser las consecuencias para la SGAE?
Para eso tiene que haber un juez. El Ministerio no puede intervenir. El juez ordenará la intervención o no. Y yo tengo mis dudas al respecto. El 4 o 5 de julio de 2011 yo le dije al director de industrias culturales que el Ministerio tenía que intervenir la SGAE. Le sugerí cuatro interventores generales del Estado que entrasen y se situasen en las cuatro puntas del conflicto: SDAE, SGAE, Fundación Autor y Arteria. Y estos interventores tendrían carta blanca para que levantaran todas las alfombras. Pero la ministra Ángeles González-Sinde dijo que el Ministerio no podía intervenir a la SGAE. La entidad es una entidad privada y como tal el Ministerio no podía intervenirla sin orden judicial.
¿Entonces ahora cree que hay injerencia por parte del Ministerio?
Yo no lo llamaría injerencia, sino un cierto exceso de celo. Es un territorio que le es propio, pero hay un cierto celo o una desconfianza en pensar que los autores no somos lo suficientemente capaces de arreglar nuestros propios problemas.
El Ministerio ha hecho ese apercibimiento, entre otras cosas, por el voto electrónico. La Directiva Europea de entidades de gestión de derechos habla de la posibilidad del voto electrónico. ¿Usted no está de acuerdo?
La Directiva no dice que haya que votar electrónicamente sino que las sociedades pondrán la información al acceso de la forma más fácil para los miembros de la sociedad, pero no se refiere a votar en unas elecciones sino que yo tengo derecho a saber cómo se explota mi repertorio. Es un derecho unilateral no multilateral. Cuando Anton Reixa ocupa la presidencia en el cambio de estatutos que promueve habla del voto electrónico pero no dice en dónde se puede usar ni tiene el desarrollo reglamentario, porque el voto electrónico es legítimo si hay una identificación biométrica. Si nosotros tuviéramos un sistema de identificación biométrica estoy segura de que no solo la SAGE tendrá voto electrónica, pero ahora no hay ninguna Sociedad [de gestión] en el mundo que tenga instalada el voto electrónico. Pedirnos que instauremos el voto como uno de los movimientos de intervención del ministerio es exceso de celo.
Otra de las cuestiones que se abordan es que el voto en la SGAE es ponderado, es decir, no es una persona, un voto. No parece lo más democrático.
A mí me gustaría cambiar también el accionariado del banco Santander. Es decir, que me den los mismos votos que a cualquiera de los ricachones que tienen un millón de acciones. La SGAE no es una entidad igualitaria o encargada de descrestar estos picos que se producen en el devenir del éxito de las obras. Oiga, que Alejandro Sanz recauda mucho será porque la gente paga más y mejor por escuchar las obras de Alejandro Sanz, Pablo Alborán o el maestro Rodrigo que de un grupo que acaba de empezar o que no está en la actualidad candente. Yo lo del voto único o igualitario me parece que nos colocaría en una situación clara de desventaja con respecto a las otras sociedades del mundo.
En 2005 usted se definió en una entrevista como marxista. ¿Se define así todavía?
Me definía como un marxista en fase de descomprensión anarquista parafraseando a Manuel Vázquez Montalbán. Si no estoy en el anarquismo es porque no creo que me admitan dados mis antecedentes… Yo soy un librepensador, simplemente. Antifascista, partidario de todos los movimientos que propicien la igualdad y la tolerancia, partidario absolutamente del papel que tiene que jugar la mujer en la sociedad y puede haber mecanismos que parece que fuerzan, pero es el camino para que las cuotas sean más… Por ejemplo, en la SGAE en 104 candidatos hay seis o siete mujeres… Eso es terrible.
Cuando usted estuvo tampoco había muchas.
Bueno, cuando yo estuve tuvimos a una presidenta por primera vez en la historia que fue Ana Diosdado. Y estaban Cristina Rosenvinge, Maite Martín, y también estuvieron Pilar Miró, Icíar Bollaín, Rosa León. Y creo que debería haber muchas más. Pero como le decía yo soy un músico y de pensamiento político librepensador con tendencia al descreimiento. Son ya muchos años de haber vivido.