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La Armada de la Guarda, custodia del oro de América contra los piratas

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Sevilla, 18 ago (EFE).- Compuesta por al menos ocho galeones, con una tripulación de dos mil hombres, la mitad de los cuales eran soldados, mosqueteros y artilleros, la Armada de la Guarda defendió en alta mar el oro de la Corona española del acecho de piratas, ingleses y holandeses, según un estudio histórico que revela la importancia estratégica que tuvo esta formación naval.

“La Armada de la Guarda. Defensa y naufragio en la Carrera de Indias”, del especialista en historia naval Vicente Pajuelo Moreno, publicado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Universidad de Sevilla y la Diputación de Sevilla, es el título completo de este estudio que, basado principalmente en documentos del Archivo General de Indias de Sevilla, describe la actividad de esta flota que durante algo más de un siglo, desde finales del XVI hasta principios del XVIII, custodió los tesoros españoles en alta mar.

Según la investigación de Pajuelo Morero, que se ha limitado al primer periodo de la historia de esta formación naval, de 1593 a 1605, ya disponía entonces de su propio “Tercio de Infantería” o “Tercio de los Galeones” que se componía de ocho compañías, una por cada galeón y cada una de las cuales estaba dirigida por un capitán de infantería.

Esa fuerza armada, en 1605, estaba integrada por 960 hombres, de los cuales 746 eran soldados y 214 mosqueteros, algunos de los cuales habían servido como soldados en Flandes y la mayoría tenían experiencia en los campos de batalla, si bien muchos no habían navegado nunca.

En general eran hombres que acabaron en la carrera de Indias empujados por las necesidades económicas del interior peninsular, donde ni la agricultura ni la ganadería precisaba de mano de obra abundante.

En los primeros años del siglo XVII buena parte del Tercio de los Galeones estuvo integrado por extremeños, castellanos, manchegos y leoneses, los cuales, para alcanzar el título de artilleros tenían que someterse a un examen además de cumplir una serie de requisitos como ser españoles de nacimiento y no ser “borrachos, blasfemos o malos cristianos”.

Para examinarse de artillero, también tenían que tener como mínimo veinte años y haber viajado a Indias al menos en una ocasión, tener buena visión, ninguna tara en los brazos, poseer conocimientos sobre la fabricación de la pólvora y haber asistido a las prácticas de tiro y de manejo de artillería que se impartían en las afueras de Sevilla, en sesiones de dos horas diarias todos los días de la semana.

Pajuelo Moreno, que también ha investigado en los archivos de Simancas, en el General Militar, en el Histórico Nacional, y en archivos históricos vascos, entre otros, ha determinado que los galeones de la Armada de la Guarda se hicieron en los astilleros del Cantábrico, aunque algunos se construyeron en Lisboa.

El más pequeño de los galeones era de unas cuatrocientas toneladas y el más grande duplicaba ese peso, según las conclusiones del estudio, que se detienen en el naufragio que en 1605 sufrió la Armada de la Guardia en aguas del Caribe, donde se hundieron cuatro galeones cargados con oro y plata con destino a la metrópoli.

Al mando de la flota, el general Luis Fernández de Córdoba y Sotomayor pidió a Felipe III invernar en América para no hacerse a la mar en los meses más peligrosos para la navegación, pero el monarca le ordenó no retrasar la salida puesto que necesitaba el oro y la plata que portaban los galeones para hacer frente al préstamo de diez millones de ducados que en 1602 le había hecho un banquero genovés.

El historiador ha observado que las fuentes históricas “apenas hacen referencia a los más de mil hombres que naufragaron en los cuatro galeones, lo que confirma el escaso valor que tenían las vidas humanas frente a las decisiones financieras de la Corona”.

Alfredo Valenzuela