La arquitectura del futuro: demoler jamás, transformar siempre

En la exposición Espacio libre, transformación ‘habiter’, se despliega la claridad, la racionalidad y la empatía de los arquitectos Lacaton y Vassal, merecedores del Premio Pritzker de Arquitectura 2021. Se trata de una secuencia que se inicia con la detallada relación de sus trabajos a través de planos y fotografías en la planta baja del Museo ICO de Madrid, hasta la espacialidad de la planta alta, donde la penumbra se anima con la luz de las pantallas en que se proyectan videos realizados desde el interior de sus obras, como ventanas abiertas al horizonte y al cielo.

El premio Pritzker ha dado visibilidad a su labor de tres décadas, que transmite un mensaje de esperanza para las vidas y ciudades actuales, donde los problemas de la vivienda social y de la calidad del alojamiento afectan a la mayoría de las personas. Su arquitectura es terapéutica, protectora y generadora de mejores condiciones de habitabilidad para los vecinos de los inmuebles en los que intervienen.

Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal fundamentan su trabajo en una idea central: “nunca demoler, eliminar o sustituir, siempre añadir, transformar y reutilizar”. Mediante estos conceptos, aplicados a la vivienda en bloques de las periferias urbanas, han logrado intervenciones modélicas sobre edificios que se consideraban obsoletos y esperaban ser demolidos. Tras su actuación, los inmuebles han renacido como crisálidas, logrando una metamorfosis en la que han ganado espacio, calidad de vida y una mejor relación con la naturaleza y la sostenibilidad.

La validez de las ideas de Lacaton & Vassal se ha verificado a través de la economía. Edificios que iban a ser abatidos y reconstruidos, han logrado, con presupuestos considerablemente menores, recuperar su integridad física, la funcionalidad de sus servicios, y aumentar la superficie de las viviendas con ampliaciones hacia el exterior. De este modo han conseguido que las casas cuenten con mayor calidad y variedad de espacios, incorporando terrazas, jardines de invierno y miradores que las enriquecen significativamente.

Aumentar la superficie de cada vivienda permite que los espacios sean mayores, pero también que puedan ser usados de manera diferente, más personal y libre, logrando más metros cúbicos y mayor capacidad de adaptarlos a gustos y necesidades personales. Esta versatilidad ha sido especialmente demandada durante el confinamiento de la pandemia, cuando las casas han necesitado adaptarse a nuevos esquemas vitales que exigían capacidad de cambio, algo imposible en los mínimos espacios domésticos de las periferias urbanas. La idea de “espacio libre” del título de la exposición se hace realidad en sus intervenciones, en las que procuran eliminar muros y ventanas para dar continuidad a los espacios interiores, abriéndolos al exterior y a la luz natural.

El segundo epígrafe de la muestra habla de transformación. Y no es un eslogan. Basta revisar la treintena de obras construidas por la pareja de arquitectos para comprobar su capacidad de transmutar edificios obsoletos, incluso desahuciados, y darles nueva vida. Es el caso del Palais de Tokyo, en París, una gran estructura museística abandonada que decidieron tratar como un soporte espacial sin definidores de uso. Tomando como modelo la aparentemente caótica plaza de Yamaa el Fna de Marrakech, habilitaron los elementos de conexión y cerramiento, ampliaron la superficie útil y dispusieron los recursos técnicos con criterio más económico, evitando condicionar, con la distribución, todo aquello que coartara la libertad para organizar el espacio con configuraciones diversas. La radical lógica de la intervención recibió una mezcla de incredulidad y admiración, y consagró un método de tratar los problemas de una estructura compleja con intervenciones puntuales.

Si los conceptos de espacio libre y transformación son arquitectónicos, el habiter, en francés en el título de la exposición, va mucho más allá. Habitar es uno de los actos más profundos del ser humano, la manera de acomodar su espacio íntimo, que no solo implica las condiciones mínimas de superficie, higiene y ventilación, exige también un esquema propio de ordenar las necesidades, las relaciones con el exterior, con el paisaje y la naturaleza, con el cielo, y también el delicado equilibrio entre intimidad y socialización. Habitar debe incluir la noción de libertad en arquitectura que, para Anne Lacaton, “proviene del movimiento, es un poco como la idea de la villa, a todo el mundo le gustaría vivir en una villa, entrar y salir al aire libre dentro de nuestra vivienda, jugar entre el interior y el jardín, es un modo de habitar que intentamos reproducir en cualquier parte”, explica a elDiario.es.

Este aspecto no solo es central en el pensamiento de Lacaton & Vassal, también han encontrado la fórmula para llevarlo a la práctica. No se trata de inventar soluciones, es mucho mejor buscarlas en colaboración con los usuarios de los edificios en los que intervienen. Según Anne Lacaton, primero hay que ir, entrar, hablar con los vecinos y empezar a generar en conjunto, “no desde el reproche o la queja, no desde la exigencia de reparación”. “Intentamos llevar el diálogo a una posición de incluir los sueños, las aspiraciones. Hay que decir a la gente que eso es posible, hay que hacerles considerar que son posibles esas transformaciones, y que no será una carga para ellos, que podrán permanecer en su casa durante las obras… Y así empezar la discusión desde bases optimistas y positivas. Hay que incitar al sueño de lo que podría ser”, desarrolla Lacaton. Así logran que el optimismo y el sentido positivo sea el motor del cambio. Y entonces lo hacen realidad.

La arquitectura de Lacaton & Vassal parece acoger a las personas con un sentido profundo, comprensivo y firme al mismo tiempo, les ofrece espacio para crear su propia forma de vivir, y no les obliga, solo propone y permite. No hay una idea en su trabajo que no parezca simple y lógica. La necesidad de su obra ya existía antes de que ellos llegaran, pero alguien tenía que definirla y construirla. Parece un milagro que lo hayan logrado, y que haya sido con sutileza, intensidad y personalidad. Pero es mejor que un milagro, porque contiene la semilla, el método, para que el concepto prenda, y crezca una arquitectura más humana, libre y sostenible. Ellos han demostrado que es posible.

¿Porqué no hay más intervenciones semejantes? A menudo, las estrictas normativas urbanísticas y la propiedad del suelo impiden que los edificios ocupen mayor superficie para crecer en su perímetro, uno de los recursos que Lacaton & Vassal han aplicado en algunas de sus obras más valiosas. Para ello han contado con la iniciativa de diversos responsables de la vivienda social en las ciudades en que han intervenido en Francia o Suiza, incluso de algunos propietarios de edificios en alquiler que confiaron en actuaciones menos costosas que la demolición y reconstrucción. Los principales beneficiados fueron los inquilinos.

Política es la palabra que sobrevuela todos los temas de vivienda social, en especial la que permitiría acortar la distancia entre lo imaginable y lo posible. La política de cambio debería ser la herramienta para escapar a la cárcel normativa que impone reglas, pero también a menudo impide mejoras. Como explica Anne Lacaton, “la normativa puede ser modificada, incluso, en ocasiones, es la normativa la que cambia prohibiendo lo que estaba permitido anteriormente”. Un cambio normativo imprevisto anuló la previsión de crecimiento ya proyectado del edificio parisino del Bois du Prêtre. Ellos siguieron luchando y lograron que la ley hiciera una excepción con su obra, de manera que la arquitecta comenta con humor que “a veces la arquitectura puede hacer cambiar la normativa”.

Jean-Philippe Vassal explica otro aspecto de su obra, su trabajo “sobre la intensificación de la ciudad, tanto sobre la situación construida como sobre la no construida, sobre el edificio y el espacio público”, y también sobre la proximidad, “que es muy complicada. Si hay poca distancia no hay privacidad, y si hay mucha no hay contacto social. Esto hay que tratarlo desde la arquitectura, y creo que el urbanismo no lo hace porque es muy generalista”.

La limpia luminosidad de los espacios creados por Lacaton & Vassal contiene una carga de profundidad respecto a la arquitectura posible y necesaria. Otorgan el protagonismo a las personas que utilizan las viviendas, y contradicen las rutinas especulativas y antieconómicas del mercado inmobiliario. Proponen mayores cantidades de espacio para cada residencia, entendiendo que llevar la palabra habitar a su más amplio sentido exige una cantidad de espacio que permita organizarlo de manera personal, sin atenerse a un esquema rígido de usos y funciones. También proponen y desarrollan tecnologías más ligeras y sostenibles, abaratando los procesos constructivos, trabajando con los oficios y no con los intermediarios.

Cuando amplían los edificios hacia el exterior, la superficie que ocupan de suelo urbano la multiplican, creando en cada planta jardines de invierno y galerías capaces de generar efecto invernadero y capturar energía en su interior durante el día, reduciendo el gasto energético. Con 60.000 euros, el presupuesto de una vivienda de 80 m2, fueron capaces de hacer una casa de 180. Han demostrado que pueden lograr el espacio más asequible para todos, construyendo el doble al mismo precio que un alojamiento estándar. Si el verdadero lujo es el espacio, se les puede acusar de producir lujo a bajo precio, un lujo redefinido en términos de “generosidad, libertad, placer, facilidad, más aire, más luz y más espacio”.

Estudiando su obra con detenimiento se comprueba que todos los procesos de pensamiento y producción de arquitectura han sido reinterpretados por el equipo francés desde el optimismo y el acuerdo, desde la capacidad para imaginar cambios en la vida de las comunidades. “A menudo, los promotores tienen en mente un proyecto estándar y un cliente, y nosotros procuramos lograr una forma de libertad en el espacio, donde los habitantes puedan amarlo, cambiarlo y apropiarse de él”, dice Vassal. Frente a la rutina de hacer arquitectura de vivienda colectiva para el mercado, para promotores, sin conocer al usuario específico y sus necesidades, Lacaton & Vassal han encontrado la alegría de trabajar para las personas que viven en el edificio, conocerlas y ayudarlas a mejorar sus vidas y sus viviendas.

Su influencia en la realidad construida hasta el momento ha sido modesta, pero el valor de sus aportaciones, la claridad y utilidad de su pensamiento, no ha pasado desapercibida. Por eso hablan a menudo de sus ideas en las escuelas de arquitectura y detectan “un increíble movimiento de estudiantes, en muchos países, interesados en trabajar con las comunidades de manera directa, ayudando en la mejora de las zonas más deterioradas, desde la periferia de las grandes ciudades a las áreas rurales de los países menos desarrollados”. En uno de ellos, en Níger, iniciaron su trayectoria profesional. Sin duda ha sido su coherencia y ejemplaridad la que ha impulsado al jurado del premio Pritzker 2021.

La arquitectura de Lacaton & Vassal opera principalmente sobre situaciones urbanas complejas y edificios industriales abandonados, pero siempre edificios modernos, ya sean de los años 30 como el Palais Tokyo, o bloques de viviendas de los años 70 y 80 del pasado siglo, como las 530 viviendas transformadas en la Citè du Grand Parc de Burdeos.

Conocen y admiran a los maestros y pioneros del Movimiento Moderno, parten de un entendimiento profundo del sistema de la Casa Dom-ino de Le Corbusier, de la casa Farnsworth de Mies van der Rohe y de sus apartamentos Lake Shore Drive de Chicago, de las Case Study Houses californianas y de otros modelos de estricta modernidad que combinaban rigor y economía junto a nuevos conceptos de ligereza y transparencia. “El Movimiento Moderno, que no ha sido perfecto, especialmente en la parte urbana, se ha desnaturalizado en la posmodernidad, en el deconstructivismo” dice Vassal. Es inevitable la sensación de que su trabajo establece una continuidad de nuevo cuño respecto a los orígenes y las esencias de la modernidad y, sin ser uno de sus objetivos, logran una precisa definición formal de silenciosa armonía y contenida elegancia, acaso involuntaria.