Abel Azcona (Pamplona, 1988) ha apilado los documentos de las denuncias y querellas a las que se ha enfrentado en España desde que presentó, a finales de 2015, la acción Amén, donde escribió en el Monumento a los Caídos (Pamplona) con hostias consagradas la palabra prohibida: pederastia. La pila de documentación mide tres metros de altura y es una obra de arte, que se expondrá el próximo día 29, en la galería WhiteLab, en La Castellana (Madrid), donde mostrará una retrospectiva de su trabajo (y sus consecuencias legales).
A esa columna formada por el papeleo de los procesos judiciales contra su libertad de expresión, que durante estos seis años ha puesto en marcha la Asociación Abogados Cristianos (además de Hazte Oír, la Fundación Francisco Franco o VOX), acaba de añadir unos nuevos folios decisivos para abandonar su exilio en Lisboa. El Juzgado de Primera Instancia e Instrucción nº 2 de Berga declara el archivo del presunto delito contra los sentimientos religiosos y un delito de profanación (artículo 254 del Código Penal), del que fue acusado el cinco de febrero de 2019. El carpetazo de la causa sigue la senda que otros tres juzgados iniciaron antes.
Lo extraordinario de esta sentencia es que el Juzgado archiva, además, la orden de búsqueda y captura que se había levantado contra el artista, declarado en desobediencia, harto del acoso al que le somete la organización cristiana cada vez que inaugura Amén en alguna galería o museo. Azcona decidió no acudir a ninguna de las tres citaciones ante el juez a declarar y trasladar su residencia a Lisboa para evitar la orden judicial. Entonces Abogados Cristianos le denunció por obstruir a la justicia, y de un delito menor pasó a ser señalado por un delito grave.
“Durante este año el juez de Berga mandó varias veces un furgón de la Policía Nacional, cuando sabía que venía a España. En la Feria del Libro de Madrid de 2019 di una conferencia y firmaba mi libro. Los agentes vinieron a la caseta, interrumpieron la firma, me identificaron y se marcharon. Pasó otras cuatro veces. Creo que el juez se vio en la obligación de identificarme, pero no quería la foto en la que me llevaban esposado al juzgado. No tenía otra opción, aunque nunca ejecutó la orden de captura”, cuenta el artista a este periódico, que ya ha iniciado los trámites para trasladar su estudio de Lisboa a Getxo.
Azcona se negó entonces a testificar porque consideró que la denuncia admitida formaba parte de una “persecución contra los artistas”. Así que escribió una carta al juez en la que decía: “La desobediencia está íntimamente ligada a la libertad, de modo que una persona puede llegar a ser libre mediante actos de desobediencia, aprendiendo a decir no al poder o a las formas de violencia que vulneran y precarizan su existencia”. Decidió plantarse y asumir una responsabilidad artística con consecuencias legales. “Si no lo hacemos esto va a ir a más”, dijo entonces Azcona, dispuesto a romper con la rutina judicial a la que la asociación cristiana le ha obligado. Cree que ha sido decisivo para el archivo no guardar silencio y hacer pública su desobediencia y su exilio.
“He debido gastar más de 40.000 euros en abogados para defenderme”, indica el artista. Lo toma como parte de la inversión en la producción de sus obras. Porque la reacción ante sus acciones ha pasado a formar una parte decisiva de las mismas. Las piezas artísticas que construye desde los acontecimientos desatados en Pamplona, en 2015, con mucha población católica movilizada en contra de su obra, no acaba en la galería, trasciende a la sociedad que interviene en ella con esas querellas. Es un detonante que retrata a la comunidad en la que actúa Azcona. El proceso artístico incluye lo que pasa alrededor del mismo, porque desvela la persecución del artista en su libertad de creación. “Es algo que tenemos que mirarnos en España, donde hay evidentes herencias franquistas”, añade Abel Azcona.
Él no es el único que aprovecha las causas judiciales. Recuerda la reacción de la organización cristiana, en noviembre de 2016, tras el auto de 80 folios del titular del Juzgado de Instrucción número dos de Pamplona, Fermín Otamendi. El juez consideró que Azcona no había cometido el delito que castiga las ofensas contra los sentimientos religiosos, pese a haber aplicado a los “objetos blancos y redondos de pequeñas dimensiones” un uso profano. Porque su conducta no se realizó en un lugar destinado al culto. Además, Otamendi aclaró que en ningún caso el imputado incitó a los visitantes de la exposición al odio o la violencia contra la Iglesia católica o sus miembros. Azcona, según el juez, invitó a tomar conciencia o posicionarse respecto de “la lacra de la pederastia”. “Fue un archivo lapidario y contundente” -recuerda el artista- “y Abogados Cristianos salió a la calle con camisetas, en las que se podía leer: ”Otamendi, has abandonado a dios“. Azcona dice que son ”unos performers mucho mejores“ que él.