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El alcalde, el museo, la cultura y el populismo

En los últimos años, la palabra política de preferencia ha sido “populista”. En apariencia todo el mundo puede ser populista, desde un presidente venezolano a uno norteamericano, desde un candidato de izquierdas a una candidata de derechas europeos.

Es un término de lo más polisémico, aunque da toda la impresión de que demasiadas veces se utiliza sin tener ni idea sobre qué se trata. Si se habla de cultura, la cosa se enrevesa un poco más porque de cultura, como de política, entiende todo el mundo. Por suerte y para aclararlo, tenemos en España un ejemplo de populismo activo y efectivo, también en lo cultural: Abel Caballero, alcalde de Vigo.

Ha de entenderse que Vigo siempre ha sido una ciudad muy peculiar. Es relativamente grande, con unos 300.000 habitantes censados, y con ello la más poblada de Galicia. También ha sido tradicionalmente su primer puerto comercial y sede de una importante industria naval, iniciando una tradición obrera muy rara en Galicia (el conjunto Ferrol/Fene siempre estuvo marcado por lo militar), aún más desde que se radicara allí Citroën en 1958.

Por otra parte, el Vigo del postfranquismo ha sido uno de los lugares culturalmente más activos de España, con nombres de primera línea en todo tipo de artes. Desde artistas como Menchu Lamas o Antón Patiño hasta grupos como Siniestro Total. Demasiados para enumerar sin omisiones clamorosas y suficientes como para convertir a la ciudad en un referente de la cultura desde los años 80 del pasado siglo.

Excepto ocho años donde la alcaldía fue ocupada por el PP y cuatro por un miembro de BNG, Vigo ha sido siempre socialista. El ultimo alcalde (llegado el 2007) es Abel Caballero, nacido en 1946 en Ponteareas, una localidad cercana a Vigo y que fue ministro de Transportes de 1985 a 1988 y que intentó, sin éxito, ocupar la presidencia de la Xunta de Galiza.

Muchas cosas poco útiles

Hablábamos de populismo porque el alcalde Caballero es un populista clásico. Desde que llegó a la alcaldía no ha parado. Ha llenado Vigo de bancos para paseantes (de los cuales sobraron, según parece, nada menos que 400); ha plantado olivos por toda la ciudad, como homenaje al antiguo olivo que figura en el escudo y ha llegado a decir que “ahora hay en Vigo más olivos que en toda su historia”. También tuvo la ocurrencia de plantar un barco pesquero de buen tamaño en medio de una rotonda afirmando ya entonces que “las rotondas mas bonitas del mundo son las de Vigo”.

Todo ello a pesar de las protestas vecinales sobre un despilfarro que cifraban en 300.000 euros. Pero estas cosas simpáticas y vistosas le gustan al alcalde porque le dan rédito electoral y ahora acaba de inaugurar una fuente en un cruce céntrico de la ciudad que consiste en una pantalla circular de televisión que ha costado otro dineral. No se sabe muy bien para qué servirá, además de para distraer a los conductores y no ser vista por los viandantes. Caballero apuntó que quizá para retransmisiones deportivas. ¿De verdad? ¿En medio de una plaza con tráfico rodado?

Con todo, su gran salto a la fama internacional fue con la inauguración del famoso Dinoseto, una chapuza topiaria que Caballero ha elevado a simbólica de la ciudad, saludando incluso la aparición junto al Dinoseto de un huevo del que luego nacería un Dinosetito, con el que el alcalde se retrató para celebrar el acontecimiento. Cierto es que también se disfraza de cualquier cosa, se hace fotos como skater y lo que haga falta para resultar cercano.

Caballero también practica una política de proximidad y abrazos e incluso tiene su propio programa de televisión local de la ciudad: Vigo de cerca. Los vecinos pueden llamar, Caballero toma nota y al día siguiente se arregla el bache denunciado. Eso, de nuevo, son votos. Aunque eso sí, una conservación seria y a fondo es otro tema. Así se demostró en el estadio de Balaídos, propiedad del Ayuntamiento y cuyo pésimo estado obligó a aplazar el año pasado un partido Celta-Real Madrid. Caballero, eso sí, se puso los galones de haber impedido una situación peligrosa.

Cuando se inauguró el nuevo Auditorio/Palacio de Congresos, financiado en gran medida por la Xunta, Caballero hizo instalar una placa conmemorativa en la que solo figuraba él. Al poco tiempo y ante la indignación de la Xunta, la placa hubo de ser cambiada. Todo esto es bastante curioso y aún quedan cosas muy pintorescas en el tintero, resumidas en el rotundo final de casi todas sus intervenciones: “Esto es lo mejor para el pueblo de Vigo”. Pero donde Caballero se supera a sí mismo es en cultura.

Un MARCO imperfecto

Vigo tiene un Museo de Arte Contemporáneo llamado MARCO. La institución se inauguró en 2002 y nació fruto de la frivolidad con que los políticos siempre han tratado la cultura. ¿Era necesario un Museo de Arte Contemporáneo en Vigo? Igual no, pero desde entonces, el centro se ha convertido en homologable a otros tantos que surgieron en España como setas. Hasta que llegó la crisis.

No solo es que MARCO viera reducido su propuesto en casi el 50%, sino que patronos como la Diputación o empresas privadas como CaixaGalicia no abonaban lo que les correspondía o directamente dejaban de apoyar el centro. A pesar de ello, MARCO ha seguido siendo una institución que funciona correctamente cumpliendo como puede el cometido que figura en sus estatutos: “Realización de actividades culturales de investigación, educación, formación, conservación exposición y difusión del arte y la cultura contemporáneas, con particular atención a las producción artística de la Comunidad Gallega, así como estatal e internacional”.

Le relación de Caballero con MARCO siempre fue tensa y desde su victoria por mayoría absoluta en 2015, se fracturó por completo. Como narra en un largo articulo (en gallego) el comisario Juan de Nieves, la mala educación y el desprecio institucional de Caballero hacia MARCO comenzaron en mayo de 2015.

Por aquel entonces, el alcalde impidió durante una rueda de prensa conjunta que el director de MARCO, Iñaki Martínez, contestara a una pregunta de los periodistas con el argumento de que “el alcalde de Vigo no necesita que se apoyen sus palabras. Las apoya la ciudad por la vía de los votos”. Frase que dejaba bien a las claras su idea sobre la independencia de las instituciones culturales, un logro conseguido en toda Europa y plasmado en España en el Código de Buenas Prácticas que trata de impedir que las instituciones culturales dependan del político de turno.

La situación había llegado a tal precariedad que Iñaki Martínez anunció a finales de 2016 que dejaría su cargo a la conclusión de su contrato, el próximo noviembre. ¿Cuál fue la respuesta de Abel Caballero? En una entrevista televisiva dejó caer que Martínez había renunciado a seguir porque sabía que no le iban a renovar (eso es función del Patronato, pero el alcalde adelantaba acontecimientos). Luego ha explicado varias veces que el museo debe funcionar de otra forma, más popular.

Como ejemplo de lo que él entiende por popular se incluyen propuestas, frustradas por Martínez, para que el museo acogiera un desfile de moda joven patrocinado por unos grandes almacenes, la exposición permanente de la colección de azulejos del Faro de Vigo o una de esas exposiciones itinerantes de copias de los guerreros de terracota de Qin Shi Huang con la que China está haciendo su agosto por medio mundo. Porque en todas partes hay alcaldes populistas y esto de los guerreros chinos parece algo importante.

Gestionando la cultura sin preguntar a nadie

Pero, aunque el alcalde no presente en su currículum nada que le relacione con la cultura, sí se exceptúa haber escrito algunos libros sobre templarios en su época de vacas flacas (del 2002 al 2006, a uno por año); y tiene claro que en MARCO se va a imponer su voluntad.

¿Cómo hacerlo? Pues por un procedimiento de larguísima tradición: a mediados de junio y basándose en que el Ayuntamiento aporta ahora el 76% del presupuesto de MARCO, Caballero nombró ocho miembros municipales del patronato directamente, sin proponerlo al pleno, como había hecho hasta entonces. Esto se aprobó por el anterior patronato al que el ministerio de Cultura no acudió y donde los presentes parecían estar encantados con quitarse el muerto de encima

Con estos ocho vocales en vez de los cuatro anteriores, Caballero tiene la mayoría absoluta en el Patronato, que es quien debe nombrar al nuevo director. Según sus declaraciones, no parece que vaya a respetarse el Código de Buenas Prácticas porque el director/a, que Caballero prácticamente exige que sea vigués, encontrará ya un plan hecho.

El alcalde aseguraba que “tenemos muchas ideas de cómo adecuar esto porque ya pasaron unos años, y ya es el momento de la adecuación. Y las tenemos y las vamos a poner en práctica”. Así, sin consultar a nadie porque los líderes populistas suelen ser depositarios de la verdad absoluta y de las verdades particulares “vía los votos” que vienen a ser como las lenguas de fuego sobre los apóstoles.

Que un alcalde tenga ideas no está mal, para eso le eligen. Pero es que Abel Caballero parece tener ideas demasiado definidas sobre algo que desconoce: la cultura, en general. Es muy probable que haya de repensarse MARCO como muchos otros centros y museos españoles. Dado que en la mayor parte de las ciudades no existen museos de Arte Moderno, una idea sería transformar los actuales Museos/Centros en museos de la Modernidad y la Contemporaneidad o en museos del Siglo XX y la Contemporaneidad. U otros imaginables.

Esto ya se ha discutido en diferentes foros porque es precisamente de una reflexión ordenada entre múltiples sectores (cultura, vecinos, sociólogos, Administración, educadores...) de donde pueden surgir nuevos centros que se adapten mejor a las necesidades de cada lugar.

El punto peligroso de todo esto es que cuando un populista solo admite el valor de los votos políticos como fuente de legitimidad, tiende a entrar en terrenos que no le son propios. El alcalde de Vigo podría preguntar, reflexionar, delegar... Al menos, que no contagie.