El desastre de Notre-Dame dejó sin palabras a quienes, impotentes, contemplaban en directo cómo se desvanecía un pedazo de historia. La batalla contra el fuego se libró durante doce horas ininterrumpidas, desde el momento en el que empezó a arder el ático de madera que sostenía el techo del templo. Por suerte, ya se considera prácticamente extinguido, tal y como afirmaba el portavoz de los bomberos, Gabriel Plus, en declaraciones a la prensa la mañana de este martes.
Aunque aún se desconocen las causas, “nada apunta a que fuera provocado”, según aseguraba este martes Rémy Heitz, fiscal de París. El fuego se propagó rápidamente por el ático de madera que sostenía el techo del templo. “Hemos salvado las torres, que están seguras en este momento. Las tribunas también están consolidadas. El corazón de la nave, sin embargo, está muy deteriorado”, describía Plus.
Con todo, la torre en forma de aguja que coronaba el templo no resistió las llamas y se derrumbó. Había sido un campanario durante el siglo XVII, pero ahora era una torre con 500 toneladas de madera y 250 toneladas de plomo a una altura de 93 metros desde el suelo. La acompañaban doce estatuas de cobre verde que, por suerte, se libraron del siniestro al haber sido trasladadas para su restauración apenas una semana antes. Dos policías y un bombero resultaron heridos leves durante los trabajos de extinción.
Todavía es pronto para evaluar con exactitud el alcance de los daños, pero el valor tanto de lo que se ha perdido como de lo que ha sobrevivido es incalculable en términos de patrimonio cultural, dado que Notre-Dame es uno de los monumentos más importantes de Europa. Una herida abierta que, ahora, empieza un largo y arduo camino si quiere cicatrizar. Y no se pueda asegurar que, aunque se cure, no seguirá doliendo.
El alcance de las llamas
Un balance inicial nos permite ver los principales materiales afectados son los de la restauración llevada a cabo en el siglo XIX por Viollet-le-Duc, uno de los arquitectos más importantes de Francia y del mundo. “Se han perdido elementos importantes del edificio, como el tejado, que tenía un armazón de vigas original de gran valor. La aguja también es una pérdida importante, porque es un elemento que ya forma parte de la historia del edificio, aunque se añadiera en 1859”, explica a eldiario.es Miguel Ángel Cajigal Vera, Historiador del Arte y miembro de ICOMOS (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios). En el interior de la aguja, además, había tres reliquias: una de las 70 espinas de la corona de Cristo y otras dos reliquias de san Dionisio y santa Genoveva. Ninguna parece haber sobrevivido.
Según el ministro de Cultura francés, Franck Riester, en total han caído dos tercios de la cubierta, lo que equivale a unos 1.000 metros cuadrados. Otras de las partes damnificadas parecían ser los tres rosetones que representaban las flores del paraíso, construidos en el siglo XIII. Finalmente, según ha aclarado el político, se han visto afectados sin sufrir “daños catastróficos”.
“Notre Dame, es a Francia, lo que la Catedral es a Sevilla, la Mezquita a Córdoba… es el corazón de la Historia y la memoria, de ahí el enorme sufrimiento”, opina María Dolores Ruíz de Lacanal, experta en Historia de la Conservación y profesora de la Universidad de Sevilla.
“Lo que hemos perdido es la simbología del edificio más noble y famoso del gótico francés”, lamenta al ser preguntado por este periódico Javier Ribera Blanco, catedrático de Historia y Restauración Arquitectónica y subdirector del Instituto de Patrimonio Cultura. El experto añade que “Viollet-le-Duc era el arquitecto más grande que ha tenido Francia en todos los tiempos. Es el que introduce la arquitectura del hierro, del vidrio y es el gran restaurador de conjuntos como la comuna francesa de Carcasona”.
Pero no solo hay que tener en cuenta el daño de las llamas, también el del agua. Aunque Donald Trump animó a utilizar aviones hidráulicos para sofocar el incendio, como apunta Ribera, eso habría provocado que “el agua entrara a tal presión que acabaría destrozando el órgano, la bóveda y todo lo que había en el interior”.
Aun así, y a pesar de que no hay indicios de derrumbamiento, Cajigal se muestra preocupado por otro aspecto: el cambio de temperatura. “Los materiales han sido sometidos a un calor enorme y repentino y ahora se van a enfriar. Esos cambios de temperatura son la clave para ver cómo van a resistir”, sostiene el experto, el cual agrega que “hay metodología para ello bien desarrollada y no parece que vaya a ser especialmente difícil. Pero obviamente, sí será laborioso”.
El gótico vive, la lucha sigue
Doce horas después de haberse declarado el incendio, cuatrocientos bomberos consiguieron extinguirlo. Dos policías y un bombero resultaron heridos leves durante los trabajos de extinción, pero entre las cenizas aún restaba muchísimo patrimonio cultural sin desperfectos o con daños para nada irreparables.
Los dos campanarios de 69 metros de la catedral, joyas del arte gótico, permanecen intactos. De los tres rosetones -vidrieras del siglo XIII que representan las flores del paraíso-, el del norte está intacto y los otros se siguen evaluando. Las estatuas de los doce apóstoles y los cuatro evangelistas que rodeaba la aguja, no estaban allí durante el incendio. También el Tesoro de Notre-Dame, formado por la túnica de lino del rey San Luis, la corona de espinas y otras reliquias de la Pasión de Cristo, que fueron extraídas durante el incendio.
Así mismo, escaparon de las llamas la mayoría de los Mays, alrededor de una cincuenta cuadros regalados por la cofradía de los orfebres de París en homenaje a la Virgen María entre 1630 y 1707, gracias a su extracción y traslado al Ayuntamiento. Los que restan dentro de la catedral están perjudicados debido al humo y no al fuego, y se trasladarán al Louvre para su restauración en cuanto sea posible. Y además, de los tres órganos de la catedral, se sabe que el mayor -uno de los más importantes del mundo con un esqueleto de 8.000 tubos-, ha quedado intacto.
“Se ve que se ha consumido toda la estructura de madera”, explica Ribera Blanco, “luego, como echaron tal cantidad de agua, pues ha podido arrastrar algo a las bóvedas, pero han conseguido apagarlo antes de que las brasas cayeran abajo y dañaran todos los bienes que había”, resume el subdirector del Instituto de Patrimonio Cultural. “En ese sentido, afortunadamente, la limpieza de la catedral ha permitido que no se extendiera más el fuego, pero se ha acabado de quemar todo lo que era madera”.
“Estos edificios estaban pensados para resistir”, cuenta Cajigal Vera. “Precisamente se abovedaban en piedra porque el riesgo de incendio era constante y la piedra ofrece una seguridad ante el fuego que un techo de madera no tiene”, explica el Historiador del Arte. “En este sentido, es importante diferenciar 'techo' de 'tejado': el tejado o cubierta es lo que ha ardido, pero el techo, que son las bóvedas de piedra, no ha ardido y ha aguantado bien, con excepciones de derrumbes puntuales, seguramente a causa del peso de la aguja al caer”.
“En la Edad Media ardían iglesias con mucha más frecuencia que hoy y los incendios devastadores eran parte de la historia de cualquier catedral”, añade el miembro de ICOMOS. “Estructuralmente, el gótico es muy racional, su equilibrio y contrarresto de empujes hace que los edificios sean muy estables. Si tenemos en cuenta que decenas de catedrales góticas resistieron razonablemente la Segunda Guerra Mundial, con bombardeos en su propio recinto, vemos que no es casualidad que el edificio se haya mantenido en pie”, sentencia.
Una restauración sin alma, pero necesaria
El presidente francés Emmanuel Macron se comprometió a reconstruir Notre Dame por considerarla “una parte de nosotros”, pero los siguientes pasos no estarán del todo claros hasta evaluar con precisión la secuelas. “Lo importante en las primeras semanas será consolidar la estructura y asegurarse de que todo lo que no ha caído se quede donde está y no supone un riesgo para las personas”, asegura Cajigal.
La rapidez con la que se pueda reconstruir también dependerá del presupuesto que se disponga, algo que, a juzgar por los 600 millones que ya alcanzan las donaciones de varios multimillonarios franceses, no parece que vaya a ser un problema. “El dinero ayudará para rescatar, pero el dolor de una pérdida así es irreparable e insustituible. Entendemos nuestros monumentos con sus valores históricos, arqueológicos y documentales”, dice Ruíz de Lacanal.
La docente aprovecha para hacer un llamamiento a adquirir “el compromiso de velar y proteger el legado cultural que hemos heredado”, ya que “es hora de que los profesionales se preparen para la evitar otros incendios”. Según ella, los expertos en patrimonio cultural “deben estar ahí, en cada catedral, en cada monumento, en cada conjunto histórico, tomando medidas preventivas, ajustando la degradación al mínimo”.
Aun así, Ribera destaca que esta será “una reconstrucción carente de alma de lo antiguo”, ya que, “son una ficción, un falso histórico que hay que hacer para no violentar la memoria”. El peligro, según el catedrático de historia, sería “hacer una innovación muy violenta en un monumento histórico”, algo que no ayudaría a mantener el equilibrio entre los nuevos elementos y los que se han salvado del incendio, como la gran campana llamada Emmanuel de 13 toneladas o la famosa gárgola Stryge que observa París desde la altura.
Sin embargo, no solo con dinero logrará levantarse la catedral. Esta también deberá su vida a quienes, con un trabajo de cirugía, se jugaron la vida a más de cuarenta metros de altura para mantener fresca la estructura y evitar que el fuego se extendiera. “Los bomberos son los nuevos 'autores' de la catedral de Notre-Dame. Sus nombres deberían quedar escrito junto a los de los constructores góticos”, admira el miembro de ICOMOS de los salvadores. “Juntos, con siglos de distancia, han conseguido que hoy siga existiendo”, culmina.