Hubo un tiempo en el que Hollywood presumía de su rechazo moral a la dictadura franquista. Por eso, Frank Sinatra mandó un telegrama a Franco deseando su muerte y en la versión original -y censurada- de Casablanca (1942), Humphrey Bogart decía haber derramado su sangre luchando en el bando republicano durante la Guerra Civil. Como represalia, el dictador negaba a los españoles una buena parte del cine norteamericano y solo lo proyectaba en los famosos pases privados del Pardo.
Sin embargo, años después del final de la contienda y con las heridas cerradas solo para algunos, Hollywood dio por saldado su compromiso. España seguía bajo una dictadura, pero al mismo tiempo abría sus puertas a un vacío legislativo que daba total libertad a los productores de la Meca del cine. Fue entre principios de los años 50 y 70, cuando el star system estadounidense aterrizó en nuestro país para delicia de los viandantes que se los encontraban en la calle y de un gobierno exultante con la nueva entrada de capital extranjero.
La exposición MAD about Hollywood, alojada en El Águila (Comunidad de Madrid) hasta el 13 de enero, es una muestra fotográfica del glamour que paseaba por la capital en aquellas décadas. En total, 148 instantáneas reunidas por la historiadora de arte y comisaria Esperanza García Claver tras más de dos años de investigación. La muestra ha resucitado por segunda después del verano y, aunque parezca una coincidencia con la serie Arde Madrid de Paco León, desde la Comunidad aseguran que se debe al éxito de la edición estival.
“Otros viajan hasta Sunset Boulevard o la Via Veneto, nosotros no tenemos más que viajar a la Gran Vía para jugar entre las estrellas”, explica García a este diario. Solo hacía falta dar un paseo por la arteria principal de la ciudad para ver caminar a Ava Gardner, Audrey Herpburn, Cary Grant, Maureen O'Hara u Orson Welles. Y además, como le gusta destacar a la comisaria, “con la tranquilidad de que no les perseguían los paparazzi”.
Esperanza García cuenta que todo empezó en 1948 con la sentencia Paramount, por la que a los grandes estudios de Hollywood como Paramount, Metro Goldwyn Mayer y United Artist, que controlaban la cadena de producción, distribución y exhibición, se les acabó el monopolio. Los productores buscaron localizaciones más amables al otro lado del Atlántico para grabar y así llegaron primero a Italia y después a España.
En nuestro país encontraron mano de obra barata, buen clima y muchas horas de luz para dilatar los rodajes, escasa protección legal para conseguir extras por dos duros (llegaron a “alquilar” a soldados del Ejército), decorados de bajo coste y un terreno mimético que tan pronto transportaba a la Rusia de Doctor Zhivago como al Egipto de Lawrence de Arabia.
Atraído por todas estas ventajas, incluyendo una inexistente protección sindical que convertía a nuestro país en un caramelo para magnates estadounidenses, Samuel Bronston se hizo con los estudios Chamartín y comenzó a producir películas para competir con la Metro Goldwyn Mayer y sin las trabas legales de Estados Unidos. De hecho, el dictador ordenó a Carrero Blanco que pusiese a disposición del productor todo lo que necesitase para rodar en suelo español.
Frotándose las manos, el empresario consiguió construir decorados que entrarían en el libro Guinness por su magnitud, tener a 3.000 personas bajo sus órdenes y trabajar con estrellas como Sophia Loren, John Wayne, Charlon Heston, Rita Hayworth o Ava Gardner entre otros. “Logró incluso que le vaciaran el lago del Retiro para alzar la carpa de El fabuloso mundo del circo (1964), algo nunca antes visto, y después casi tampoco. O abrió el salón del trono del Palacio Real para sentar a Bette Davis en El capitán Jones”, dice Esperanza García.
A cambio, Franco “obtenía una imagen de España moderna de cara al exterior que le interesaba y que acabó por calar en toda la ciudad, no solo la parte que frecuentaba el star system”. El Hotel Intercontinental (antes conocido como Castellana Hilton), el Retiro, el Rastro, el Museo del Prado o el Paseo de la Castellana eran localizaciones donde se solía ver a los equipos extranjeros grabando o a sus estrellas haciendo su vida, ya que muchas se mudaron directamente a la capital española.
En la exposición, esto se divide en dos secciones: On the set y Off the set. Algunas de las instantáneas recogen a Grace Kelly en misa en Los Jerónimos, a Audrey Hepburn de compras en el barrio de Salamanca, a Anthony Mann y Charlton Heston visitando el castillo de Manzanares El Real o a Sofía Loren rodando en los estudios Bronston de Las Matas.
Las favoritas de Esperanza García son las de fuera del set, en las que no era extraño encontrar a la Audrey Hepburn que desayunaba un croissant frente a Tiffanys en los ultramarinos Mantequerías Leonesas haciendo lo propio. Contando con esta última, la comisaria hace una pequeña selección y explica la intrahistoria de algunas de las mejores instantáneas de la colección. Un breve paseo de la fama en los bastidores del Madrid franquista.
Desayuno en el ultramarinos madrileño
Mientras Audrey Hepburn estuvo casada con el actor Mel Ferrer, ambos pasaban largas temporadas en Madrid durante los rodajes de él, como La caída del Imperio romano de Anthony Mann. En el caso de la instantánea, “el fotógrafo Gianni Ferrari se la encontró por la calle y le preguntó si podía caminar con ella un rato. Durante 20 minutos la siguió mientras compraba fruta en Mantequerías Leonesas y hablaba con los tenderos. Unos años antes había rodado Desayuno en Tiffanys, y aquí aparece tan castiza que es un contraste precioso”, dice García.
El fotógrafo Orson Welles
La relación del director de Ciudadano Kane con Madrid es de sobra conocida y, de hecho, fue en un hotel de la capital donde dio a luz a su última y maldita película. En la fotografía escogida por García, de 1960, “Welles está en la Travesía de Nuncio junto Paola Mori, su mujer en ese momento, y su hija Elizabeth Welles. Aparece sonriendo con una cámara y con su puro, relajado y feliz de estar con su familia”.
George Cukor en el Palacio de la prensa
“Cuando di con estas fotos en el Archivo Regional no me lo podía creer. Trabajé con los negativos directamente. Eran de la presentación de La costilla de Adán, cuando George Cukor estuvo en Madrid. Él salía del Palacio de la Música y llamaron a Sarita Montiel, que vivía en uno de los apartamentos del Palacio de la Prensa, para dar una vuelta con él”. La instantánea la tomó Gerardo Contreras, uno de los fotorreporteros más reconocidos entre los actores y actrices de Hollywood.
Charlton Heston en su castillo
Siempre se dice que El Cid es ese clásico atemporal gracias a que le permitieron a Anthony Mann acceder a grandes tesoros del patrimonio nacional para rodar su épica película. En la fotografía, “el director aparece buscando localizaciones en el Castillo de Manzanares el Real junto a su actor protagonista. Es una foto inédita que pertenece a un archivo privado, así que le tengo mucho cariño”. Mann rodó dos cintas en la Comunidad de Madrid, El Cid y La caída del imperio romano, mientras que Herston, una de las caras principales del imperio Bronston, hizo El Cid y 55 días en Pekín.
El tablao favorito de Maureen O'Hara
Las noches de Ava Gardner solían comenzar con una copa de Jeréz en el Corral de la Morería, su local flamenco favorito. Desde entonces, por ese reservado han pasado todas las estrellas de Hollywood que visitan España. Más de medio siglo después, las puertas del tablao madrileño siguen abiertas. En la fotografía se observa a Maureen O'Hara, que presentaba El gran McLintock junto a John Wayne, acompañada una vez más de Sara Montiel.