En la mitología griega, la Hidra de Lerna era un monstruo acuático de múltiples cabezas capaz de regenerar dos por cada una que le cortaban. Murió a manos de Hércules, en una batalla en la que hasta el más fuerte entre todas las figuras mitológicas lo tuvo difícil para vencer a la bestia. Durante la expansión colonial inglesa del siglo XVII al XIX, los gobernantes utilizaban la metáfora del mito para simbolizar la dificultad a la que se enfrentaban intentando amedrentar a sus habitantes e imponer orden en los sistemas laborales crecientemente globalizados. Dominique White, artista contemporánea elegida como una de las más significativas de su generación por la revista CURA y finalista del Max Mara Art Prize para mujeres 2022-2024, invierte la lógica del mito: el Estado es el monstruo, y la negritud, su verdugo.
Al entrar en la Sala A de La Casa Encendida, uno no sabe si es cómplice, enemigo o testigo. Entre la oscuridad del espacio resaltan dos focos de luz que alumbran los restos de un barco descuartizado: retales de redes cortadas, metales en punta, cadáveres esparcidos por el suelo. Se trata de una batalla naval recién terminada que todavía vive en nuestro siglo. Es el sistema contra las identidades. Bajo un título de una fuerza notable, la instalación se convierte en un espacio de introspección con la obra, con lo sobrenatural y con lo humano: Que te liberes y vivas más que tu enemigo.
Pero la pieza también se entiende mejor si se observa dentro de la serie Reivindicar la resiliencia, un ciclo expositivo anual comisariado por Pakui Hardware, el dúo de artistas formado por Ugnius Gelguda y Neringa Cerniauskaite que se preparan para ser los futuros representantes del pabellón de Lituania de la próxima Bienal de Venecia. Su proyecto, formado a través de cuatro obras individuales de cuatro artistas diferentes —Dominique White, Monia Ben Hamouda, Naomi Rincón Gallardo y Bianca Bondi—, estará en Madrid hasta finales de verano.
Hacia un nuevo afrofuturismo
La obra de Dominique White es la primera del ciclo, pero también de una serie propia que continúa con el mito de la hidra. Se estrenó en Italia en noviembre de 2021 pero desde entonces hasta ahora “hubo un cambio de perspectiva”, dice la artista en una entrevista con elDiario.es: “Todo pasó de una mirada pasiva a una más activa. La idea era que la obra, de alguna manera, permaneciera viva y pudiera mutar según la mirada de cada uno”. Lo que White hace con esta primera presentación es entrelazar “las teorías de la subjetividad negra, el afropesimismo y ‘la revolución de los de abajo’” con “los mitos náuticos de la diáspora negra”, explica el espacio cultural en su hoja informativa.
“La negritud es el monstruo que no quiere ser cazado. Es el punto de referencia de esa protesta negra que, de alguna manera, amenaza al sistema porque le crea grietas”. La instalación es un núcleo de objetos volantes que se sostienen en el aire por la propia fuerza del conflicto. El lienzo de vela, sisal y rafia se desgarra en la boca de las cabezas del monstruo acuático, que tienen forma de ancla. La sensación es clara: el silencio. En la sala no hay nada más que la prueba del combate. Hay muertos, hay heridos, hay supervivientes, pero no se sabe dónde están. O quizás se hallan, invisibles y resistentes, sobre las redes y sobre las cabezas de la bestia. “Según la mirada y la posición que uno ocupe, los dos pueden ser monstruos. El Estado puede ser un monstruo que muta y que sigue siendo amenazador, pero de otra forma. En ese sentido, la negritud es para el Estado una amenaza que se resiste a seguir lo dictados. Normalmente el Estado elige quién vive y quién muere, quién es humano y quién no lo es. Es la negritud la que pone en cuestión todo esto”, describe.
El trabajo de Pakui Hardware gira en torno a “la relación entre materialidad, economía y tecnología, y la manera en la que esta última moldea la economía actual y la propia realidad física, incluido el cuerpo humano”. Aunque la obra de Dominique White existía antes del ciclo, la idea del afrofuturismo que engloba la instalación de la artista congenia de una manera interesantísima en la línea de esta investigación. Sobre esto, dice Dominique White que “tiene que haber un afrofuturismo moderno”: “Llevamos más de 200 años pensando y soñando con un futuro diferente”.
El Estado es el punto de entrada del afrofuturismo
Aunque pueda ser “un poco megalómano”, dice la artista, reconoce que piensa a través del viaje y el itinerario a la hora de colonizar otros mundos. “El Estado es el punto de entrada del afrofuturismo. De alguna manera, yo viajo en mi pensamiento y en la imaginación con una especie de armada del agua: los esclavos antiguamente eran tantos que podrían haber constituido todo un ejército. Para mí el futuro radica, más que en el espacio, en el agua. Es mucho más tangible poder vivir en el fondo marino, en los fondos más profundos que aún no conocemos. Este ejército de esclavos, en mi obra, se construye en el agua”, cuenta.
Resiliencia: crear desde el trauma
Para Pakui Hardware, el concepto de resiliencia, que según la RAE se refiere a “la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbado o un estado o situación adversos”, es un término de moda desde hace dos años y apropiado “por el régimen neoliberal, convirtiéndolo en un rasgo específico del carácter de los ciudadanos”, explica el espacio cultural en su hoja informativa. El filósofo Mark Neocleous reflexiona, de hecho, sobre cómo este enfoque está “profundamente vinculado a intereses políticos” y responsabiliza a los individuos de “hacer frente a los shocks de los sistemas (ecológico, político o financiero)” para hacerles crear planes de emergencia en vez de cambiar los sistemas que son disfuncionales.
La resiliencia es colectiva. Pertenece al grupo, es un esfuerzo de todos
En el proceso de creación, la artista, que se mueve entre Marsella y Essex, cuenta que se valió también del libro La hidra de muchas cabezas. La historia oculta del Atlántico revolucionario de Peter Linebaugh y Marcus Rediker, donde se plantea, precisamente, el remplazo de la hidra por el Estado. Sobre una base teórica compleja, vive la obra. En una entrevista con este periódico, la comisaria Neringa Cerniauskaite habla de que no hay características individuales: “La resiliencia es colectiva. Pertenece al grupo, es un esfuerzo de todos. Es algo muy lento y se construye gradualmente. No naces con ello”.
Quizás en 100 años hayamos colonizado Marte, así que esta obra es para todo el mundo
Por eso, a la pregunta de cómo debe el espectador mirar la obra, la comisaria responde que “con la mente abierta”: “No hace falta comprender la obra del todo, no hay que usar fórmulas. Todos los trabajos de la serie son poderosísimos en sí, tanto en forma como en concepto como en mensaje. Si el espectador viene con ideas preconcebidas, serán alteradas ante las obras”. Dominique White le da la razón y añade que no le gustaría que los espectadores “piensen la obra desde el punto de vista de sus contextos”: “No quiero que un espectador que no sea negro piense que esto es una obra de negros. Me gusta que la pieza logre el efecto de considerar las cosas desde fuera. Quizás en 100 años hayamos colonizado Marte, así que esta obra es para todo el mundo”.
Entre la culpa y la conciencia política, la responsabilidad, la confesión y el duelo; entre el impacto, la fuerza y el pensamiento contemporáneo, hay un hueco desde el que mirar la pieza de Dominique White. Quizás porque ella misma desea que el espectador no observe la obra atendiéndose a sí mismo, uno siente que se olvida de quién es ante las redes, los rotos, los monstruos y el mar. Bajo la oscuridad de una sala que acoge de forma brillante el desencuentro histórico entre sistema y negritud, entre violencia e identidades, solo queda el vestigio de un conflicto que ahora abre las puertas del arte para ser repensado. Es allí donde empieza a vivir más que su enemigo.