Espacio P., recordando una historia ninguneada por la Movida
- La exposición Espacio P. 1981-1997 en el CA2M de Móstoles recuerda las manifestaciones artísticas, innovadoras y experimentales, que se dieron cita en este espacio cultural en el centro de Madrid durante aquellos años
Montar una exposición sobre un espacio dedicado en primer lugar a la performance parece algo casi contradictorio. Al fin y al cabo, entre las características de la performance se encuentran lo efímero y lo presencial. De otra parte, se trata de actividades artísticas de alcance directo muy minoritario, dado que la asistencia a las mismas suele contarse en decenas, todo lo más algún centenar de personas. Es posible que la performance se repita unas cuantas veces, pero nunca tiene una carrera extendida, como una obra de teatro, convencional o no. De modo que para el público interesado en las artes, la performance es algo no demasiado conocido y mucho menos vivido. Siendo esto último la gracia del asunto.
También es cierto que exponer lo efímero no es muy diferente a relatar lo efímero. Y sobre la performance, al menos desde su formalización como género allá por los años 60 del pasado siglo, se han escrito docenas de libros. En muchas ocasiones muy interesantes porque no solo describen una acción que suele carecer de argumento literario, sino que la explican. La mayor parte de las veces los libros y ensayo parten de fuentes secundarias (el escritor no solía estar allí) y siempre después del suceso. Como sucede en realidad con los sucesos de cualquier tipo, sea un concierto, un fenómeno atmosférico o un asesinato. Sobre los sucesos se han edificado imperios de la información y ello por buenas razones: son historias extraordinarias que despiertan la curiosidad.
¿Cuál es la historia de Espacio P., la exposición recién inaugurada en el CA2M de Móstoles? Los sucesos y con ello las performances no solo pueden ser narrados, sino conservados en documentos, fotografías, imágenes en movimiento e incluso objetos relacionados con el mismo. Es lo que ha traído Karin Ohlenschläger, comisaria de le exposición y una de las personas con mayor capacidad para mostrar lo que sucedió en Espacio P entre 1981 y 1997.
Espacio P no era más que un sótano en la céntrica calle madrileña de Núñez de Arce, pero durante esos dieciséis años, tuvieron lugar allí todo tipo de actividades experimentales. Y ello de forma privada, independiente y abierta, no solo a grupos y personas, sino también al cambio de los tiempos. Una de sus últimas actividades, en 1994, fue el primer encuentro Iberhack que ya contaba con Wau Holland, uno de los fundadores del hoy clásico foro de hacktivismo Chaos Computer Club.
Öhlenschlager, hoy directora artística de LABoral, que vivió aquello y realizo en el 2011 una gran exposición sobre el principal motor de Espacio P, el canario Pedro Garhel (1952-2005) en el CAAM de Las Palmas, ha reunido una exposición muy equilibrada con gran cantidad de vídeos, por lo general de corta duración, multitud de fotografías, publicaciones del más variado tipo, consecuencias de acciones como una colección de pelo de diferentes personas (artistas en su mayor parte) introducidos en sobre y enviados a la dirección de Espacio P.
Espacio P tuvo varias etapas. El primer año estaba concebido como un estudio más o menos normal, aunque dedicado a prácticas no tan normales, entre ellas formación sobre performance y accionismo, que ayudaron a financiar en principio el espacio. Pero a partir de 1982 y hasta 1986 el espacio se abre a realizar exposiciones con videos, poesía, música, performances, fotografías y lo digital.
Entonces se convierte en gran medida en un proyecto autogestionado en el cual son los artistas los que crean nuevas estructuras de produccción, distribución y consumo de esas artes. A partir de 1986, se dejan de programar actividades en el sótano y Espacio P se vuelca hacia el exterior realizando acciones o intervenciones en diferentes lugares, por lo general relacionadas con las artes como la Documenta 8. Posteriormente y hasta el cierre del lugar en 1997 se volvería a utilizar como local digamos público.
Sin espacio en la Movida
Espacio P no suele recordarse demasiado aunque perteneciera de lleno a aquel Madrid de los milagros ochenteros. Seguramente porque no se aviene muy bien con esa idea que bajo el nombre de Movida interpretó todo aquello como una historia alienante, comercial, apoyada y financiada por la política de la Transición para estupidizar al personal.
Espacio P ni dependía de ninguna institución ni perseguía reconocimiento monetario o institucional. Tampoco es que hiciera mucho la corte a unos medios de comunicación. Estos a su vez, tendían a ignorar olímpicamente, ya no a Espacio P, sino al tipo de actividades que tenían lugar en él y tampoco estaban absolutamente aisladas, con focos muy potentes aunque algo desconectados entre sí como por ejemplo Barcelona. Algo destinado al olvido, como tantas otras iniciativas de entonces que personas voluntariosas como Ohlenschläger o Teresa Granda con la Gelatina Dura del Macba logran traer de nuevo a la memoria.
Resulta bastante divertido pensar, como dice Karin Ohlenschläger, que por entonces el mundo del arte establecido pareciera tan desconcertado por unos artistas que hacían de lo multidisciplinar casi una actitud. Entonces, no hace tanto, se pedían las cosas claras y una persona que hiciera vídeo no podía dibujar, escribir o hacer música al mismo tiempo. Algo que hoy en día se da por supuesto y casi obligatorio, incluso demasiado.
La lista de artistas que participaron de una u otra forma en el Espacio P. es amplia y recoge desde nombres archiconocidos como Pedro Almodóvar o premios nacionales (recientes) como Concha Jerez o Isidoro Valcárcel Medina, a otros menos conocidos pero que hoy ya son clásicos. Agustín Parejo School, Pelayo Arrizabalaga, Llorenç Barber, Eduardo Cirlot, Clónicos, Juan Carlos Eguillor, Francisco de Felipe, Rosa Galindo, Juan Antonio Lleó, Javier Maderuelo, Suso Saiz... E interesante conexiones, como una austriaca con Valie Export o el actual director del ZKM de Karlsruhe, Peter Weibel. Hubo muchos más, los mencionados son solo algunos ejemplos.
¿De qué iba en realidad todo aquello? ¿Tenía algún sentido? En primer lugar el mero hecho de mantener en funcionamiento un espacio autogestionado ya es un acto rompedor, casi revolucionario, en el mundo de las artes de antes y de ahora. Por otro lado la no adscripción a un partido de la inmensa mayoría de los participantes no impedía que allí todo el mundo tuviera muy claro que el sistema no valía, aunque su expresión fuera colgarse boca abajo de una cuerda y encender en esa postura unas ramas de brezo (Francisco de Felipe).
Por otra parte, si se echa una ojeada a los nombres de los participantes, resulta que la mayoría ha seguido luego realizando su trabajo desde la independencia (reconocimientos públicos tardíos aparte), pero se encuentran entre lo más respetado de las varias generaciones que coincidieron en Espacio P. No hay integrados y eso no puede ser casualidad.
Espacio P. 1981 - 1997 es una exposición dirigida tanto a estudiosos como a un público más inespecífico. Este último puede hacerse una buena idea de este tipo de actividades, tan al margen de las oficialidades y, pensando sobre ellas lo que le parezca, entender que no se lo habían contado todo, que había otras historias.
Quienes tengan un interés más académico harán bien en reservar unas cuantas horas para la visita, hay mucho que ver, leer y escuchar con atención. El 5 de octubre, tres días antes de la clausura de la exposición, se presentará el catálogo en una jornada con performances y conferencias. Otra discreta pero importante pieza en el todavía muy incompleto puzle de la cultura durante la transición política.