A Akenatón no le habría gustado. El busto de su esposa Nefertiti, el que encargó al escultor real Tutmose hace 3.300 años, considerado sin discusión el busto más bello del mundo, ha sido copiado de manera clandestina para ser replicado en una vulgar impresora 3D y exhibido en la bienal de El Cairo. No satisfechos, sus responsables han hecho públicos los archivos para que cualquiera que tenga acceso a una impresora, pueda reproducirlo en su casa. Han llamado al proyecto “Nefertiti para todos”. Ha sido la única forma de devolver a la bella al lugar al que pertenece.
El busto de Nefertiti, considerado una de las grandes obras maestras del arte egipcio, no está en Egipto. No está en el Valle de los Reyes donde encontraron su momia; ni en Amarna, en el taller de Tutmose, en el lado oriental del Nilo. Allí la encontró el egiptólogo Herr Ludwig Borchardt, de excursión con la Deutsche Orient-Gesellschaft, y se la llevó a Berlín. Su nombre significa “Bondad de Atón, la bella ha llegado”. El gobierno egipcio lleva casi un siglo tratando de recuperarla.
La reina egipcia que reina en Berlín
Técnicamente, Borchardt se la llevó con permiso de las autoridades vigentes. Por otra parte, las autoridades actuales le acusan de haber mentido. Los documentos que presentó para llevársela indican que el arqueólogo fue astutamente parco describiendo las bondades -o la identidad- de la efigie a los inspectores, con fotos de mala calidad y una composición falsa para ningunear su valor. Una vez en Berlín, Nefertiti estuvo en manos de un coleccionista privado que la donó al Ägyptische Museum. Su puesta de largo para el gran público fue en 1923.
El gran público se volvió loco. La fama de su magnética y tuerta belleza cruzó el Adriático, el Jónico y el Mediterráneo hasta llegar a casa. En 1924, Egipto reclamó por primera vez a su reina. Alemania dijo nein. En 1925, amenazó con prohibir todas las excavaciones alemanas hasta que volviera la reina a casa, con el mismo resultado. Cuando, en 1933, el comandante de la Luftwaffe Hermann Göring sugirió devolversela al rey Fouad I para conseguir su apoyo. Hitler dijo que “jamás renunciaré a la reina” pero que le haría un museo bonito solo para ella.
“Conozco el busto” -dijo el Führer en aquella ocasión.- “Lo he observado, maravillado, muchas veces y me deleita siempre. Es una obra maestra única, un verdadero tesoro. ¿Sabe usted lo que voy a hacer algún día? Voy a levantar un nuevo museo egipcio en Berlín. Sueño con ello, dentro de él construiré una cámara coronada por una gran bóveda y en el centro estará Nefertiti”. Durante la ocupación, la bella estuvo en manos norteamericanas, que se hicieron los locos con la repatriación de la pieza. El 1989, el presidente Hosni Mubarak la visitó en el Museo Egipcio de la capital alemana y concedió que era “la mejor embajadora de Egipto en Berlín”.
Eran otros tiempos. En 2003, el secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades Zahi Hawass acusó a Borchardt de fraude y exigió su devolución inmediata. Las autoridades alemanas se han negado hasta a “prestar” el busto a los museos egipcios por miedo a que no la devuelvan. Ahora la bella tiene un lugar en El Cairo, gracias a la tecnología y a dos artistas alemanes, que decidieron liberarla a modo de intervención.
Operación: liberar a la reina
El pasado octubre, Nora Al-Badri y Jan Nikolai Nelles entraron varias veces en el Neues Museum con un escáner 3D escondido bajo el abrigo. Con el material recogido crearon una réplica perfecta en resina. Después liberaron la “receta” en el congreso del Chaos Computer Club, la gran cita internacional de los hackers, con una licencia abierta de Creative Commons. Querían liberar a la reina, “activar el artefacto” e “inspirar una re-evaluación crítica de la noción colonial de posesión en los museos alemanes”. Ver a Nefertiti en Berlín cuesta doce euros.
La revista Time les ha llamado ladrones, acusando a la pareja de robar la propiedad intelectual del museo alemán para vendérsela al museo de El Cairo. Lo que llama a la pregunta de si es legítimo que un museo -o nadie- pueda tener la propiedad intelectual de una obra de arte de tres mil quinientos años. Una obra que, además, podría ser robada. Curiosamente, la propia revista Time puso a Nefertiti segunda en la lista de los los diez saqueos artísticos más importantes de la historia. La primera son los frescos egipcios del Louvre. Egipto pierde patrimonios que su mal karma no sabe recuperar.
Al Ahram, el principal periódico en Egipto, publicó que “La estatua se ha convertido en el símbolo de un tema que trasciende los límites del artefacto y revela cómo los grandes poderes del pasado colonial no han cambiado de actitud hoy”. De momento, aquí está la bella y todo lo que hace falta para su infinita reencarnación. En Amara o en cualquier lugar del mundo.