El servicio postal francés, La Poste, ha encargado a la diseñadora Valérie Besser un grabado del retrato del león Néro, el favorito de todos con los que convivió la pintora Rosa Bonheur (1822-1899). Es el animal que retrató en 1879 en un cuadro que tituló El Cid. El mismo que su marchante, representante y figura clave en la proyección y promoción de la artista, Ernest Gambart (1814-1902), entregó como regalo al Museo del Prado ese mismo año. Era la manera de sellar el vínculo que entre la pintora y España había creado la emperatriz Eugenia de Montijo (1826-1920). La esposa de Napoleón III le había llevado a su casa la Cruz de la Legión de Honor francesa por su trayectoria artística. “El talento no tiene sexo”, reconoció la emperatriz al condecorarla. Ahora, cuando el próximo 16 de marzo se cumplan 200 años del nacimiento de Rosa Bonheur, un sello con la imponente cabeza del león que tanto ha costado aceptar al Prado correrá por Francia celebrando a una de sus más grandes artistas. Y entonces habrá nacido un icono internacional.
Valérie Besser cuenta a elDiario.es que no fue ella quien eligió el tema. “Solo hice el diseño de la imagen que me fue encargada. También hice modelos de otras dos pinturas diferentes. Pero la elección final no fue mía”, reconoce la artista. Isabelle Lecomte, gerente de producto de Le Poste, indica a este periódico que la elección de la pintura fue hecha por Katherine Brault, que es la propietaria del Château de By (en Thomery) desde 2017. En 1859 Bonheur adquirió este castillo, cerca del bosque de Fontainebleau, donde retrató en la intimidad de su hogar la naturaleza salvaje que trató de domesticar mucho antes de que lo hiciera Claude Monet (1840-1926) en Giverny, con sus nenúfares.
Las crónicas recuerdan a la pintora rodeada de los mismos seres que luego saltaron a sus lienzos. Rosa Bonheur hizo entrar a la naturaleza en la jaula de la pintura para observar a capricho. Su casa fue su estudio y este fue una granja en la que convivieron nutrias, ciervos, caballos, cabras, vacas, faisanes, gallinas, jabalíes y dos leones. Nerón se llamaba el protagonista del cuadro. El castillo de la pintora hoy se mantiene como Museo Rosa Bonheur, aunque apenas se muestra el taller de la pintora. Logró más fama en el Reino Unido que en su tierra natal y con los beneficios del desembarco en el mercado inglés se compró la quinta en By, que es un lugar decisivo en la trayectoria de la artista, donde convivió con Nathalie Micas, primero, y con Anna Elizabeth Klumpke, después.
Más de un siglo guardada
En la cartela que acompaña al cuadro en la sala del museo español se aclara que la cabeza del león “evoca la libertad, la insumisión y la valentía, valores que la artista expresa en su propia vida y a través de la representación de animales, convertidos en el principal motivo de su obra”. La obra quedó expuesta de manera permanente el 27 de septiembre de 2019, después de una fuerte reivindicación ciudadana que reclamó al museo su permanencia en sala tras haber sido descubierta en 2017, en la exposición La mirada del otro, comisariada por Carlos G. Navarro. El museo había tardado casi 140 años en sacar la pintura de los almacenes, ubicados en Alcalá de Henares. Con la reforma del discurso narrativo de las salas del siglo XIX, el Prado ha mantenido al león a la vista, pero en una ubicación muy discutible: junto al extintor de la sala dedicada al arte cosmopolita europeo (Baudry, Meissonier, Lenbach).
Cuando el Museo d'Orsay inaugure en octubre una gran retrospectiva —con una selección de 200 obras, entre pintura, escultura y fotografía— dedicada a celebrar la obra de Rosa Bonheur, El Cid estará incluido en el recorrido de la prestigiosa institución parisina, tal y como ha podido saber este periódico, lo que servirá para poner en valor este cuadro de la pintora naturalista. “Será un importante evento nacional e internacional, que rendirá homenaje a una artista excepcional, innovadora e inspiradora”, explican desde el Museo d'Orsay. “La artista, conocida como icono de la emancipación de la mujer, situó el mundo vivo en el centro de su obra y de su existencia”, añaden.
Esa es la manera que tiene La Poste de celebrar el Día Internacional de la Mujer, publicando la jornada previa a la celebración el sello dedicado a Bonheur. “Quiso poner fin a la práctica de relegar a las mujeres a un rango inferior al de los hombres por el mero hecho del sexo, en cualquier dominio donde su inteligencia o talento las hiciera iguales a ellos”, escribió Anna Klumpke en las memorias sobre la artista. Y dejó una pregunta retórica sobre el talante antisistema de su compañera: “¿No era ese el signo de una emancipación audaz?”.
Soberana sin tinieblas
Rosa Bonheur quiso edificar su propia vida y alcanzar la culminación de sus derechos y posibilidades. Antes tuvo que pedir permiso para ser libre. Hace siglo y medio, si las mujeres querían atravesar la ciudad sin vetos, tenían que pasarse a los pantalones. La Policía autorizaba. La pintora busca en la calle la inspiración: visita mataderos, campos de labranza, caminos a las afueras... “Mis pantalones han sido grandes protectores”, le dijo a Klumpke. “No tenía más alternativa que darme cuenta de que las prendas propias de mi sexo eran un estorbo total. Pero el traje que llevo es mi uniforme de trabajo, nada más”, alegaba la artista que quiso estar en todas partes menos en su casa o en la iglesia, aceptando que el mundo exterior era una exclusiva masculina.
La periodista Concepción Gimeno de Flaquer escribió de Bonheur el día de su muerte. Y dijo de la pintora que aborreció y abortó los planes “femeninos” previstos para ella, que logró que ningún otro pincel fuera “más sincero y verídico” que el de ella, que estudió la naturaleza y se adelantó a los impresionistas que, muchos años después de ella, abandonarían el interior de sus estudios para apropiarse de la luz de la calle. Gimeno reconoce que tuvo que enfrentarse a un mundo hecho a capricho de ellos. “El hombre ha demostrado constantemente una tendencia ruin: el deseo mezquino de rebajar a la mujer, convirtiéndola en ser pasivo, en maniquí, en criatura nula y ciega, incapaz de caminar al lado suyo por los mundos elevados de la ilustración y la inteligencia”, añade la periodista española. Rosa Bonheur rompió con las tinieblas a las que estaba condenada.