Las Van Gogh, las activistas feministas hermanas del pintor en una familia de destino trágico
El autorretrato con la oreja rebanada, el poco éxito a la hora de vender sus cuadros y una muerte por disparo con varias hipótesis. La fascinación póstuma por Vincent Van Gogh debe mucho a los dramáticos elementos que rodearon su vida. Unas particularidades que no eran exclusivas de él en su familia, marcada por muertes prematuras, enfermedades mentales que los llevaron al asilo, participación activa en la primera ola feminista neerlandesa por parte de dos de las tres hermanas y unos padres pastores protestantes que predicaban en una zona predominantemente católica. Los Van Gogh no solo son la base del mito Vincent, sino que cada una de sus historias es un relato de tragedia y vida intensa.
El historiador de arte Willem-Jan Verlinden reconstruye casi 100 años de la familia en Las hermanas Van Gogh (Cátedra, 2024). Desde el casamiento de los padres, Theodorus Van Gogh y Anna Carbentus, en 1851, hasta la muerte de su hija Willemien Van Gogh (la penúltima de seis hijos), en 1941. “La historia nunca se contó desde una perspectiva femenina, siempre se hizo desde el lado de Vincent o desde la relación con su hermano Theo, quien también era su mejor amigo y quien se hacía cargo de él”, dice por videollamada el autor. La herramienta que le permitió escarbar en la intimidad de los Van Gogh fue la masiva correspondencia que mantenían entre ellos: cientos de cartas inéditas provenientes de instituciones como el Museo Van Gogh en Ámsterdam y archivos privados.
Verlinden se apoyó también en expedientes educativos, certificados, fotografías y en las pinturas y dibujos de Vincent, quien retrató, muchas veces de memoria o con solo a una fotografía, a sus familiares. “Si la vida de las hermanas estaba la mitad de bien documentada que la de Vincent, entonces debería haber muchas fuentes de información sobre ellas con el potencial de un libro. Cuando terminé de escribir, me di cuenta de que tenía no solo un texto sobre las hermanas, sino también sobre la familia”, cuenta el historiador de arte sobre su texto, publicado originalmente en Países Bajos en 2016. Las misivas, con un “cuidado estilo”, según describe el libro, evidencian un claro punto de inflexión que llevó a la familia a un descenso: la muerte del padre.
Anna, la más dura
Antes de ello, los Van Gogh eran una apacible familia de clase media alta. Vivieron en distintas ciudades pequeñas del Brabante Septentrional, como Zundert, Nuenen, Helvoirt y Etten, localidades del sur de Países Bajos a las que el reverendo Theodorus Van Gogh era enviado para convertir a la predominante población católica en protestante, como sucedía al norte del país. Sin embargo, Verlinden apunta que no solo estaba comprometido con sus feligreses protestantes, sino que también servía a los católicos más desfavorecidos. “Cuando eras un niño protestante y querías jugar con un niño en la calle, no podías porque era católico. Así que principalmente jugaban entre los hermanos en el jardín de la casa, y eso explica la fuerte conexión que había entre ellos”.
Es cierto que la muerte de Theodorus en 1885 desestabilizó esa felicidad de la familia, pero el carácter de Vincent fue otra de las razones. La hermana mayor, Anna Van Gogh — de quien el pintor escribió años antes, cuando vivía en Londres: “Tengo noticias para vosotros, es posible que nuestra Anna venga. Podéis imaginaros lo maravilloso que sería para mí, pero me parece demasiado bueno para creerlo”— le reprochó que siguiera en casa de sus padres con 32 años. Por sus costumbres excéntricas y sus ocasionales arrebatos de agresividad, lo consideraba una amenaza no solo para el bienestar de su madre, sino también para el nombre de la familia en el pueblo. Esa confrontación hizo que el artista abandonara su casa y no volviera a ver nunca más a su madre ni a sus hermanas.
“No está bien visto que, con 30 años, se mudara de nuevo con sus padres. Estaba en constante conflicto con su padre. Cuando este muere, la familia concuerda en que el comportamiento de Vincent influyó en la salud de su padre”, cuenta a este medio el investigador. Anna fundamentaba su furia en la negativa del autor de La noche estrellada de asistir a la iglesia en la Navidad anterior, socavando así la autoridad de Theodorus como pastor de la Iglesia Reformada Neerlandesa. “Por su parte, Vincent sentía que su padre no se tomaba en serio sus ambiciones. Primero, la de convertirse en pastor o misionero, y después, la de ser artista de renombre”, se lee en Las hermanas Van Gogh.
Lo cierto es que el artista había desaprovechado varias oportunidades de trabajo. Primero, a los 16 años como empleado en la galería de arte Goupil & Co. en La Haya; después en la misma empresa, pero en la sede de Londres. Luego se mudó a Ámsterdam para formarse como reverendo, pero no pasó el examen, y finalmente, tuvo un puesto no remunerado como ayudante de profesor en una escuela masculina. Sus padres se preocupan por su salud física y mental. Después de la muerte del padre, la madre Anna se tuvo que mudar a la ciudad de Breda porque ya no podía estar en la casa parroquial.
Sería el menor de los males porque la familia enfrentaría, en primera instancia, la muerte de Vincent en 1890, cuando tenía 37 años; al año siguiente, la de Theo por sífilis, cuando tenía 31; en 1900, el fallecimiento del último de los hermanos, Cor, cuando tenía 32 años, en la segunda guerra Bóer; y la hermana menor, Willemien, fue internada en un sanatorio dos años después, donde se quedaría por casi 39 años, hasta su muerte en 1941.
Lies, escritora y contestaría
Los únicos Van Gogh que cumplieron con los estándares de la época — con hijos y familia — fueron Anna (1819-1907) y Elizabeth o Lies (1859-1936). Esta última era ambiciosa, quería ser escritora y publicó hasta doce libros, a pesar de que no obtuvo muchos beneficios económicos o reconocimiento por ellos. Al igual que sus otras hermanas, estaba condenada a los oficios relegados a la mujer de clase media de la época: la educación, los cuidados o la enfermería. La Van Gogh del medio revela en sus cartas una molestia con la limitación de las opciones de empleo para las chicas y su aversión hacia las tareas domésticas. En una misiva a su hermano Theo le escribía: “¿Quieres saber lo que me parece más indignante con nosotras las mujeres? Que solamente podamos ser maestras e institutrices”.
La hermana menor, Willemien, o Wil, como era su apodo en la familia, también renegaba de los espacios vetados a su género, pero su compromiso fue mayor y se involucró activamente en la primera ola de feminismo neerlandés a finales del siglo XIX. Era la que mejor se llevaba con Vincent y con quien intercambiaba más cartas sobre su salud mental y libertad. Se enfocó en conseguir la emancipación legal, el voto femenino y el acceso a la educación universitaria. Participó en la transformación de una sociedad más igualitaria a través del Museo-Biblioteca para Señoras en La Haya o la Exposición Nacional de Trabajo Femenino en 1898, que ponía de relieve el papel y las contribuciones de las mujeres en diversas áreas laborales y culturales.
“Con el dinero que se recaudó en la muestra, la primera organización feminista de los Países Bajos consiguió financiación y una oficina. Así que Willemien estuvo en un punto crucial del movimiento y, si hubiera permanecido sana, por decirlo de alguna manera, habría tenido un gran futuro por delante, pero fue golpeada con problemas mentales”, dice Verlinden. Para trazar el perfil de la menor de los Van Gogh le ayudaron las 48 cartas que intercambió con su amiga y compañera de lucha Margaretha Miejboon. La apertura de sus sentimientos entre ambas era tanta que el historiador cree que Will descubrió que era lesbiana. “Margaretha es también la hija de un pastor, tienen el mismo origen y un hermano que también tiene problemas mentales. Hay una conexión muy fuerte, y quizás hoy se diría que era su novia”.
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