Hiroshi Sugimoto (1948), no hace falta aclárarlo mucho, es japonés. Un japonés trasladado a Estados Unidos en los setenta para estudiar fotografía, país en el que fijó su residencia principal.
La Fundación Mapfre, que presentó esta exposición llamada Black Box a primeros de año en Barcelona y lo hace en Madrid hasta el 26 de Septiembre, ha operado con buen criterio y muestra el trabajo de Sugimoto en cinco de sus series. Faltan muchas otras series y fotografías puntuales, pero esta es la forma de ver su trabajo, en profundidad más que en extensión. Sobre todo cuando las series elegidas son de las más representativas. Lástima que no haya alguno de sus videos como Accelerated Buddha o alguna escultura, pero tampoco es imprescindible, su fuerte es la fotografía.
Sugimoto se trasladó a California a primeros de los setenta para seguir estudiando, pero en realidad ya viajaba con una larga tradición de fotografía japonesa. No en balde el Japón contemporáneo surgido de la restauración Meiji (imperial) de 1868 trajo consigo la modernización urgente del país, incluyendo la recién comercializada fotografía. En Tokio Sujimoto había estudiado política y sociología y ello tendría una influencia directa aunque no manifiesta en su trabajo posterior.
Tras estudiar arte en Pasadena se trasladó a Nueva York donde subsistió comerciando con antigüedades japonesas. Relacionado con esto y también influyente en su obra está su faceta de gran coleccionista que incluye fósiles (“Las primeras fotografías, son grabadoras del tiempo”, declaraba Sugimoto al Wall Street Journal hace apenas tres años) o fragmentos de cerámica sahariana, entre otras series. Se trata de un fotógrafo entre la llamada sensibilidad y el llamado concepto, porque si bien lo surreal y subjetivo resulta muy aparente, también da la impresión de que la base de su pensamiento está en la mentalidad no tan centradamente psicoanalítica y en el fondo más materialista de Duchamp o el dadaísmo en general. Aunque su tema central y muy claro en el paseo de Recoletos, sea el tiempo.
Esta obsesión con el tiempo se refleja de manera inmediata en varias de sus series. Seascapes es seguramente la más conocida, al menos desde que U2 utilizó Boden Sea, Uttwil para la portada de su disco No Line On The Horizon (2009), aunque tampoco fueron los primeros porque ya lo habian hecho los músicos, más experimentales, Richard Chartier o Taylor Deupree. Los Seascapes son fotos del horizonte marino realizadas con tiempos de exposición muy prolongados y como es regla general en Sugimoto, en blanco y negro, el antiguo lenguaje artístico de la fotografía. Los Seascapes impresionan en tanto tienen un aura de irrealidad que los emparenta con los planos superpuestos de un artista como Rothko.
Minimalismo y misterio a través de la fotografía
No todos presentan la misma técnica, aunque el formato final siempre de tamaño medio. Resultan muy inquietantes y parecen también que ver tanto con ejemplos muy anteriores como La Carga de la Caballería Roja (1928-1932) de Kazimir Malévich o actuales como el Rhein II (1999) de Andreas Gursky, (4,2 millones de dólares en 2011, Christies, N.Y. entonces la fotografía más cara de la historia.). Minimalismo, como casi todo el mejor, lleno de misterios.
En realidad lo primero que se vio de Sujimoto fueron los Dioramas. La serie dio comienzo en 1976 y se ha extendido hasta bien entrados los dosmiles. La idea parte de una las primeras visitas que como nuevo vecino de la ciudad realizó Sujimoto en Nueva York, el Museo de Historia Natural. Ese museo, como muchos instalados en el paso del siglo XIX al XX tiene bastantes dioramas en los cuales se muestran escenas de la naturaleza mediante animales disecados. Sujimoto cayó en la cuenta de que con nuestra visión estereoscópica habitual, esas escenas resultaban falsas a más no poder, mientras si se las miraba rápidamente con un solo ojo, se perdía la profundidad y pasaban a resultar de lo más creíble. Esto le enseñó (y nos enseña) que por muy falso que parezca el original, una vez fotografiado se convierte en muy real. En otra realidad, puramente fotográfica.
El mismo tratamiento se aplica a los Portraits, que son fotografías de figuras de cera del museo de Madame Tussaud (Londres). Los artesanos de la casa crearon la figura de Enrique VIII partiendo de un famoso retrato de Holbein y Sujimoto fotografió el resultado teniendo en cuenta la iluminación utilizada por Holbein para el retrato original. Este es un vaivén intelectual muy interesante, pero lo fundamental es que aplicada esa técnica a las figuras de Catalina de Aragón (entre otras mujeres de Enrique VIII) y otras como Fidel Castro o Lenin, resulta que no pensamos en figuras de cera, sino en modelos vivos interpretando esos personajes. De nuevo, hay algo de irrealidad en la realidad o viceversa que al mismo tiempo fascina y desasosiega.
Theaters debería llamarse Cines siempre que estemos fuera de América. Mientras Sujimoto comenzaba a trabajar en los Dioramas se hizo la pregunta de qué pasaría si se fotografiaba una sala de cine durante la duración de una película. El resultado es el que vemos, el rectángulo blanco de la pantalla que resulta de la proyección de todo el film. Toda una película, sus innumerables fotogramas destinados a crear sensación de movimiento, fotografiados y condensados en ese rectángulo blando. Por supuesto, la luz de la pantalla ilumina también las salas y la sensación de irrealidad muy concreta regresa de nuevo.
La última serie, realizada con cámaras sin objetivo se llama Lightning Fields y son fotografías de descargas eléctricas, relacionando los descubrimientos en electricidad desde Franklin (1706 – 1790) a Faraday (1791 – 1867) junto al de los calotipos del contemporáneo y amigo de este último William Henry Fox Talbot (1800 -1877), quien introdujo varios avances transcendentales en la fotografía. De la misma manera que los Theaters suponen una condensación del tiempo, esto parece casi lo contrario, la captura del instante más breve en la naturaleza. El pasar de la luz.
Sujimoto ha trabajado a lo largo de los años en veintiuna series, algunas de ellas esculturas y algún video como el mencionado. La exposición, comisariada por Philip Larratt-Smith, no es masiva y está bien montada, con una iluminación bastante dramática que le viene bien a unos trabajos muy concentrados en sí mismos aunque relacionados como el resto de la serie. Hay para mirar y pensar. Puede que incluso sentir.