Las inundaciones en Venecia no son solo por las mareas: cómo perjudica el turismo a uno de los patrimonios más importantes del mundo
Acqua alta son dos palabras muy habituales en el vocabulario de los venecianos. El fenómeno se produce cuando el nivel del agua sube más de 90 centímetros por encima del nivel del mar, haciendo que en el mejor de los casos solo se necesiten unas botas de agua para visitar la plaza de San Marcos. Sin embargo, para afrontar la ascensión del pasado martes fue necesario algo más. Venecia sufrió su peor inundación desde 1966 y, literalmente, pasó de ser una ciudad flotante a una sumergida.
“Venecia está de rodillas. La basílica de San Marcos ha sufrido graves daños, así como toda la ciudad y las islas”, declaró a EFE Luigi Brugnaro, alcalde de Venecia. Todavía es pronto para valorar el impacto sobre uno de los patrimonios culturales y centros históricos más importante del mundo. Pero, entre otras cosas, se sabe que dentro del templo católico el agua llegó a los 110 centímetros y sumergió la cripta del santo. La iglesia pasará unos días cerrada mientras los operarios secan los mármoles y los mosaicos afectados por la sal, una de las mayores enemigas de la conservación.
También se conoce que la Partigiana, una escultura en bronce que homenajeaba a las mujeres que lucharon en la Resistencia partisana, fue arrasada por el torrente y tendrá que ser recuperada del fondo del mar. Venecia lleva sufriendo subidas y bajadas bruscas de marea prácticamente desde que nació. Entonces, ¿por qué ahora se encuentra en esta encrucijada?
Los expertos apuntan al cambio climático como una de las razones. Este provoca que aumente el nivel del mar y las tempestades, aspectos poco positivos para una ciudad construida sobre el agua con pilares de madera. No obstante, también hay que señalar otros dos elementos: la mala gestión política y, derivada de esta, el turismo
“El acqua alta no es un fenómeno de ahora. Lo que sí es actual es que por el cambio climático cada vez va a ser más frecuente y que, además, los factores de daño provocados hace 100 años eran menos graves de lo que son hoy día por la sobreexplotación de la Laguna para usos turísticos”, explica a eldiario.es Miguel Ángel Cajigal (conocido en Twitter como El Barroquista), Historiador del Arte y miembro de ICOMOS (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios).
Cada transatlántico que la atraviesa es a su vez una piedra que inclina negativamente la balanza de su supervivencia. Se trata de una ciudad cimentada sobre millones de pilotes de madera clavados en el suelo que, aún no tratándose de un método inusual, no estaba pensado para el paso cercano de grandes buques de motor. Estos son culpables de agitar las mareas y disipar la vegetación de los canales que rodea a los troncos, la cual sirve para evitar su putrefacción al aislarlos del oxígeno.
“La ciudad está cimentada sobre un concepto que iría bien si todo funcionase al estilo del siglo XVIII, pero no es el caso. Y los trasatlánticos no pasan por ahí porque sea necesario, sino porque es un extra poder ver la plaza de San marcos desde el barco. Lo que está ocurriendo con los cruceros en Venecia no es muy diferente a lo que hizo el capitán del Costa Concordia en su momento, que chocó contra la costa porque quería que los pasajeros tuvieran unas vistas estupendas”, critica Cajigal.
Es el caso del accidente sufrido en julio de este mismo año, en el que un crucero de 13 pisos se estrelló contra el muelle al experimentar un problema en el motor. Las consecuencias podrían haber sido peores si el choque hubiera tenido lugar en zonas como la Punta della Dogana, cercanas al Gran Canal por el que circulan estos navíos.
Los políticos miran para otro lado
“El problema es que al turismo no le han puesto coto y han convertido a Venecia en un Disney donde lo importante es hacerse un selfi. Aquí hay una gran responsabilidad de los políticos actuales y anteriores”, afirma a este periódico el italiano Matteo Mancini, subdirector del departamento de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
El docente señala que en la ciudad existían “una serie de magistraturas muy importantes para los políticos de la era moderna, ya que eran responsables de la limpieza de los canales o de los accesos a la Laguna”. Es el caso del Magistrato alle Acque (Magistrado para las Aguas), creado en 1501 para asegurar el correcto funcionamiento hidráulico y evitar catástrofes. Este desapareció con la caída de la República en 1797, pero unos 100 años después fue recuperado y se convirtió en una institución pública. Todo hasta 2014, que volvió a ser extinguirse por un escándalo de corrupción fruto del proyecto MOSE.
La nueva iniciativa pretende colocar un sistema de diques móviles a la entrada de la ciudad en el mar Adriático, pero desde que comenzó a construirse en 2013 cuenta con serias dudas por parte de los expertos. “Ya en su momento se sabía que era un parche muy pequeño. De hecho, tampoco ha salido adelante con rapidez porque casi todos los ingenieros implicados saben que no va a servir de mucho. Da la sensación de ser la típica retórica de que un problema se resuelve con una gran obra pública”, considera el miembro de ICOMOS.
Se espera que MOSE esté operativo en 2021, pero a pesar de que ha sido costeado con 5.483 millones de euros no se puede garantizar que sea la solución.
La falta de conciencia política medioambiental con Venecia no solo se aprecia en las grandes construcciones. La carencia de intervenciones para mantenerla a salvo de inundaciones llegan hasta a los materiales utilizados para los bordillos de las aceras. “El remate estaba hecho históricamente en piedra de Istria, que es un tipo de mármol que se va consumiendo pero no se rompe. Sin embargo, en los últimos años, por tema de administración pública, concursos y subastas a la baja, han cambiado ese tipo de mármol y han provocado que a los dos años el agua salada se meta dentro del edificio y lo dañe”, observa Mancini.
Asimismo, tampoco se puede decir que el turismo masivo esté reportando beneficios a los lugareños. Desde principios de los 70 hasta la actualidad Venecia ha perdido más de la mitad de sus habitantes, pasando de 120.000 a menos de 60.000. ¿La razón? La falta de oportunidades locales. “Los venecianos no viven del turismo. La mayoría de los beneficios no se quedan ni siquiera en el Véneto, sino que pertenecen a grandes empresas internacionales que son propietarias de los hoteles, de las navieras e incluso de los propios locales y cafeterías”, apunta Cajigal.
Resulta paradójico que la misma urbe elegida para firmar la Carta de Venecia en 1964, mediante la cual se establecían unos principios para garantizar la conservación de los bienes monumentales de Europa, se encuentre ahora afectada por lo mismo que se quería proteger. “Estamos muy acostumbrados a que todo tenga arreglo. ¿Arde Notre-Dame? La reconstruimos. ¿Se cae Venecia? Pues algo haremos. Y no, hay cosas que hay que intentar arreglarlas antes de que sucedan”, culmina el historiador de ICOMOS.