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¿Es Banksy quien trolea al capitalismo o el capitalismo el que trolea a Banksy?
En la mejor escena de la película The Square, un actor de performance se desplaza con movimientos vigorosos y simiescos alrededor de las mesas de una cena de gala. Golpea a los hombres trajeados y desgreña con violencia los peinados lacados de las mujeres. Los olisquea, los incomoda y pone en jaque a un statu quo que presume de percibir el arte moderno en toda su complejidad, siempre y cuando respete los límites tradicionales.
En la vida real, este fin de semana el italiano Maurizio Cattelan y su plátano pegado a una pared con cinta aislante fueron el simio, y el mundo del arte fue esa caterva estirada que contempla con miedo y escepticismo su último fenómeno.
Porque, guste o no, la instalación Comedian, Cattelan, así como Banksy y The Square, resquebrajan la corrección política y ridiculizan a un mercado supuestamente transgresor que no sabe -o no quiere- defender sus propuestas. Desde su concepción hasta la venta por 120.000 dólares, el plátano llegó a la galería Art Basel Miami Beach para generar un debate mayor. ¿Qué es arte? ¿Por qué provoca tanta ira que alguien pague millonadas por una fruta mediocre adherida a un muro blanco?
La sensación llegó a más cuando el artista neoyorquino de performance David Datuna arrancó la cinta aislante, tomó el plátano y se lo comió delante de un numeroso público que reaccionó como si estuviese engullendo billetes de quinientos. Una provocación que solo multiplicó el efecto buscado por Cattelan y la cólera de sus detractores.
La galería ha advertido que el hecho de que el plátano original ya no esté no devalúa la obra y, lo que es más, aún no han decidido si lo reemplazarán, aunque en el certificado de autenticidad el artista diese instrucciones para cambiar la fruta cada siete o diez días. Por su parte, la compradora Sarah Andelman, una prestigiosa diseñadora neoyorquina, defendió el desembolso de 120.000 dólares como un “flechazo” ante una pieza que “es un reflejo de nuestra época, del absurdo que es todo”.
Lejos del absurdo sitúa el divulgador artístico y licenciado en Bellas Artes, Luis Pastor, la reacción generada en los medios. A través de un vídeo subido a su canal de YouTube, el experto defendió la nueva obra de Maurizio Cattelan como una genialidad. “La gente dice que está curada de espanto, pero cuando pasan estas cosas siguen reaccionando de forma furibunda”, explica en conversación con eldiario.es.
Durante los últimos días se han sucedido en redes veredictos como que “eso no es arte” o que “lo podría haber hecho mi hijo pequeño”, algo que Pastor encuentra divertido y elocuente.
“El buen arte tiene esa cualidad de mover sentimientos, positivos o negativos. Cattelan ha sido muy inteligente, porque hacía cosas cada vez más ambiciosas, más caras, con un mensaje más profundo y con una implicación política mayor. Aquí no. Esto solo es un plátano y no hay nada detrás”, explica. “Él sabe que poniendo cualquier cosa en una instalación se convierte en arte o será debatido como arte”.
La instalación Comedian estaba pensada como un tríptico: es decir, tres plátanos que han sido vendidos a distintos particulares o galerías por un precio similar. Desorbitado para la mayoría, escaso para Luis Pastor: “Me parece barata porque, si ves la cotización de sus obras, muchas veces valen millones. 120.000 es barato. Y no me sorprendería nada que alguien lo vendiera por el doble mañana”.
El error está, según él, en pensar que las obras de arte valen lo que los materiales con las que están creadas. “Las Meninas no son un montón de mantequilla de colores sobre un lienzo, ni El beso de Rodin es una piedra ni La última cena es agua con pigmento en una pared”, compara el divulgador.
Lo que ha conseguido Cattelan es, por una parte, valerse de una doble negación para reafirmarse como artista y a su plátano como instalación. “Yo siempre lo comparo con la frase de 'no pienses en un elefante rosa'. Te está diciendo, 'esto no es arte', pero a la vez lo coloca en el lugar del arte y eso ya te hace reflexionar sobre sus límites”, defiende Pastor. Y, por la otra, ha concebido con apenas dos elementos algo que persiguen los alumnos de todas las facultades de Bellas Artes: crear un icono mundial.
“Ningún objeto tiene una cualidad que le convierta automáticamente en arte, siempre es el contexto. De hecho, continúa siendo arte ahora que hay una pintada en el espacio que ocupaba el plátano. Es como cuando robaron la Mona Lisa, que la gente hacía cola para ver el hueco que había dejado. La obra ausente y el recuerdo del plátano ya es en sí mismo arte”, sostiene.
Ahora bien, ¿esto habría ocurrido si la atribución no hubiese rezado el nombre Maurizio y el apellido Cattelan? “La gente da por automático que lo va a conseguir a toro pasado, pero en el momento el artista pone su reputación en disputa. Podía haber sido un fiasco, que nadie lo hubiese comprado y que nunca le volviesen a llamar”, opina Pastor. Pero el italiano “sabe medir muy bien las polémicas” y, para sus defensores, es ese olfato lo que le hace único e irrepetible.
HamparteCattelan es autor también del America 2016 Gold, un retrete de oro que ofreció a Trump para decorar una de las estancias de la Casa Blanca. El recién estrenado presidente lo tomó agradecido, pero detrás de su brillante y excéntrica creación el artista quería emitir un mensaje. Pasó lo mismo con Him, vendida por 15 millones de euros en Nueva York, donde un Hitler en miniatura se postra de rodillas en posición de rezo.
Aunque esta fue la más cara, ninguna le ha traído mayores problemas a Cattelan que La Nona Ora, en la que el papa Juan Pablo II aparece abatido por un meteorito. La presentó en 2017, cuando los escándalos sexuales de la Iglesia saltaron de nuevo a la primera plana. “Lee muy bien el ambiente, tanto artístico como social, y siempre tiene un sitio donde pinchar. Porque en una sociedad donde cada vez hay más violencia y más sexo e intenta provocar a través de ello, él provoca de forma muy distinta”, dice Luis Pastor.
Aún así, no son pocos los que califican el arte del italiano de hamparte, término creado por el divulgador Antonio García Villarán para designar a todo aquello que la sociedad intenta vendernos como obra maestra sin ser tal. Un término que Pastor aborrece y que define como “el populismo aplicado a la divulgación artística. Da respuestas fáciles a problemas difíciles y por eso ha calado”.
“Cuando hay algo nuevo la gente reacciona o muy a favor o muy en contra. Le pasó a Caravaggio, a los cubistas, a los minimalistas, a los dadá, incluso a Renoir, a quien le decían que sus cuadros eran cadáveres. Esto lo tiene que filtrar un poco el tiempo, pero estoy seguro de que va a llegar a los libros de Historia del Arte”, asegura. Tampoco le vale el argumento de que eso mismo lo hizo Duchamp hace 100 años porque “es muy difícil reeditar algo y que vuelva a tener éxito. Pasa lo mismo con el fenómeno Rosalía”.
Curiosamente, las redes que han popularizado el hamparte son las mismas en las que Pastor sitúa uno de los principales valores de la trayectoria de Cattelan. Desde que Comedian saltó a los medios mundiales y generalistas, él mismo y la propia galería se han apropiado de los memes y de las mofas de los usuarios.
“Es maravilloso que la gente hable de cultura, al final interesa pero muchas veces no se le abre un espacio, pero en cuanto se le abre un poquito lo inunda todo”, sentencia optimista. Aunque sea mediante el último anuncio de Burguer King o de Durex, que el debate artístico salte del statu quo al pie de la calle será siempre una buena noticia.
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