Ha fallecido este viernes el artista antioqueño Fernando Botero, según ha informado el medio colombiano W Radio, en su casa en el principado de Mónaco. El pintor y escultor, afamado por sus figuras de gran tamaño y por su exaltación del volumen, había sufrido hacía poco una neumonía. Tenía 91 años. Según ese medio, Botero decidió abandonar el hospital y padecer la enfermedad en su casa.
El artista, que había seguido pintando hasta pocos días antes de morir, según han informado los periodistas más próximos, había sufrido en mayo el golpe del fallecimiento de su esposa actual, la también artista Sophia Vari. Medellín ha decretado siete días de luto en señal de duelo y el Museo de Antioquía, del cual era mecenas, ha afirmado que ha sido un “artista extraordinario que aportó una mirada propia al arte contemporáneo”.
Con su estilo popular, figurativo, absolutamente reconocible, se convirtió en un artista de fama mundial. Sus obras pueden verse en el espacio público de múltiples ciudades. Por ejemplo, La mano, una extremidad humana de gran tamaño, puede admirarse en el Paseo de la Castellana de Madrid, surgiendo del suelo como si el resto del cuerpo permaneciera bajo tierra. En el Aeropuerto de Barajas, en la T1, también se encuentra otra obra en bronce del colombiano, El rapto de Europa, creada en 1992. Y en la plaza de Colón se puede admirar Mujer con espejo. Esos son las tres de los espacios públicos de la capital, que se suman a otras dos de las cinco que se quedaron en España tras la gran exposición Botero en Madrid, realizada en la primavera de 1994. Las otras están en otros dos aeropuertos, el de El Prat (Caballo) y el de Palma de Mallorca (Mujer recostada).
En la plaza de La Escandalera, en Oviedo, se encuentra su escultura de mujer con niño titulada La maternidad, que fue instalada en 1996. Mientras que delante de la Domus, en A Coruña, se encuentra un guerrero desnudo mirando al mar titulado Soldado romano, instalada en 1995. Hay esculturas suyas en las calles de Santiago de Chile, Dubái, Washington, Singapur, Monterrey, Lisboa o Montecarlo.
Coincidiendo con el 80 aniversario de su nacimiento, el Museo de Bellas Artes de Bilbao le dedico una gran exposición (2012-2013) en la que reunió 80 obras comisariadas por su hija Lina Botero: 79 pinturas y la monumental escultura Caballo con bridas (2009), que se colocó en la Gran Vía bilbaína. Esta exhibición fue una versión ampliada de la que le dedicó el Palacio de Bellas Artes de México en 2011 y que fue visitada por cerca de 250.000 personas.
Este año, en marzo, la Fundación Bancaja inauguró en València la retrospectiva más grande que se había visto en esa ciudad hasta la fecha, titulada Botero: Sensualidad y melancolía y que acaba de ser clausurada el pasado 3 de septiembre, en la que se han admirado 45 obras de su universo pictórico, que a menudo se denomina boterismo, en torno a las temáticas centrales de toda su obra: el carnaval, el circo y baile, el plenairismo (pintura al aire libre), las naturalezas muertas, el universo femenino y el desnudo. En ella se han podido ver obras menos conocidas del colombiano, como la serie Las torturas de Abu Grahib, que muestra “cómo masacran y castigan entre heces” a prisioneros en Irak, según explicó su comisaria Marina Oropesa, u otra sobre el Vía Crucis y la pasión de Cristo.
“Ha muerto Fernando Botero, el pintor de nuestras tradiciones y defectos, el pintor de nuestras virtudes. El pintor de nuestra violencia y de la paz. De la paloma mil veces desechada y mil veces puesta en su trono”, ha escrito en X (Twitter) el presidente de la República de Colombia, Gustavo Petro. “Lamentamos profundamente la partida de Fernando Botero, uno de los más grandes artistas de Colombia y del mundo. Siempre generoso con su país, un gran amigo, y apasionado constructor de paz. Nuestras más sinceras condolencias a toda su familia”, manifestó en redes sociales el expresidente colombiano, Juan Manuel Santos. En 2007, al cumplir 75 años, el Gobierno español le otorgó la Gran Cruz de la Orden Isabel la Católica.
De formación autodidacta, Fernando Botero Angulo inició su trayectoria profesional como ilustrador en 1948, publicando en el diario El Colombiano, en Medellín, en especial motivos taurinos. Después, solo tres años después, se trasladó a Bogotá y allí realizó primera exposición individual. De ahí, con el dinero que ganó en un concurso de pintura, se movió a Madrid, donde estudió en la Academia de Bellas Artes de San Fernando y pasó mucho tiempo observando a los grandes maestros en el Museo del Prado.
Posteriormente viajó por Europa, conociendo de mi primera mano la pintura renacentista, hasta que regresó a Bogotá en 1955, y de ahí a México, donde estudió la obra de los grandes muralistas como Diego Rivera y José Clemente Orozco, y las vanguardias de Rufino Tamayo y José Luis Cuevas. En 1960, se instaló en Nueva York. Y a partir de ahí desarrolló su estilo personal. En 1973 fija su residencia en París y a partir de ese momento va obteniendo un reconocimiento internacional y, en especial en los años 90, su obra tiene un alcance masivo gracias a exposiciones en París, Nueva York, Buenos Aires y la citada en Madrid.
Interesado por la vida cotidiana, lo doméstico, el folclore, los volúmenes y las formas, encuentra una visión particular en la pintura de pincelada delgada, diversidad cromática pero tranquila, formas rotundas, amplias.
Como escultor, le interesa la desproporción deliberada, chocante, monumental, de las rotundas figuras humanas y animales con las que el espectador no puede más que compararse.