La obra que empodera al enfermo pero se diluye en la copia sin permiso
Clara López perdió los dos riñones en julio de 2021. Su forma de comer cambió radicalmente para siempre. Por ello, cuando en un trabajo del máster le pidieron que se retratara a sí misma, eligió su cuerpo desnudo y tres alimentos como protagonistas. Aquella fue la mejor forma que encontró de representarse. Subió la imagen a sus redes sociales y explicó el por qué de cada elemento. Lo que no se esperaba era volver a encontrarse con su fotografía tiempo después en el cuadro de otro artista, despojada de su propia historia.
Ese verano fue diagnosticada con una enfermedad autoinmune que afecta a la sangre. Y con ella llegó a tener que integrar un modo completamente nuevo y complejo de comer. Depender de la diálisis requiere hacer una serie de tratamientos previos muy concretos de los alimentos. Tras estar tres veces ingresada en el hospital –una de ellas durante 70 días– y vivir en primera persona la necesidad de transformar por completo su rutina y dieta, lamentó la “falta de cariño muy evidente a la hora de exponer la información que necesitaba”. Pudo encontrarla y le fue útil, sí, pero su representación gráfica, como explica a este periódico, “era muy deprimente. Me echaba los ánimos por tierra”.
Continuamente aparecían “dibujos muy infantilizados”, además del “recordatorio permanente de la enfermedad”. Antes de que su vida cambiara para siempre, López había estudiado Bellas Artes y trabajaba liderando la comunicación de proyectos gastronómicos en redes sociales, como gestora cultural y desarrollando distintos proyectos dentro del ámbito artístico. Por ello, decidió crear su propio y colorido recetario, que estuviera cuidado a nivel estético.
Aquel fue el germen de su proyecto Mesa Camilla, un espacio de divulgación artística tanto de su propia enfermedad como de otros temas que han ido surgiendo “de manera orgánica”. En él combina principalmente el bordado y la fotografía, a través de los que trata materias como el cuidado, el insomnio y el dolor crónico. Su nombre lo eligió porque en su casa, la mesa camilla había sido siempre “el centro de la vida familiar y el lugar de encuentro y reunión donde compartir, conversar y calentarse al calor de un brasero”. “Este pretende ser un espacio de juego, experimentación y artes donde, sobre todas las cosas, habrá mucho cariño”, aseguró en su presentación.
“La información para los pacientes es superpoderosa”, asegura a elDiario.es sobre la importancia que tiene que cuenten con ella y que, de nuevo, tenga un aspecto amable y bello. La artista reconoce que hasta que no fue ella misma quien enfermó no fue consciente de cómo afectan el lenguaje tanto escrito como audiovisual que se emplea para referirse a los pacientes.
“La narración de lo que me habían contado que es un enfermo no se correspondía ni con quien soy ni con quien quería ser. Esta imagen de sujeto no activo, con una visión de ser alguien muy frágil o santificada. Es como si no pudieras estar enfermo y ser un cabrón. Tendremos a infantilizar a las personas enfermas o esperar que sean sujetos aspiracionales. Y no, a lo mejor tú no puedes superar algo y yo no tengo por qué ser tu inspiración. Mi valor reside en otra cosa, no en la enfermedad. Sí que me define pero no quiero que me limite. Hay que abordar las enfermedades desde lugares que sean sanos, que no se queden desterradas a vivir en los márgenes”, reivindica.
Parece que no puedes estar enfermo y ser un cabrón. Tendremos a infantilizar a las personas enfermas o esperar que sean sujetos aspiracionales. Y no, a lo mejor no puedes superar algo y yo no tengo por qué ser tu inspiración.
Mesa Camilla, además, se ha convertido para Clara en un “refugio diario”. “Te das cuenta de que tu valor depende de lo productiva que seas”, comparte sobre cómo, al no poder continuar con sus trabajos previos, ha tenido que acostumbrarse a un nuevo concepto de día a día.
Un 'paréntesis' en Mesa Camilla
Dentro de su proyecto artístico, López está aprovechando igualmente para compartir algunos ejercicios que forman parte del Máster en educación artística que estudia. Entre ellos, está una fotografía que no tuvo el recorrido que esperaba más allá de la cuenta de Instagram en la que comparte sus creaciones.
Clara López decidió hacer un paréntesis –figurado y literal, pues con esa imagen del signo ortográfico comenzó su post– en sus publicaciones el pasado lunes para hacer público algo que le había pasado “recientemente”. Una persona conocida le contó que una obra suya había sido incorporada a un cuadro que el pintor Javier Ruiz había expuesto en el Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM) en el marco de la feria dedicada al nuevo arte contemporáneo Urvanity Art. El título en cuestión fue un autorretrato que realizó para su máster, en el que se les pidió que crearan una obra que les definiera como educadores y artistas; y que a su vez reflejara qué piensan, sienten y hacen desde ambas posiciones.
“Simbólicamente, he querido presentarme de la forma más honesta posible, siendo también la más fiel a mi realidad actual: sin filtros, desnuda, vulnerable, en la naturaleza, cíborg, marcada por los moratones propios de mi tratamiento y con un pan, una granada y unas patatas, tres alimentos asociados a la comunidad y los cuidados (corazón), a la fecundidad (cerebro) y a la recolección (dedo), respectivamente”, explicó en su cuenta de Instagram.
“Mi enfermedad transformó mi cuerpo por completo y durante el proceso en el que me fui haciendo consciente, a nivel interno y externo, me chocaba la imagen de verme en el espejo”, comenta a este medio, “la imagen no es placentera, no es la que te enseñan a identificar como algo bello. Pero me di cuenta de hasta qué punto mi cuerpo me estaba sosteniendo frente a la enfermedad. Si quería retratarme tenía que estar desnuda porque retratarte es exponerte y desnudarte es exponerte”.
Me di cuenta hasta qué punto mi cuerpo me estaba sosteniendo frente a la enfermedad. Si quería retratarme tenía que estar desnuda porque retratarte es exponerte y desnudarte es exponerte”
El pintor Javier Ruiz decidió incluir el autorretrato dentro de su cuadro Un salto de fe, que fue expuesto y vendido durante la citada feria, por un precio entre 10.000 y 15.000 euros. López explicó en redes sociales que al descubrir lo sucedido, decidió escribirle una carta. En ella reconocía que le había “ilusionado” y “honrado” que hubiera querido incluir su autorretrato en una creación suya, pero que al mismo tiempo le habría “encantado” que le hubiera “pedido permiso para emplearla”. “Podría haber sido una colaboración preciosa”, añadió, “sin embargo, al enterarme por mensajes de Instagram a través de otras personas que me reconocieron en tu cuadro, no me sentí bien”. La artífice de Mesa Camilla aseguró que sabía que la intención no había sido “ser irrespetuoso” pero que, aún así sintió que su “historia y autoría no estaban siendo cuidadas”.
Tres semanas después, no había recibido respuesta. “Llegados a este punto, y tras haber querido manejar la situación con discreción, he creído conveniente hacerla pública”, argumentó, en parte, indicando que se sentía “en la obligación de hacerlo así para contribuir a que estas situaciones entre compañeros dejen de darse”. Al día siguiente de compartir el 'paréntesis', López escribió una nueva publicación dando las gracias por el apoyo recibido, tratando de dar “por cerrado” lo ocurrido.
Su carta había llegado al pintor, que afirma a este periódico que ya se ha disculpado con Clara López. “Estaba en la calle cuando vi sus mensajes privados, y pensé que debía pararme cinco minutos para responderle porque se lo había tomado bien, pero tenía que explicárselo pausado”, indica. Sin embargo, reconoce: “Se me fue”. Al ver la publicación de Clara en Instagram, reaccionó y empezó a mandarle “un montón de audios”.
“Hago un montón de pantallazos de Instagram, de quien sea, de fotografías que por lo que sea me inspiran. Las cambio completamente, la descontextualizo. E igual que lo hago con gente desconocida lo he hecho con [el cómico] Ignatius”, describe sobre su trabajo, que asegura que es “legítimo” porque lo que hace es “referenciar” a los dueños de las fotografías que usa. “Quiero que sea obvio que les he cogido esa imagen, que me encanta el trabajo que hacen. Es un guiño”, aporta. No obstante, Mesa Camilla no estaba citada ni en la exposición ni en la publicación de la obra que realizó en sus redes sociales.
Ruiz reconoce su error al no haber respondido de inmediato al mensaje de Clara, “cuando con toda la razón del mundo, tenía que haberlo hecho”. “Mi intención no es mala”, afirma, “no me puedo creer que la gente me esté acusando de esto. Son las miradas que cada uno queramos darle”. Del mismo modo, defiende: “Hice esta obra para Urvanity, que es una feria por la que pasa todo quisqui. Si quiero copiar a alguien, tengo cuatro o cinco galerías fuera de España. No la pondría ahí. Es un cuadro que se llama Salto de fe, habla de la vida, de la gente, desde la muerte a la alegría más absoluta”.
Una acción ilegal
Aun así, tal y como confirma a este periódico la abogada Sofía Gutiérrez, la inclusión en el cuadro de Ruiz de la de Mesa Camilla “no es legal. Aunque ella no tenga registrado el diseño de manera formal, evidentemente es autora de lo que ella publica. Más si es un autorretrato. Esto, lamentablemente, pasa mucho”. La especialista señala que, teniendo en cuenta que el cuadro ha sido vendido, es decir que ha sido “usado con fines lucrativos, la Ley de Propiedad Intelectual establece que los derechos de explotación de cualquier obra solo le pertenecen a la autora. Sin su autorización, nadie puede utilizar esa obra. Tendría que haber pedido la autorización”. De hecho, afirma que haberla etiquetado, “tampoco habría sido suficiente”.
López dejó claro en sus redes sociales que no tiene intención de emprender ninguna acción legal: “No necesito hacer ni decir nada más. Doy por cerrado este episodio y continúo mi trabajo creativo, que al final es lo que me nutre y me ayuda en la elaboración de mi proceso de salud, que es el motivo por el que inicié Mesa Camilla”. Tampoco ha notificado públicamente que Javier Ruiz le pidió perdón.
En los últimos días, se ha conocido la resolución de un importante juicio en Estados Unidos y que ha tenido al mundo del arte un vilo durante un año. La fotógrafa Lynn Goldsmith interpuso una demanda sobre los herederos de Andy Warhol, debido a la explotación de una imagen suya de Prince en obras modificadas. La Corte Suprema ha dado la razón a la fotógrafa y ha decidido que el célebre artista pop no tenía derecho a ampararse en el “uso justo” para hacer una obra derivada de la fotografía de la citada artista.
Cuando Prince publicó su álbum Purple Rain, la revista Vanity Fair encargó a Warhol un trabajo para acompañar un artículo titulado Purple Fame. La revista pagó a la fotógrafa 400 dólares para que él pudiera basarse en una fotografía que había tomado del cantante de Minneapolis, pero con la condición de que se usara en una única ocasión y acompañando el citado texto. Pero no fue así como sucedió, sino que Warhol creó una serie de hasta 160 imágenes donde alteró la fotografía de determinadas maneras, recortándola y coloreándola.
El arte que nace como herramienta
Además de sus obras fotográficas y pictóricas, el proyecto Mesa Camilla incluye su propio podcast, titulado Tara Jome, con el que, según explica en su descripción, amplía su objetivo de “contribuir a crear un nuevo relato de la enfermedad y el dolor que huya de los estereotipos que la relacionan con una lucha y que identifican al enfermo con un héroe o una víctima”. Su apuesta por aprovechar el potencial del arte radica de su concepción del mismo como “una herramienta transversal”.
“El arte está en todas partes y en todas las acciones que hacemos. El día a día requiere de mucha creatividad. Como receptora y ahora como creadora, he vivido el poder que tiene para plantear cuestiones que de otra manera resultan menos accesibles y poner el foco en realidades que de otra manera pasarían desapercibidas”, argumenta Clara. Una misión que, descontextualizada, dejó de formar parte de su esencia.
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