“Si regalas algo a alguien y esta persona no lo valora, que lo devuelva”, ha dicho el egiptólogo y divulgador Zahi Hawass sobre la que para él es una joya inmerecida y descuidada por la ciudad de Madrid: el Templo de Debod. La ubicación de la dádiva histórica con la que la República de Egipto obsequió a España por salvar los templos de Nubia en 1972 es óptima en muchos sentidos pero, al mismo tiempo, ligeramente irresponsable.
Situado en el alto del cuartel de la Montaña, la fusión entre la arquitectura egipcia del templo y la vista panorámica de la capital lo convierte en uno de los sitios más deseados por turistas, oriundos y también por vándalos, que en estas cuatro décadas han asaltado Debod en varias ocasiones deteriorando sus piedras y el entorno. Pero las pintadas no son su único problema. La lluvia, los temporales y la contaminación impactan directamente contra el monumento, algo contra lo que se rebela Hawass.
La ineficiente seguridad hacen que, según el egiptólogo, Debod haya sufrido más en su estancia en Madrid que en sus 2.000 años de historia. Desde el consistorio de la ciudad, no obstante, han respondido a Hawass que el templo se queda, pero que prometen reactivar los planes de conservación y utilización de un patrimonio único que apenas sirve como fondo de fotografías y enclave de botellones.
La pugna por Debod ha saltado a los medios esta semana y se ha transformado en un debate político que ha precipitado la actuación por parte del Ayuntamiento. Pero, ¿es realmente urgente la situación de esa maravilla egipcia? Es evidente que las palabras de Hawass no son exageradas, pero el descuido del patrimonio no es algo insólito en nuestro país y ni mucho menos se circunscribe a la capital.
Basta con echar un vistazo a La lista roja del patrimonio para ver la cantidad ingente de monumentos en riesgo de extinción que trufan la península y parte de las islas. Esta base de datos pertenece a la asociación en defensa del patrimonio, reconocida por la Unesco, Hispania Nostra, que desde 2007 trabaja por alertar de la gravedad de la situación de muchas obras. “No es un estudio sistemático. Es el reflejo de lo que la gente piensa que puede estar en peligro”, explica Víctor Antona del Val, portavoz del comité científico de la asociación, a eldiario.es.
El mapa es el resultado de una implicación ciudadana esencial, pues es desde donde se emite la alerta para que un equipo de expertos de Hispania Nostra se traslade a la zona y analice el estado del monumento in situ. Antona explica que en la asociación hay profesionales de diferentes ámbitos -“arqueólogos, restauradores, arquitectos, ingenieros o historiadores”-, pero que al ser voluntarios también cuentan con una amplia cartera de colaboradores externos.
Hay muchas razones para introducir una obra en la lista roja, pero destacan el valor patrimonial y la relevancia social. Aún así, el Templo de Debod no se encuentra entre las desdichadas. “Nuestra filosofía consiste en no hacer valoraciones sobre qué está peor o mejor. Trabajamos sobre el concepto de que el patrimonio es uno y que todo es merecedor de atención por parte de la sociedad y de los poderes públicos”, valora el vocal de Hispania Nostra.
Sin embargo, y a pesar de no haber incluido al monumento egipcio, reconoce que “es único dentro del patrimonio” y que “merece un proyecto propio que implique a todas las administraciones. No podemos dejar que se malogre por inactividad, y menos en Madrid, una capital con recursos sobrados para poderlo atender”. Víctor se refiere a que muchas de las que encabezan su lista pertenecen precisamente a comunidades o zonas desamparadas y en las que la acción política y social urge más que en algunos de estos casos mediáticos.
En el anterior mapa interactivo se observan en rojo todos los monumentos que están en “grave peligro de destrucción, desaparición o pérdida irreversible de sus valores patrimoniales”. En total, casi un millar de bienes monumentales, militares, religiosos y naturales que se esparcen por todo el territorio español, en especial por las partes vaciadas.
“Se habla de la España vaciada y de un problema de despoblación que tiene que ver con dinámicas que trascienden lo económico: van combinadas con cambios sociales que evolucionan con el paso del tiempo. La gente antes tenía que estar pegada al terreno porque de ello dependía su cultivo, pero ahora hay diferentes sistemas que no necesitan tanta presencia. Y el patrimonio que rodea esas zonas, inevitablemente, se abandona también”, razona Antona.
El experto señala que, paradójicamente, es en esta área donde la implicación de la gente y de las pequeñas asociaciones es mayor. De hecho, cuando les consta que existen núcleos sociales preocupados por preservar un monumento en concreto, este pasa directamente a formar parte de la lista verde.
Algunas de las afortunadas son el Monasterio de Santa María de Oia, en Pontevedra, el Palacio fortificado de los Zúñiga o las Altazaranas de Sevilla, que se enfrentaban en 2016 a una restauración “absolutamente inapropiada”, según el estudio, y que se recondujo a tiempo gracias a su denuncia.
“El patrimonio español es uno de los mayores del mundo y su restauración y conservación requiere cantidades ingentes de dinero que no siempre se pueden invertir. Por eso mismo, pensamos que cualquier tipo de acción encaminada a frenar el deterioro es suficiente como para valorarlo, ya sea desde la administración como por parte de asociaciones sin ánimo de lucro”, concreta.
La virtud de la labor de esta asociación es que alerta de la inacción a varios niveles y lo hace de una forma pública, lo que puede alentar a las administraciones o incluso a los particulares a tomar cartas en el asunto. “Son estas últimas, las comunidades muy pequeñas, las que más se mueven para conservar y limpiar. Cuando hay alguien que se preocupa, nos parece suficiente para ponerlo en la lista verde”, sentencia.
Este es el caso del Mausoleo hispano-romano de Las Vegas de San Antonio, en la localidad de la Pueblanueva de Toledo, que estaba sirviendo como gallinero y tras su inclusión en la lista roja se procedió a la limpieza por parte de la Fundación Tagus.
Por desgracia, hay veces que las señales no son suficientes y los monumentos acaban enterrados en la lista negra. De momento, ocho son las obras que la encabezan y en la asociación luchan porque no haya ninguna más que engrose sus filas.
“Si se prestase la atención necesaria, se contribuiría a crear nichos de trabajo y a que las poblaciones pudieran vincularse a territorios que se están vaciando. El patrimonio juega muchos papeles, pero al mismo tiempo hay que sacarle una utilidad que permita que sobreviva”, sentencia Antona.
Lo que está claro es que “desde los poderes públicos y las asociaciones no podemos asumir un rol de defensa a ultranza del patrimonio si la sociedad en su conjunto no quiere”. Por eso, invita a conocer las bellezas ocultas y en estado terminal de todo el territorio y no solo las que llegan a los titulares de los medios. Quizá así, algún día conseguiremos que la lista verde tenga 978 obras más y que la lista negra sea solo un in memoriam de ocho monumentos para los que ya es tarde y que nunca volverán.