La vuelta de Pablo Picasso a las colecciones permanentes del Museo del Prado con la incorporación del Busto de mujer (1943), cuadro donado por la Aramont Art Collection de la familia Arango, es un acontecimiento relevante, que altera la narración historiográfica de la institución. De esta manera, el director Miguel Falomir cumple con el sueño de su predecesor Miguel Zugaza, que encontró en Javier Barón su mejor aliado en el seno de la institución para construir el relato de las colecciones del Prado como fuente de inspiración del arte contemporáneo. El jefe de Conservación de Pintura del Siglo XIX ha capitaneado la entrega de los donantes a la que era imposible renunciar.
Sin embargo, el regreso del hijo pródigo, que quiso verse colgado entre los grandes maestros de la pinacoteca en la que se había creado como pintor, suscita algunas complicaciones. La primera es de índole legal y la otra de orden historiográfico. En 1995 se firmó el Real Decreto que marca la frontera que separa a los protagonistas del Museo del Prado del Museo Reina Sofía, para ordenar y facilitar la gestión de ambas instituciones. Una comisión de expertos determinó que el hito que delimita el campo de acción era la fecha de nacimiento de Pablo Picasso, 25 de octubre de 1881.
Los artistas nacidos a partir de esa fecha pertenecen al arte contemporáneo y, por tanto, al Reina Sofía, que acababa de inaugurarse en 1992 con el Guernica como icono. El monumental lienzo de Picasso fue apartado del Casón del Buen Retiro del Museo del Prado: se conquistó un reclamo y provocó un enfrentamiento que no ha sido superado. Al Reina Sofía todavía no habían llegado los legados de Dalí ni de Miró y el nuevo museo necesitaba una estrella. Así Guernica y Picasso se convirtieron en el epicentro del discurso, como Velázquez y Las Meninas lo son del Prado.
El Real Decreto firmado en 1995 por la comisión de sabios (bajo la batuta e idea de Tomás Llorens) sigue vigente, no ha sido derogado y las instituciones deberían cumplirlo. Sin embargo, hay quien considera que una vez ejecutado el reparto en 2015, con 20 años de retraso desde que lo exigiera la ley, la norma quedó satisfecha y derogada. La consecuencia de esta interpretación es la entrada de María Blanchard –por la compra de La Boulonnaise (1929) a un particular por 70.000 euros– y de Pablo Picasso al Museo del Prado.
Legalmente esa pintura corresponde al Museo Reina Sofía
“Legalmente esa pintura corresponde al Museo Reina Sofía”, puntualiza Paloma Esteban, especialista en Picasso y ex conservadora del Museo Reina Sofía, que también se acoge a la norma. El caso que sienta un precedente contra el Prado sucedió en 1979, cuando el empresario y coleccionista Douglas Cooper donó al Museo del Prado el Retrato de Josette (1916), de Juan Gris. Con la aplicación del Real Decreto de 1995 saltó a las colecciones del Museo Reina Sofía. Si el depósito por cinco años se consuma como donación pasará a ser propiedad del Estado y en ese momento debería cambiar de museo.
Esteban siempre ha defendido que el lugar de Picasso es el Reina Sofía y lo mantiene. Cuenta que la colección del pintor malagueño en este museo “es muy representativa, herencia de la dirección de José Guirao y la operación Picasso”. Gracias a la dación de impuestos se pudieron comprar las obras de finales de los años treinta. “Son mejores que este retrato del Prado y hay estudios de Dora Maar extraordinarios”, dice.
Falta de justificación
Así como el origen del relato del Museo Reina Sofía está bien claro (Picasso), el final del relato del Museo del Prado sigue sin resolverse. Paloma Esteban opina que lo más aproximado al Prado son los periodos azul y rosa. Pero al carecer de este tipo de obras las colecciones españolas, lo más cercano y la bisagra que cierra una etapa tradicionalista y antecede al cubismo es Cabeza de mujer joven (1906), del periodo de Gósol, que está retenida en el Reina Sofía hasta que la Justicia determine en firme si Jaime Botín cometió un delito de expolio. En ese momento pasaría a ser propiedad del Estado. Entonces, y si entre ambos museos existiera ánimo de colaboración y cooperación, podría darse el trasvase lógico de Picassos.
No se puede dar un paso tan importante por el capricho de una persona
“La incorporación de Picasso es un episodio lo suficientemente relevante como para haberlo pensado con detenimiento. No se puede dar un paso tan importante por el capricho de una persona”, sostiene Fernando Checa, ex director del Museo del Prado, en referencia a Javier Barón. “Los museos necesitan pensar los pasos que dan y no actuar sin planes. Este es un asunto grave y que requería de reflexión para no encontrarnos un Picasso de los años cuarenta entre retratos del Greco. Lo único que va a lograr es confusión en la visita”, puntualiza Checa. Kosme de Barañano también formó parte de aquella comisión que redactó la norma y afirma que mientras no exista una revocación del Real Decreto no hay argumentación que legitime romper la norma.
La segunda complicación a la que hacíamos referencia es la de índole historiográfica: ¿cómo se puede justificar una pintura de la década de los cuarenta en un contexto histórico que se detiene en obras de principios del siglo XX? Desde el gabinete de comunicación del Prado se justifica la situación de Picasso rodeado por el Greco porque “nos permite mostrar la vinculación de este artista con la gran tradición de la pintura española”. “Por eso no se va a colgar en las salas del XIX como se haría si persiguiéramos un relato lineal”, añaden las fuentes.
De hecho, colgar una pintura de mitad del siglo XX en las salas del siglo XIX habría sido un anacronismo que el centro no podría justificar. Por eso han buscado esta justificación. Pero ¿mirar a la tradición es algo particular de Picasso o, como dice el friso del Casón del Buen Retiro, “todo lo que no es tradición es plagio”? Responde Fernando Checa: “No hay un solo pintor antes del siglo XX que no proceda ni haya jugado con la tradición. Eso no es una particularidad de nadie, es una mera excusa”, dice. El diálogo, de hecho, es la tradición.
Es el propio museo el que confirma a este periódico que el resto de la narración sí será cronológica. Pero el Picasso será la excepción, junto con el diálogo del Saturno de Goya y Rubens que ha funcionado en El Reencuentro. “Seamos más ambiciosos con la ciencia, propongamos argumentos complejos y profundos, que superen las guerras de egos entre los museos”, reclama José Lebrero, director artístico del Museo Picasso de Málaga en relación al argumento del encuentro de la tradición. Lebrero explica que el orden cronológico es una construcción muy cuestionada en los museos en estos momentos. “La Historia del Arte ha evolucionado y la parcelación por fechas se entiende como algo relativo y en desuso”, añade el experto.
El Prado confirma que no romperá con el orden temporal y de este modo solo le queda relacionar a Picasso con El Greco, aunque podría haber sido con cualquier otro pintor. Como dice Paloma Esteban: “Picasso lo aguanta todo, porque tiene muchas facetas y riqueza”. Un dato importante: en 2001 Esteban, la mayor especialista en Picasso de España, comisarió la exposición Picasso Grandes Series, en la que trazaba las relaciones entre el artista contemporáneo y los grandes maestros antiguos. El Greco no aparecía en aquella muestra.