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Brutalidad, injusticias e ignorancia: los monstruos de Goya siguen presentes en nuestros días
En estricta vertical: así ha hecho coincidir y dialogar el Museo del Prado dos exposiciones diferentes pero con mucho en común. En la planta baja del Edificio de los Jerónimos se encuentra Goya. Dibujos. Solo la voluntad me sobraGoya. Dibujos. Solo la voluntad me sobra, exposición inaugurada el día del aniversario de los 200 años del museo. Una antología que reúne por primera vez más de trescientos de los dibujos del artista de Fuendetodos, procedentes de las propias colecciones del Prado y otras públicas y privadas de todo el mundo.
Y justo dos plantas más arriba, en el Claustro de los Jerónimos, se encuentra El Roto. No se puede mirar, colección de ilustraciones realizadas por Andrés Rábago, más conocido como El Roto, desde 2017 e inspiradas por la obra de Goya. Una exposición que se completa con la publicación del nuevo libro del artista madrileño, lanzado por Reservoir Books, que sirve de catálogo de la misma y se completa con varias estampas inéditas.
Casualidad o no, ambas exposiciones conversan de forma grata, ahondando en la naturaleza interrogante de las obras de Goya sobre los tiempos que le tocaron vivir. Exactamente lo mismo que El Roto hace en sus viñetas y su obra, con espíritu crítico e irónico, y con firme voluntad de denuncia.
“En ambos creadores nos encontramos con temas íntimamente ligados al comportamiento y la condición humana, sobre todo sus miserias”, escribe José Manuel Matilla, jefe de Conservación de Dibujos y Estampas del Prado, en El Roto. No se puede mirar.
“El control ideológico que los poderosos ejercen sobre el pueblo, el borreguismo de las multitudes, la ignorancia como raíz de todos los males, la violencia consustancial al macho -sí, al macho, no a la mujer- en sus diferentes formas y el sometimiento en las relaciones de pareja”, son los temas en los que se abunda, según Matilla. Rescatamos algunas estampas de la exposición, que se podrá ver hasta el 16 de febrero.
AutorretratoGoya
El Roto. No se puede mirar, nace como un proyecto allá por el año 2017. Andrés Rábago había recibido la propuesta de realizar una serie de dibujos que tuviesen alguna relación con el Museo del Prado. Y estuvo trabajando en ello un tiempo sin encontrar un hilo conductor claro, sin poder discernir un discurso unificador.
“A punto de cerrar el cuaderno de notas y las visitas semanales [al museo]”, cuenta el ilustrador en el libro homónimo publicado por Reservoir Books, “di con las salas de Goya y me vi envuelto en el torbellino de su ya antiguo y poderoso influjo”.
La imagen de la derecha es la visión particular que El Roto infiere de Francisco de Goya y Lucientes. La de la izquierda es un retrato perteneciente a la serie de los célebres Caprichos. Se trata de una colección de 80 estampas que Goya empezó a vender en 1799, uno de los momentos de mayor auge de su carrera.
Había sido nombrado primer pintor de cámara y se había ganado cierta fama como retratista. Y se acababa de inaugurar la ermita de San Antonio de la Florida en la que había pintado un grandioso conjunto pictórico que aún se puede visitar hoy. Así que aprovechó el momento para publicitar la venta de las ochenta estampas. Hoy, la serie de los Caprichos es una de las más célebres del artista.
Quien lo creyera!Lleva su sombra
“El trabajo realizado únicamente pretende ser un modesto y sentido homenaje a aquel admirable y generoso investigador del alma humana”, confiesa El Roto en su libro.
Lo cierto es que las estampas de No se puede mirar, a su modo, también auscultan el sentir del ser humano contemporáneo. Goya se preocupó siempre, hasta su fallecimiento en 1828, por intentar captar el sinsentido, el dolor y el temor de las personas de su tiempo y de toda condición.
En la imagen de la derecha, El Roto retrata a una persona que carga a su sombra, atada a él como un peso muerto. A la izquierda vemos la representación de dos brujas ahogándose -como el anónimo protagonista de la viñeta de Rábago-, que Goya pintó entre 1797 y 1799. Corresponde al grupo temático de “fortuna y muerte” y ambas se están disputando su rivalidad en el arte maléfico.
Las resultas Moribundo entregando su alma
Jugando con la rima en la composición y con figuras metafóricas semejantes, Goya y El Roto parecen apuntar en estas dos imágenes hacia un mismo discurso. Según la descripción que facilita el Museo del Prado, la interpretación que más consenso genera de Las resultas de Goya -aguafuerte pintado entre 1814 y 1815-, la situaría como crítica al absolutismo que supuso el regreso a España de Fernando VII.
Con esta estampa, Goya volvía sobre el estilo que había trabajado en la serie de los Caprichos, utilizando un lenguaje pictórico de tono alegórico que se convertiría en una constante más tarde con los Disparates y las Pinturas Negras. Como respuesta a la crítica planteada por el artista de Fuendetodos, El Roto imagina un muerto que, como el sistema absolutista, a su fallecimiento exhala un fantasma. Nada puro puede salir de un alma corrupta.
El sueño de la razón produce monstruos Habladurías
El sueño de la razón produce monstruos es una de las estampas más célebres de Goya. Su influencia llega hasta nuestros días y, de hecho, sigue inspirando a artistas como los que rastrearon la influencia de Goya en el arte contemporáneo en el Centro Cultural de la Villa hasta hace escasos días. Con ella el artista inició un trabajo discursivo que le llevó, durante años, a expresar gráficamente una de sus mayores preocupaciones: la ignorancia.
El imaginario goyesco abunda en estampas que critican las supersticiones, todavía muy extendidas entre el pueblo a finales del siglo XVIII. Para el artista, el desconocimiento y la incultura eran herramientas de control de la ciudadanía por parte del poder y de los estamentos religiosos. La estampa ofrece un mundo de pesadilla en el que la razón no produce verdad, solo monstruos.
En Habladurías, El Roto investiga el mismo discurso, apoyando su estampa sobre una razón hecha verbo. La palabra es la que se convierte en monstruos a su parecer, ampliando así la crítica goyesca al rumor y el cotilleo, tan presentes en el siglo XVIII como en el XXI.
Saturno Saturno devorando salchichas
Una de las imágenes más poderosas y brutales de la historia del arte, y uno de los cuadros más célebres del conjunto de catorce escenas que forman las llamadas Pinturas Negras.
Se conocen con ese nombre por la abundancia de pigmentos oscuros y composiciones truculentas. Las Pinturas Negras decoraron en su momento dos habitaciones de la Quinta del Sordo, casa de campo a las afueras de Madrid adquirida por Goya en 1819. Se pintaron directamente sobre la pared seca, no al fresco, y se pueden ver en la sala 67 del Museo del Prado.
El Saturno de la izquierda, pintura también conocida como Saturno devorando a un hijo -así figuró en el catálogo del Prado en 1900-, es una aproximación goyesca a la enajenación y la locura como sentimiento humano -y humanizador, pues humaniza a una deidad como Cronos/Saturno-, así como el poder total como fuerza corruptora. Pero lo que parece proponer El Roto en la imagen de la derecha es una vuelta de tuerca satírica del original. En lugar de comerse a un vástago -en la mitologíalo hacía por miedo a que le destronasen-, vemos a un dios mucho más orondo comiéndose unas salchichas.
Duelo a garrotazos Sin título
Otra de las estampas célebres del pintor, que también decoraba la Quinta del Sordo. Antes de conocerse por el nombre actual se llamó Dos forasteros, bautizada por el pintor Antonio Brugada, y más tarde como Dos boyeros, debido a la influencia del escritor francés Charles Yriarte, que así se refería a ella. Y hasta 1900 no se la conoció por el nombre actual.
Duelo a garrotazos ha pasado a la historia, entre muchas interpretaciones fundadas en la expresividad de la violencia, como la representación quintaesencial de la naturaleza cainita hispana. Joaquín Ruíz-Giménez la describía como “un claro mensaje contra la guerra” en el programa Mirar un cuadro de RTVE, por su condición histórica. Con su particular reinterpretación, El Roto parece estar en consonancia con la lectura sobre la naturaleza cainita que se ha derivado de la obra.
En la obra original, pintada entre 1820 y 1823, Goya atrapa el sentir crispado del momento: la sublevación de Riego había puesto en jaque el poder de Fernando VII. Duelo a garrotazos captaba el enfrentamiento entre partidarios de la revolución y los leales a la corona, o lo que es lo mismo: el pueblo llano enfrentado entre sí. Fernando VII siguió en el poder hasta 1833, pero Rafael de Riego fue arrastrado, ahorcado y luego decapitado en la plaza de la Cebada de Madrid en 1823.
Brutalidad, injusticias e ignorancia: los monstruos de Goya siguen presentes en nuestros días