Celsius Pictor creció en un pueblo gallego en el que había un pazo abandonado muy cerca de su casa. En verano entraba a escondidas en él y se pasaba las tardes leyendo. Era una casa señorial amueblada, que tenía una iglesia dentro con un retablo barroco de pino. Allí se encontró con un montón de libros de grabados antiguos que fue ojeando en aquellos largos veranos. Ahora que lleva años trabajando como ilustrador, piensa que su trabajo bebe de aquellas tardes. “Creo que la atmósfera de estar leyendo los veranos yo solo en aquella mansión del siglo XVIII me ha influido. Allí leía libros de cuentos, leyendas o novelas de Julio Verne. Era un ambiente muy peliculero”, recuerda el artista.
Pictor crea collages a partir de antiguos grabados del siglo XIX recuperados en rastros y mercadillos, combinados con la tinta y el color digital en un proceso de trabajo minucioso que él compara con el de un orfebre. “Selecciono, corto y compongo pequeñas piezas para dar vida a un universo nuevo en un proceso de reciclaje y reutilización que respeta texturas y medios tradicionales, y les transporta hacia el futuro”, explica Celsius Pictor. Y añade: “Mi trabajo parece viejuno, pero no lo es. A nivel formal en el siglo XIX todas las imágenes que se utilizan son muy estáticas, es muy raro que haya composiciones arriesgadas o dibujos extraños. En cambio, cuando ves mi trabajo, hay perspectivas extrañas, o caras expresivas, y eso son elementos actuales”.
Pictor era ilustrador, y dibujaba. En 2013 tuvo un encargo muy grande para una editorial, acabó saturado y era incapaz de dibujar. Para desatascarse y romper el bloqueo, se metió en un grupo, Los Días Contados, y cada mañana tenía que hacer un collage en su estudio antes de empezar. A partir de ahí, el collage se convirtió en una técnica, pero para él es fundamental la narración. “La mayor parte de la gente lo utiliza como un fin, y yo al ser ilustrador quiero contar una historia. Hay personas para las que el objetivo es hacer el collage, incluso como algo terapéutico. Para mí es una herramienta, yo necesito contar algo”, explica el artista.
Una baraja de seres fantásticos
Celsius Pictor ha creado una baraja de naipes en la que cada carta muestra a un personaje que es una combinación de animal y máquina, ilustrado meticulosamente, hasta crear con todas un universo único que mezcla el Renacimiento y la Revolución Industrial que es un homenaje a la historia de los naipes europeos. “En el póquer tradicional cada carta representa a un personaje. Están el rey David, Carlo Magno, Julio César, o también Esther o Raquel, de la Biblia. Hay mucha iconografía en los naipes y eso me flipa. Yo lo he reinterpretado a mi manera, Julio César, por ejemplo, es un águila, o los dos jokers son un juglar que toca la zanfona y una juglaresa tocando la gaita”, explica Pictor, que empezó el proyecto de manera personal en 2015 hasta que este mes ha lanzado un crowdfunding para editar la baraja entera, que ha conseguido el 100% de la financiación en solo una semana.
“Los naipes son una maravilla del diseño y la historia. Han evolucionado durante cientos de años en medio de un sinfín de misterios, simbolismos y teorías. Al principio, cada país usaba sus propios palos y símbolos, luego en el siglo XV Inglaterra copió y adaptó los diseños creados en Francia que se extendieron después por todo el mundo”, cuenta el ilustrador, que invita a que cada persona invente una historia entre los personajes cada vez que extienda todas las cartas.
La baraja es la evolución de un lenguaje propio de Celsius Pictor, en el que fusiona animales medievales y máquinas reales que encuentra en manuales de mecánica del XIX y principios del XX. Con ellas reconstruye un pájaro, un caracol o una jirafa hasta crear una especie de bestiario de seres fantásticos que habitan un mundo utópico donde las especies animales conviven y se complementan con las mecánicas. “Me gusta decir que soy como un orfebre o un relojero, por la paciencia, la minuciosidad y el detalle, y ahí está incluida la idea de maquinista”, explica Pictor, que aclara que cuando hace obra personal, hace el collage, lo imprime y lo monta con piezas reales levantadas en 3D, como si fueran engranajes de verdad.
Campeonato mundial del collage
Celsius Pictor pertenece a la Asociación Madrileña de Collage. Durante cuatro años montaron el Campeonato de Collage en España, que se paró con la pandemia. La Universidad de Chile les propuso hacerlo allí para que fuera mundial. Así, durante tres días del mayo pasado reunieron a exponentes de la técnica del collage de Argentina, Colombia, Chile y España. Pictor participó como jurado y como invitado especial, en Chile tiene muchos seguidores, y los profesores de diseño chileno utilizan su material para sus clases. “Me quedé impresionado. En Madrid no eran más de diez o quince compitiendo en el campeonato, pero en Chile me encontré con cuarenta personas para competir que eran chavales, alumnos de la universidad”, cuenta el ilustrador, que impartió un taller en el que decidió hacer La Oca del fin del mundo, un juego en el que cada participante tenía que hacer un collage para cada una de las casillas. “Se cree que la Oca es una representación mitológica del camino de Santiago, no se sabe de donde viene, se cree que de Italia. Yo soy gallego, y la Universidad de Santiago de Chile se llama Finis Terrae. El Camino en sí es un cúmulo de ficciones, y yo reinterpreté el juego. Me gustaba creer que la casilla de la muerte es la catedral, donde mueres y renaces y que el final es Finisterre”, explica Celsius Pictor.
Con el Camino de Santiago como guía, Celsius Pictor ha ilustrado un libro, Mirabilia, basado en las leyendas y la cultura que se ha generado alrededor de la peregrinación durante diez siglos. “Quienes me encargaron el libro habían hecho el camino de Santiago y no querían hacer un típico libro de relato del camino. Utilizaron un concepto antiguo que es hacer una compilación de anécdotas, que no se sabe si son verdad o no. Pero eso no es lo importante, lo interesante es que esas anécdotas existen. Yo me he criado con la historia de los romanos llegando al fin del mundo alucinando con ver cómo el mar se tragaba al Sol”, rememora el artista.
En las páginas del libro hay dibujos de caballeros templarios, topos misteriosos, o maestros constructores de catedrales. “Algunas leyendas como la de los ermitaños leoneses me hicieron pensar inmediatamente en los ermitaños pintados por El Bosco mientras que otros como el del Topo de León me llamaban por su surrealismo, o la historia del Passo Honroso me llevó a pensar en el Caballero Negro de la película de Monty Phyton”, explica Pictor.
Se rompió la ciencia ficción en España
En el Reino Unido y otros países europeos, antropomorfizar la fantasía es algo habitual, y en España no existe esta tradición. “Ellos tienen a Alicia, para ellos es normal que haya personajes que sean animales. En España hay algunos casos, pero sobre todo a la hora de hacer publicidad es extraño ver una campaña en los medios con personajes que no sean personas”, relata el artista, que achaca esto a la represión de la dictadura franquista. “La fantasía y la ciencia ficción han crecido mucho, pero no tienen tanto recorrido como fuera. La dictadura impidió cualquier intento de expresión así. Cuando fuera de aquí estaba Julio Verne o las películas de Melies, en España estábamos llorando por haber perdido Cuba, y luego vino la Guerra Civil. Las cosas de ciencia ficción en España nunca han sido mainstream. En el cine mainstream hay una predominio de lo realista en esas décadas. Se mostraba la representación de una realidad que además era la que se quería vender, no se dejaba espacio a la fantasía”, concluye.
A pesar de ello, el artista cree que el collage es tendencia. “Ahora está más de moda, se antepone la reutilización ante la creación de imágenes nuevas. En Latinoamérica es muy actual, en la universidad se utiliza como una propuesta educativa dentro de la formación en publicidad, se le ofrece a los alumnos como una posibilidad de lenguaje. En España y Europa también se utiliza mucho, a veces de manera terapéutica o como una estrategia creativa. Estamos en una época plagada de imágenes, y el collage ahí tiene un lugar”, reflexiona Pictor.