El 21 de junio de 1964, en un escenario de fondo gris con unas pocas sillas de madera, un grupo de cantantes, la mayoría aficionados, vestidos de manera sobria, de pie, con la mirada fija al frente y acompañados por unas pocas guitarras, debutan en el festival de Spoleto, una bella ciudad en la provincia de Perugia. Son miembros de Il Nuovo Canzoniere Italiano y cantan en esta localidad del centro de Italia su repertorio titulado Bella ciao, que incluye la canción del mismo nombre y otras sobre la Primera Guerra Mundial o las protestas agrarias.
Ese domingo acabaría siendo clave para la leyenda de la canción convertida en himno en todo el mundo y para que este 25 de abril, el día de la liberación en Italia, Bella ciao sea un canto contra el fascismo y también contra el Gobierno de Giorgia Meloni.
En 1964, para Il Nuovo Canzoniere Italiano, un grupo de folk de izquierdas formado por militantes y músicos, era un hito conseguir una invitación para el Festival dei Due Mondi, fundado unos años antes y que era ya referente teatral y musical en Italia. Entre el público aquel junio en Spoleto, había una condesa y piloto de carreras, otra condesa de la familia Agnelli, una coleccionista que era sobrina del papa y “la signora della Scala”, Wally Toscanini, filántropa de la ópera de Milán e hija del director de orquesta.
La mayoría de miembros del Canzoniere eran cantantes no profesionales, muy jóvenes, con poca experiencia o aficionados que trabajaban como obreros y albañiles y se habían metido en la música como una forma más de protesta. Otros llevaban años con la construcción intelectual de la música alternativa, como Michele Straniero, autor de un ensayo contra la cultura de masas y miembro de Contracronache, un grupo de música política en Turín en el que también participó Italo Calvino y otros escritores célebres. La veterana, que sí tenía más experiencia como cantante, era Giovanna Daffini, que en su juventud había sido mondina, recolectora de arroz. Sandra Mantovani era la más famosa en la escena alternativa de Milán. Giovanna Marini, la única con formación musical, había estudiado con el guitarrista Andrés Segovia.
El grupo había crecido en la escena de Milán como una mezcla de intelectuales de izquierdas inspirados por el folk estadounidense. El creador del espectáculo era Roberto Leydi, periodista del diario socialista Avanti! y que se había nutrido de la investigación sobre las canciones populares italianas del folclorista estadounidense Alan Lomax, que en 1953 había ido por toda Italia grabando las tonadillas de personas corrientes. Leydi trataba de imitar con investigación propia la búsqueda de Lomax de lo auténtico ligado al ideal romántico de “pueblo” frente a la cultura de la élite dominante y también a la cultura de masas, más interesada entonces en Italia en el rock and roll y el festival de San Remo que en la canción protesta.
Jacopo Tomatis, musicólogo, músico, periodista y profesor de la Universidad de Turín, cuenta la historia con detalle y un minucioso esfuerzo por discernir los hechos probados del recuerdo alterado (y a veces la falsificación interesada) en su libro Bella ciao: Una canzone, uno spettacolo, un disco, publicado en Italia en 2023.
Qué pasó exactamente aquel domingo de 1964 es, de hecho, aún motivo de disputa entre exageraciones, simplificaciones y el uso para la construcción del mito político que hicieron entonces la prensa de inclinaciones opuestas, los fans, los críticos y el propio grupo protagonista.
“Una condesa”
Según una reconstrucción recogida por Tomatis, mientras Il Nuovo Canzoniere Italiano canta aquel domingo, “un par de condesas” hacen gestos de desaprobación, aunque el lío empieza cuando Michele Straniero canta O Gorizia, una canción sobre la Primera Guerra Mundial, con unos versos “no aprobados” por el festival en una versión contra la guerra que llama “traidores” a los “señores oficiales” que habían “arruinado la juventud”. Un militar grita desde un palco “¡viva los oficiales!” y algunos identificados después como periodistas exclaman “basta, basta”. El alcalde de Spoleto reacciona contra los que protestan con un “¡fuera fascistas!” y otros se unen a él con “fuera, fuera” hasta que un grupo de militares y simpatizantes que protesta sale del teatro. Ante otra canción de los anarquistas ligada a las huelgas agrarias de Parma en 1908, una mujer identificada por algunos como “una condesa” dice algo parecido a “yo tengo 330 agricultores y ninguno duerme en una cuadra”.
Este último detalle es uno de los que tiene más versiones y que no termina de encajar porque, en realidad, las “condesas” más famosas ahí eran de izquierdas y defendieron al Nuovo Canzoniere Italiano.
Pero la polémica está servida y alimentada con detalles, muchos imposibles de comprobar, sobre militares que salen llorando y “condesas” que se enfrentan a los músicos. En otra representación unos días después, se cuenta que espectadores intentan subirse al escenario y la cantante Giovanna Marini se defiende con su guitarra como potencial arma. Se encuentra un artefacto que simula ser una bomba detrás del escenario, los militares locales piden la intervención del Ministerio de Defensa (que no hace nada) y los cantantes, la ayuda del primer ministro Aldo Moro (que tampoco). Llegan telegramas de Umberto Eco y Pier Paolo Pasolini de solidaridad con los músicos. No hay grabación de los incidentes y la mayoría de los relatos los cuentan años después y con variaciones cantantes y periodistas.
A partir de ahí, Il Nuovo Canzoniere Italiano multiplica grabaciones y representaciones y Bella ciao se convierte en parte central de la cultura pública, pero sobre todo en un canto contra el fascismo en Italia. Bella ciao, en realidad, no era la canción más polémica, pero ya entonces era popular gracias a la grabación de Yves Montand, cantautor italofrancés, en febrero de 1962, unos meses antes de otra versión de Daffini que tenía una letra diferente y de homenaje a las recogedoras de arroz. El ritmo y la manera de cantar Bella ciao de Montand marcaron al Nuovo Canzoniere Italiano y las versiones que han llegado a nuestros días.
“El espectáculo del Nuovo Canzoniere Italiano, todo el mito de Spoleto y las polémicas en los periódicos amplifican la notoriedad de Bella ciao, pero sobre todo contribuyen a convertirla en lo que es hoy, que es decir, transformarla en una canción política”, explica Tomatis en una entrevista a elDiario.es.
El regalo a Ho Chi Minh
La canción se lanzó como un símbolo político y, de hecho, Tomatis abre su libro con una foto que le inspiró a investigar más: la imagen de 1966 que muestra a Enrico Berlinguer, futuro líder del Partido Comunista italiano, mientras regala un disco de Bella ciao al presidente Ho Chi Minh en Vietnam. “Es una foto que cuenta muchas historias y nos hace comprender cómo los álbumes fueron fundamentales en la educación sentimental de los militantes. Y muestra cómo Bella ciao es una canción internacional”, dice el musicólogo, que también subraya el toque casi absurdo de la escena. “Los comunistas italianos van a Vietnam durante una de las mayores guerras del siglo XX, se les ocurre llevar un regalo y ¿qué llevan que sea simbólico? Como muestra de apoyo, llevan un disco con Bella ciao”.
El nacimiento de la canción original cantada por los partisanos de la resistencia italiana sigue siendo un misterio, aunque la versión más documentada apunta a una canción con letra parecida cantada entre 1944 y 1945, hacia el final de la guerra, por la Brigada Maiella, una división de voluntarios de la resistencia de las Marcas, en el centro de Italia, y que después lucharon en Abruzo y en Emilia-Romaña. También hay rastros de la tradición oral de cantos parecidos a Bella ciao en Piamonte.
El control del relato sobre los partisanos del norte explica por qué inmediatamente después de la guerra no fue una canción tan recordada o popular como otras más explícitas y cuyo origen estaba claramente en el norte. En todo caso, era parte de la tradición oral y entonces no estaba grabada, por lo que la Bella ciao que hoy conocemos viene de varios materiales que se van fusionando con el paso del tiempo y al principio a través de fuentes privadas y de poca circulación.
El misterio de Corea del Norte
La primera fuente escrita que ha encontrado Tomatis sobre Bella ciao es una referencia en un artículo de L’Unità de abril de 1953 que habla de la canción entonada por una adolescente en un pueblo de Corea del Norte que supuestamente la había aprendido de un grupo de voluntarios chinos. “Lo cual es bastante extraño. En nueve años pasó al otro lado del mundo sin estar grabada… Llegó allí porque la llevaron militantes, pero no sabemos cuándo”, explica Tomatis. Se encuentran referencias a Bella ciao también en Indonesia, Ghana y la Unión Soviética antes de que fuera grabada, probablemente porque militantes comunistas la descubrieron en Europa en los festivales juveniles. Ayudó su melodía pegadiza, con un estribillo de las dos palabras más universales de la lengua italiana y un mensaje suficientemente genérico.
“Es un texto muy poético, muy minimalista, muy romántico, pero un texto en el que, por ejemplo, no se menciona ninguna guerra en particular. Esto hace que Bella ciao sea muy útil incluso en el extranjero porque es esencialmente aplicable a cualquier situación en la que haya un partisano que muera por la libertad. Pero a qué partido pertenece ese partisano y cuál es esa libertad es algo que cada uno puede decidir por sí mismo”, explica Tomatis. “De hecho, Bella ciao se canta tanto por turcos como por kurdos, tanto por ucranianos como por rusos. Se aplica muy bien a cualquier lucha por la libertad, que es un concepto muy amplio”.
El canto entronca con otras tradiciones orales europeas de la época e incluso anteriores. Una de las teorías es que es una copia de Koilen, una canción en yiddish de un cantautor de Odesa, en Ucrania, grabada en Estados Unidos alrededor de 1920.
“Esto solo nos confirma que Bella ciao nació como una canción dentro de las culturas orales. Las culturas orales siempre han sido profundamente híbridas, los músicos siempre han viajado por el mundo y por tanto el intercambio de ideas, sonidos, melodías, formas de tocar es algo que precede a la sociedad de masas… Ni siquiera tiene mucho sentido hablar del origen de algo que existe en este flujo en cambio continuo. En la tradición oral el origen es algo que no debería interesarnos porque de todos modos no es posible encontrarlo y es un concepto erróneo”.
La verdad histórica y la memoria
En nuestra conversación, le cuento a Tomatis cómo aprendí yo Bella ciao, cuando mi profesora de primaria en el Liceo Italiano de Madrid, Agostina Borgo, originaria de Asti, en Piamonte, nos la enseñó como una canción de los partisanos de la resistencia que ella había vivido. Ahora me pregunto si la escuchó de joven en casa o si su memoria también era la de los 60 del Nuovo Canzoniere.
“El aspecto más fascinante de la historia de Bella ciao es una enorme lucha entre la verdad histórica y la memoria”, dice Tomatis, que recuerda los libros de Javier Cercas como inspiración. “Todo el mundo sabe cosas sobre Bella ciao, todo el mundo ha contado anécdotas sobre Spoleto, sobre cuándo y cómo se cantaba la canción… Si uno va a reconstruir con el método del historiador sobre las fuentes de la época, descubre una verdad histórica que es muy diferente y en algunos casos no logra reconstruir una verdad histórica unívoca”. Incluso los testimonios de quienes vivieron la guerra y la posguerra se han modelado por lo que escucharon en los discos y en la radio en los 60 y en los 70. “Todo el mundo, por ejemplo, recuerda Bella ciao cantada durante la Segunda Guerra Mundial por todos los partisanos. Esto nunca sucedió, pero la memoria lo reformó. Y así, cuando cuentas la historia, te dicen ‘vi a los partisanos entrar en mi ciudad y siempre cantaban Bella ciao'. Lo más probable es que sí se cantara en algunos grupos de partisanos, aunque no fuera tan extendido. El hecho de que estuviera en los cuentos de tu profe también me hace pensar que está ahí, me confirma que Bella ciao es muy importante porque se ha convertido en una forma de reafirmar el ser antifascista”.
En los años 70, Bella ciao tuvo algún momento bipartidista porque se consideraba más suave y neutra que otros cantos de la resistencia o asociados con los comunistas. Se cantaba en las fiestas de L’ Unità, pero también en 1976 en el congreso de la Democracia Cristiana que eligió al expartisano Benigno Zaccagnini. En el funeral de Berlinguer, la canción unió a los comunistas.
En los años 90 de Berlusconi, se convirtió en un éxito pop que acabó en Manu Chao, y volvió a una nueva generación de militantes a través de las protestas antiglobalización. El uso de la canción en La casa de papel entronca la versión más genérica de canto a la libertad, y ayudó a redescubrir Bella ciao para los jóvenes y aumentar el éxito comercial que ha traído ingresos a la fundación que tiene algunos derechos por los arreglos musicales de las primeras grabaciones, el Instituto de investigación musical Ernesto De Martino, heredero del Nuovo Canzoniere.
En 2020, una propuesta de ley en Italia pedía el reconocimiento de Bella ciao como una expresión de todas las fuerzas políticas democráticas y tenía el apoyo de partidos políticos variados, aunque no de la derecha. El Gobierno cayó y la ley quedó aparcada tras el triunfo de Hermanos de Italia.
Cantar Bella ciao en Italia en 2024 “implica tomar una posición política”, algo, que, en realidad, habría sorprendido a principios de los años 60, cuando Bella ciao era considerada más suave que otras canciones: “Hoy significa reconocerse en una historia, en una tradición, en la cultura del antifascismo italiano, que tiene raíces profundas y que todavía es muy celebrada”, dice Tomatis, que considera que a menudo es un símbolo superficial. “Es un poco surrealista decírtelo ahora”, comenta hacia el final de nuestra conversación. “Pero nunca me ha gustado mucho Bella ciao. Me parece una adhesión, por así decirlo, incluso en plan moda a un tipo de antifascismo un poco superficial en algunos aspectos. Uno utiliza Bella ciao para identificarse con esta tradición, pero no comprende realmente las implicaciones de la lucha política que Bella ciao resume en sí misma. Es natural porque los himnos obviamente tienen esa función de simplificar el discurso. A veces, me parece que se utiliza de forma un tanto superficial para tomar posturas políticas que, en realidad, deberían ser y son más complejas”.