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Manual para entender el juicio que liberó a Britney Spears de su padre

Portada del documental 'Britney vs Spears'

Mónica Zas Marcos

30 de septiembre de 2021 13:42 h

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Britney Spears es libre, pero solo a medias. La Corte Superior de Los Ángeles ha suspendido este jueves la tutela de su padre en un juicio crucial para la artista. Ahora, un contable de California será el encargado de supervisar sus finanzas de forma temporal.

El veredicto coincide con el estreno de la película documental Britney vs Spears en Netflix. La periodista Jenny Eliscu y la cineasta Erin Lee Carr han sacado a la luz documentos confidenciales, archivos secretos y testimonios que demuestran la manipulación a la que ha sido sometida Britney desde 2008 para privarla de sus derechos fundamentales.

No puedo dormir. Estoy muy enfadada, deprimida. Lloro todos los días. No entiendo cómo el Estado de California tiene todo esto por escrito y no ha hecho nada. Mi padre y todos los involucrados en esta tutela deberían estar en la cárcel

Britney Spears Juicio de junio 2020

A diferencia del anterior y polémico documental, Framing Britney Spears, este no reproduce la famosa escena del paraguas con la cabeza afeitada, que la mostró al mundo como un ser enajenado. Tampoco centra la atención en los amoríos de la artista porque, como pasaba en la vida real, debajo de ese morbo se estaban sucediendo enormes agravios legales contra la artista. Esa es la tesis de Britney vs Spears, que solo menciona a sus exparejas por el daño que le infligieron o por su relación con el abusivo sistema de tutela.

La dicotomía que le interesaba a Jamie Spears, su tutor legal, era mostrar que Britney estaba loca pero que trabajaba mucho por el bien de su salud mental. De esta forma el padre la mantenía bajo su yugo y explotaba a su gallina de los huevos de oro. Ella lo hacía porque las amenazas eran constantes. Y aunque la prensa centre la atención en el asunto del patrimonio, al que todavía no puede acceder del todo, lo que de verdad le asustaba era perder la custodia de sus hijos, no unos cuantos millones de dólares. 

Las dos mujeres que han realizado el documental representan la razón por la que este caso va más allá de fanatismos y se ha convertido en un juicio de alcance histórico. La cineasta, Carr, se acercó a la figura de la artista por adoración. Britney Spears siempre había sido su referente. En cambio, Eliscu, periodista de la Rolling Stone, se involucró desde un punto de vista humano: la conoció durante dos reportajes en profundidad y se quedó prendada de su bondad y dulzura, pero nunca le había interesado su música. 

La campaña por la libertad de Britney se ha visto muchas veces desde fuera como una cosa de frikis. Ahora, es la muestra de lo sencillo que resulta infantilizar a una mujer adulta y con una carrera exitosa ante la mirada impasible de todo el mundo. Un mundo que prefirió ridiculizarla a empatizar con su secuestro. Britney vs Spears desvela archivos confidenciales que era imposible conocer entonces, pero también recupera los pocos gritos de auxilio que alcanzó a emitir la propia víctima. El problema es que nadie quería escucharlos. 

“Una muerte legal”

A finales de los 90 y principios de los 2000, Britney no solo era una artista con talento, sino que ya se había demostrado como un tiburón de los negocios y una mujer elocuente en sus apariciones públicas. Pero a nadie le pareció extrañar que apenas cuatro años después hubiera mutado en un ser demente y sin control sobre ella misma. Al menos según el relato de la prensa rosa y de su exmarido, el bailarín Kevin Ferderline.

El divorcio y el pleito por la custodia de sus dos hijos fueron el comienzo del fin para Britney, una persona ya de por sí acosada por los paparazzi y que pasó a ser perseguida con un fin concreto: beneficiar a su exmarido en el juicio. En el documental aparece el abogado de Ferderline y lo reconoce él mismo. “Fue la primera vez que tuve que trabajar con los medios para que trataran bien a mi defendido”, admite.

A pesar del infierno que vivió durante esta época, Britney publicó simultáneamente el que sería su mejor disco: Blackout. Las canciones, que estaban llenas de referencias sobre su libertad, las escribió en una mañana en la servilleta de un Starbucks. También tenía claras las coreografías y hasta la iluminación que iba a usar en el escenario. “Está en sus cabales; una persona demente no podría hacer eso”, defiende el colega que presenció su momento de inspiración. 

Tras negarse a entregar a sus hijos al guardaespaldas de su ex, Britney perdió totalmente la custodia en 2008. Ese episodio dio comienzo a lo que hasta ahora se ha conocido como “tutela”, que en realidad sobre el papel era una “curatela”. Supuestamente eso permitía al padre decidir únicamente sobre algunos asuntos, pero se terminó convirtiendo en un dominio de facto porque influía sobre su salud, su patrimonio y su negocio. “Algunas personas lo comparan con una muerte legal”, dice un abogado experto en el tema. En ese momento iba a ser algo temporal.

“Una curatela tiene normas muy particulares: la persona debe ser incapaz de satisfacer sus necesidades de comida, ropa, salud y vivienda. Dicho de otro modo: he representado a decenas en juicio de tutelados y ninguno ha tenido trabajo jamás”, añade el letrado. Jamie y sus asesores legales –un par de ultracatólicos que conoció en la Iglesia– se las apañaron para evitar que Britney recurriese la tutela –tenía cinco días por ley– o eligiese a su propio abogado. Le pusieron uno de oficio que dimitió el pasado 2020 después de que el juicio se volviese mediático y quedase patente su complicidad con el padre de Spears. 

Médicos comprados y abogados cómplices

Ni doctores ni abogados quedan impunes en Britney vs Spears. Los informes médicos de los primeros, hasta ahora confidenciales, eran incongruentes y declaraban que Britney Spears padecía demencia a la vez que le permitían llevar a cabo jornadas maratonianas de trabajo. Uno de aquellos doctores aparece en el documental y no es capaz de afirmar que la artista sufriera demencia, a pesar de haberlo puesto por escrito.

En estos 13 años Britney ha sacado un disco, ha participado en series, ha diseñado sus conciertos, ha ensayado hasta la extenuación, ha hecho tres giras mundiales y ha liderado un espectáculo fijo en La Vegas cada fin de semana durante cinco años. 

Mientras tanto ella estaba al tanto de lo que le estaban haciendo su padre y sus abogados, y pidió ayuda discretamente a varios amigos. Dos de ellos aparecen en el documental. Si sus tutores se enteraban, le quitarían la custodia de sus hijos. De hecho, en 2009, después de descubrir que había solicitado a escondidas un nuevo abogado, Jamie pidió la tutela permanente. El juez se la concedió y en ese momento convirtieron a una mujer de 29 años en una preadolescente. Si quería salir a comer una hamburguesa con su pareja, tenía que pedirlo; si quería dinero para comprar libros a sus hijos, la respuesta podía tardar días. 

Desde ese momento se dedicó a trabajar de forma incansable. Más tarde, en el juicio de 2020, reconoció que era por obligación y que su padre la usaba para pagar las facturas millonarias de sus abogados y mantener su opulento tren de vida.

Pero no solo eso: decidió drogar a Britney con estimulantes los días de trabajo y cambiar su medicación habitual por litio. No le permitían hablar en público, pero a veces, cuando estaba sobre el escenario, lanzaba algún que otro mensaje muy poco subliminal. “Tener un micrófono en la mano, sin música por detrás, me parece algo ilegal”, le dijo una vez a los asistentes de Las Vegas.

En 2019 Britney pidió una orden de alejamiento de su padre por haberse mostrado violento delante de sus hijos. Aunque se la concedieron, siguió siendo su tutor legal desde la distancia. Tan solo en 2020, después de celebrarse el primer juicio de la artista, Jamie renunció a ser su “guardián” y recomendó que finalizara la tutela. Durante el camino, él y sus aliados han amasado varios millones de dólares. Pero la libertad pesa más que el oro.

Me quitaron la medicación que tomaba desde hacía cinco años y me dieron litio. Mi familia no solo no movió un dedo sino que mi padre lo apoyó. Disfrutó de cada minuto. El control que tenía sobre alguien tan poderoso como yo lo disfrutaba cien mil por cien

Britney Spears
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