'Brokeback Mountain', una ópera que hace más trágico todavía el amor imposible

La expectación está servida. El estreno mundial de la ópera Brokeback Mountain hoy en el Teatro Real de Madrid no solo ha despertado la curiosidad de una treintena de medios internacionales, que ayer se unían a la rueda de prensa de presentación, y sentará en el patio de butacas a los directores de las principales óperas de mundo como las de Filadelfia, Los Ángeles, Zurich o Londres. Esta obra despierta una enorme curiosidad por ver cómo es la versión lírica de la novela de Annie Proulx, sobre la que para muchos además planeará la sombra de la oscarizada película dirigida por Ang Lee en 2005. Y los focos no acaban aquí. La reacción de un público madrileño, o buena parte de él, al que aún a día de hoy se tilda de conservador ante esta historia de amor imposible entre dos vaqueros homosexuales es otro de los aspectos que más preguntas despierta, sin olvidar que estamos ante el último gran proyecto de Gerard Mortier, el que fuera director artístico del Real relevado de su cargo en septiembre del año pasado no sin polémica y que ahora es consejero artístico del teatro. Con todas estas variables sobre la mesa, el veredicto empieza a conocerse esta tarde.

Brokeback Mountain se sube a las tablas del Real, con partitura de Charles Wourien, libreto de la propia Annie Proulx y dirección musical de Titus Engel. Y lo hace con un tono más trágico del que ya conocemos y profundizando en esa lucha interior con la que tienen que lidiar Ennis del Mar y Jack Twist. La lectura va mucho más allá de la mera tragedia de un amor imposible, muy operísitico por otro lado, protagonizada en este caso por dos hombres. Esta versión le imprime a la historia un tono dramático que crece terriblemente; una sensación de amenaza, de peligro constante y de presión sobre el individuo, y pone más descarnadamente sobre la escena el drama de los protagonistas para averiguar quiénes son y hasta qué punto son dueños de sus propias vidas.

“El cine y el teatro son dos medios diferentes. El cine se basa en un realismo que en el teatro no puede existir”, señaló Mortier sobre las inevitables comparaciones. “Decidí no competir con la película. Por supuesto que la he visto pero cuando leí el libreto inmediatamente descubrí una historia con muchas posibilidades. Es Brokeback la ópera, no la película. Son dos formas distintas de arte y no tiene sentido compararlas”, agregró el director de escena, el belga Ivo van Hove.

Concebida en dos actos sin interrupciones (dura dos horas), van Hove se ha inspirado en el universo de Hopper para crear la escenografía y se ha valido del video para reproducir las montañas donde se desarrolla la historia de estos dos vaqueros. Proyectadas sobre una enorme pantalla, estas imágenes rodadas en Wyoming nos muestran un paisaje más duro e inhóspito, “no tan placentero como el que se retrata en el cine” dice, pero que a la par es el lugar donde encuentran la libertad. Después, las vidas domésticas de Ennis y Jack toman la escena en un mismo plano para mostrar ese día a día irreal que llevan junto a esas esposas impotentes y sus hijos. Una escenografía que se mantiene “como las ruinas de Pompeya” cuando ambos hacen sus excursiones a pescar para mostrar esa idea de libertad a la que se aferra esta pareja pero que ya no existe, para terminar con la escena desnuda y negra con el terrible desenlace de esta relación que hemos visto transcurrir 20 años. Es cuando Ennis, más callado y en una feroz batalla consigo mismo, explota descarnado en un emotivo monólogo y se acepta, pero ya tarde y consciente de que lo ha perdido todo.

“Es una obra sencilla sobre dos personas muy diferentes tratando de descubrir quiénes son y su esencia, algo que todos en algún momento tenemos que hacer en la vida. Es hermoso presentar al público esta historia, ser el espejo en el que se miren y examinen estas cuestiones”, resumió el tenor estadounidense Tom Randle (Jack Twist), quien coincide con su compañero, el barítono canadiense Daniel Okulitch (Ennis del Mar). Ambos exhiben esta historia de amor mucho más explícitamente que en el filme. Se besan, abrazan y quedan en ropa interior en la cama pero sin dejar de ahondar en el plano menos superficial con toda la complejidad emotiva de dos personajes que se necesitan y rechazan.

Un trabajo que busca hacer reflexionar al espectador

Gerard Mortier ha llegado a Madrid de Alemania, donde está siendo tratado de su enfermedad, para hacer los honores a uno de sus grandes proyectos. La idea de montar Brokeback Mountain le acompaña desde 1998. Estando ya en 2008 al frente de la Ópera de la Ciudad de Nueva York le pidió a Charles Wuorinen que se encarga de la partitura y este, a su vez, contactó con la autora del relato, Annie Proulx, para que hiciera del libreto, para lo que ha acortado frases o ampliado personajes como el coro de 20 voces que aparece en el segundo acto.

Wuorinen, un compositor “típicamente americano pero con una relación muy fuerte con Europa” con más de 260 piezas a su espalda, ha conseguido, según Mortier, “una maravillosa música”, “una gran tragedia, no un music hall” y Proulx “no solo se ha adaptado a las exigencias del género sino que ha hecho unas frases realmente de ópera. A Verdi y Mozart le hubiera gustado mucho trabajar con ella como libretista”, aseguró. “Cuando se escuchan las primeras notas con esos bajos dobles y las tubas inmediatamente se entra en el mundo de Wuorinen. El leitmotiv de Brokeback se escucha en muchas partes, en los preludios, en los interludios, en la montaña, en los duetos de amor y, sobre todo, en la parte final”, ha precisado Engel.

Pero Mortier sabe la polvareda que puede despertar este estreno. “Habrá gente que dirá 'Mortier, oh la lá', algo inmoral, dos hombres amándose en escena... Cuando presentamos la obra, alguien del comité de empresa -no diré quién porque todavía me volverían a despedir- me preguntó: '¿Qué público quieres para esta producción?'. Y yo contesté: 'Un público liberal, que piense que el teatro además de divertimento sirve para que discutamos los grandes grandes temas actuales'. Sabemos que hay mucha gente que sufre a causa de estos tabúes y fanatismos”. Por eso, esta ópera “muy política en el buen sentido”, añadió, pretende “crear un debate y conseguir que el público reflexione y tenga una actitud más tolerante”. “Existe una doble moral. En Madrid hemos estado persiguiendo Eurovegas y eso es Sodoma y Gomorra y no Brokeback Mountain”, remachó.

“En esta obra tenemos a un hombre conservador que lucha contra su cambio interior, frente a otro, Jack, que es el agente del cambio. El público se identifica porque esta lucha va sobre todos nosotros”, prosiguió para dejar claro que estamos ante una historia universal más allá de la expectación que una vez más despierta esta historia de amor gay. Por eso, la reacción del público -a pesar de reconocer que en Madrid, igual que en muchas ciudades, existe una parte muy conservadora aunque en sus últimos tres años ha habido una apertura del Real a un público más joven, internacional y abierto- será la que tenga que ser. “No cambiaré mis ideas sobre el teatro. Si a una parte no les gusta, hay que aceptarlo. El teatro es así”.