Cameron Mackintosh: “Aunque aplasten la revolución, merece la pena luchar”

En diciembre de 1990, The New York Times definió a Sir Cameron Mackintosh como “el productor de teatro más exitoso, influyente y poderoso del mundo”. Han pasado más de dos décadas y la figura de este londinense de 67 años no ha dejado de agigantarse. Tras haber puesto sobre las tablas éxitos del teatro musical como Cats, Mary Poppins o El fantasma de la ópera, Mackintosh ha viajado a España para arropar la nueva gira de Los miserables, una de sus producciones cumbre.

La obra, inspirada en la mítica novela de Víctor Hugo, lleva más de un cuarto de siglo en los escenarios, ha llegado al cine y desde la semana pasada se representa en el Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia. Allí, en una sala blanquísima, el productor total mantuvo una larga conversación con eldiario.es.

¿Recuerda la primera vez que oyó hablar de 'Los miserables'?

¡Puedo recordar la primera vez que escuché la grabación! Era octubre de 1982. Había hecho Cats el año anterior, y un agente húngaro vino a mi oficina diciendo que quería hablar con el hombre que estuvo lo suficientemente loco como para adaptar poemas de T. S. Eliot al teatro musical. Quería que escuchara una grabación francesa de Los miserables.

Desde la primera canción supe que aquello era diferente; cuando iba por la cuarta, paré y llamé por teléfono al único letrista que conocía que podía hablar francés con fluidez, Alan Jay Lerner, que había escrito My fair lady, Gigi, Camelot, Un americano en París..., todos esos grandes clásicos. Él me dijo que no podía escribir la letra, pero me hizo prometer que pondría en marcha el show, que le parecía extraordinario. Con suerte –porque enfermó de cáncer– pudo venir a una de las funciones previas. Entonces Los miserables todavía no era un éxito... y mucha gente de la industria decía que sería un desastre.

¿Y cuál es el mensaje que la obra lanza al público del siglo XXI?

El mismo que lanzaba la novela para la audiencia del siglo XIX. Víctor Hugo era un observador brillante de la vida y de cómo se comportan los seres humanos, pero también era un hombre muy preocupado por los problemas sociales de su tiempo. Y los problemas sociales de su tiempo son aún los problemas sociales de nuestro tiempo. El corazón de la historia, que es intemporal, se aprecia en muchas naciones que se enfrentan a crisis parecidas. ¡Los seres humanos no cambian, los personajes no cambian, nunca lo harán!

La línea argumental es la supervivencia y el triunfo del espíritu humano. Al público se le permite saber –a través de la vida de Jean Valjean– que aunque se vea morir a mucha gente, que aunque la revolución haya sido aplastada..., siempre merece la pena luchar. Te das cuenta de que, por muy dura que sea tu lucha, merece la pena. Y la redención es la recompensa que nos espera.

Como sabe, en España estamos viviendo una situación muy complicada. ¿Podría extraer de ese panorama general algún mensaje específico para nuestro país?

Yo no debería responder a esto, debería preguntárselo al público, pero sospecho que ese público disfrutará de Los miserables no solo por lo que es, sino por la razón por la que Víctor Hugo escribió la novela. Lo hizo para que la gente pudiera entender que no está sola en su lucha, que otras personas han pasado por lo mismo que ellas. Víctor Hugo dijo de su libro que era una novela francesa para los franceses, una novela italiana para los italianos, una novela americana para los americanos. Para siempre que haya lucha y revolución.

La brillantez del musical de Alain Boublil y Claude-Michel Schönberg reside en que extrajeron el poder que está en Los miserables, en todas las claves que guían la novela; no se centraron en lo circunstancial de aquel tiempo. Gracias a la música, puedes sentir de qué van las escenas sin entender la letra; pinta una imagen en tu corazón y en tu mente. Y no toda la música en la historia del teatro musical lo hace, sólo la grande.

¿Necesitamos el teatro –en este caso, el musical– para escapar de la realidad de nuestro día a día?

¡No! A ver, creo que puedes necesitarlo... pero es que en el caso de Los miserables verás reflejada la realidad. Yo me he visto arrastrado en la vida a la producción teatral y, no sé por qué, no tengo una lista de grandes autores y voy escogiendo con cuáles hago musicales.

Es una coincidencia que todos los shows que he producido en mi carrera provengan de una fuente más o menos clásica. ¡Es que los grandes escritores observan a la humanidad! Lo que puedo decirle es que la mayoría de los grandes musicales y, estoy seguro, muchas de las mejores óperas, no fueron bien recibidas por los críticos cuando se estrenaron. A veces tampoco por la audiencia. Pero aun así, como hay algo muy fuerte en su interior, el público acaba abrazándolas y convirtiéndolas en inmortales.

Hablaba hace un momento de su carrera. Explíquenos por qué acabó produciendo teatro. ¿Es verdad que fue por casualidad?

No lo sé. Pregúntele a Dios. Cuando tenía ocho años, estaba hablando con el compositor de un musical y él me llevó al backstage para ver cómo funcionaba la tramoya, me enseñó su piano... Y entonces supe que sería productor. En ese momento. Fue mi caída del caballo. Desde ese día, no hubo sombra de duda en mi mente: quería ser productor. No empresario, no alguien que ayudaba a financiar los shows de otros. Quería hacer mis propios shows. Y, afortunadamente, lo he conseguido.

¿Diría que 'Los miserables' es su mayor éxito, su obra central?

No. Como está escrita por Víctor Hugo y el musical está tan bien compuesto, puede ser el más exitoso de todos los tiempos, pero también estoy muy orgulloso de haber hecho El fantasma de la ópera. Miss Saigon es un musical brillante; también, Cats; reinventé My fair lady... He conseguido crear la versión para el escenario de Mary Poppins, y espero que dure para siempre.

Tras la era dorada del musical americano, conseguí impulsar el musical británico y extenderlo por el mundo –esto coincidió con la bajada masiva de los precios para viajar–; de repente todo floreció. Al final es el boca a boca el que da reputación a un show, no el presupuesto para publicidad. ¡No, las estrellas!

El show tiene que ser bueno, pero las personas se lo tienen que decir unas a otras. Ese es el verdadero secreto del marketing, si alguna vez produce alguno. Puede promocionarlo, puede recordarle a la gente que existe, pero no puede forzarlo. El éxito viene cuando una gente le dice a otra gente: “Tienes que ver esto”. Nací en el momento adecuado.

¿Cómo ha cambiado la forma de ver los musicales? ¿Cómo influye internet en la experiencia teatral?

En los últimos diez años, para mi inmensa sorpresa, una nueva generación de jóvenes se ha dado cuenta de que, en esta era electrónica, el entretenimiento en vivo genera la mayor interactividad del mundo. Por eso los grupos encuentran el dinero en los conciertos.

Hace 15 años solo tenían que salir de gira para promocionar su álbum. ¡Todo se está acabando! Los libros, los periódicos, en todo se trata hoy de la interacción entre las personas. Y lo único que no se puede piratear es la experiencia de estar en un teatro.

¿Pensó en algún momento que llevar 'Los miserables' al cine era una locura?

Siempre pensé que, si encontrábamos al director adecuado y a los actores correctos, Los miserables sería como Lo que el viento se llevó. Ahora la gente me está pidiendo otras cosas. Miss Saigon sería una experiencia cinematográfica fantástica.

El público ya está acostumbrado a que le cuenten historias a través de la música, y lo que hemos probado con Los miserables es que, si lo tratas como una trama real, funciona. No como un diálogo impostado, no hay que decir “ahora vamos a cantar”. Cada pasaje de la película fue diseñado para hacer avanzar la historia.

Uno de los maestros del musical que sabe hacer avanzar la trama con las canciones es Stephen Sondheim.

Es uno de mis mejores amigos. Hablamos todo el tiempo.

¿Cómo lo definiría?

Es un extraordinario hombre normal. ¡Está muy anclado a la tierra! Posee un gran intelecto, pero no es un intelectual. No lee muchos libros, es simplemente brillante. No quiere ser un gran intelectual, es que le gusta escribir shows para Broadway. Es lo que siempre le ha motivado, él es el verdadero Broadway Baby [en alusión a uno de los temas principales de Follies, escrito por Sondheim].

Es uno de los más grandes letristas que existen y como compositor ha escrito cosas extraordinarias. Otra de mis ocupaciones es Music Theatre International, la mayor casa de derechos de musicales del mundo. Tenemos los shows de Stephen y no se puede imaginar la cantidad de espectáculos que se estrenan cada año. ¡Seguirán así para siempre!

En España nos encantaría ver más producciones de Sondheim.

Lo que se necesitan son teatros no comerciales, que es a los que Sondheim pertenece. Los éxitos comerciales del West End de Londres comienzan en teatros sin ánimo de lucro. No puedes estrenar todos los shows como si fueran Hello, Dolly! o El fantasma de la ópera. Hay que situarlos en el teatro adecuado.

Creo que uno de los secretos de la producción es encontrar el lugar preciso para los shows, un lugar al que acuda la audiencia adecuada. Y, si tiene éxito, otros públicos irán. A no ser que tengas una financiación masiva, no hay razón para comenzar a lo grande. Incluso Sweeney Todd se puede hacer en un espacio pequeño.